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Guillermo Rojo (Madrid, 1992) tenía claro desde pequeño que quería acercarse al espacio. Su otra pasión, el mundo de la preparación física, lo han llevado a codearse con aquellos que traspasan las fronteras del planeta Tierra y, tal vez, llegar a ser uno de ellos ... algún día. Además de ser atleta y campeón olímpico, es entrenador de astronautas en colaboración con diferentes agencias espaciales y universidades internacionales. «Las tecnologías aplicadas al alto rendimiento deportivo son muy útiles para el desarrollo del entrenamiento para astronautas y viceversa. Creo que es muy importante unir esos dos mundos para beneficiarse de las experiencias que aportan, se invierte mucho dinero en un astronauta y en un deportista de alto nivel», cuenta Rojo, que visita Marbella estos días con motivo del congreso de turismo espacial y subacuático Sutus, en Les Roches.
¿Cómo se prepara un astronauta? En primer lugar, el perfil escogido para una misión en el espacio debe ser una persona activa físicamente, «ya que tiene muchos menos riesgos para la salud», detalla el entrenador. Dentro de esos perfiles activos y sanos, hay que evaluar diferentes componentes de la condición física: flexibilidad, movilidad, control, motor, coordinación, función cardiovascular y expresiones de la fuerza como la resistencia y el equilibrio. «No hay que ser un súper atleta de élite en todos esos componentes, pero son claves para que un astronauta tenga menos riesgo de desarrollo patológico o de una lesión, por tanto, es lo que interesa a las agencias espaciales. Esos perfiles son los que responden mejor al ejercicio durante la misión», añade Rojo.
El ejercicio se postula como el «vehículo» que permite estar más tiempo en el espacio, tal y como detalla el atleta y preparador: «Si una persona no hiciese ejercicio en tres meses, volvería hecho puré, literalmente, y con unos problemas a nivel neurológico grandísimos. Sin embargo, el ejercicio facilita esa adaptación y la posterior vuelta a la Tierra».
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Aunque la metodología es individualizada, se lleva a cabo un esquema general y similar a la hora de entrenar y preparar a un astronauta para una misión. En primer lugar, antes de viajar, se equilibran los componentes de la condición física antes mencionados, y se aumentan esos niveles para una buena salud muscular, ósea y cardiovascular.
Una vez que se han conseguido mejorar la forma física y optimizarla, llega la segunda parte: continuar ese trabajo en el espacio. «Entramos en el riesgo de perder masa muscular y ósea. Durante ese periodo, el astronauta entrena siete días a la semana durante dos horas y media cada día, en una combinación de entrenamiento cardiovascular y entrenamiento de la fuerza», detalla Rojo.
¿Y qué ejercicios tiene que hacer durante su misión? Son multiarticulares, que se seleccionan por ser óptimos en relación a la efectividad y el tiempo que se consume, como sentadillas, elevación de gemelos, peso muerto o press de banca. «Los preparadores físicos nos encargamos de elaborar una planificación individualizada para cada uno de los astronautas, pero lo más importante es que debe ser flexible, porque se enfrenta a un entorno hostil, un entorno cambiante donde cada día es un mundo y pueden darse procedimientos de emergencia o una maniobra de re órbita de la propia estación», explica el entrenador.
La siguiente fase se desarrolla a la vuelta: cuando el astronauta regresa, se evalúan los daños o las desadaptaciones que hayan podido ocurrir, y se elabora un plan de rehabilitación. «En mayor o menor medida, tienen cambios a muchos niveles. No hay ningún astronauta que haya vuelto después de un viaje de seis meses sin ningún cambio en su sistema inmune o cardiovascular». Por ello, se lleva a cabo un programa de 21 días de exámenes médicos exhaustivos y reacondicionamiento físico paulatino «controlado y monitorizado 24 horas», subraya Rojo, y explica que una vez pasado ese tiempo el astronauta se reintroduce en su vida normal sin dejar de lado el entrenamiento y una monitorización a distancia.
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Graduado en Ciencias del Deporte, su trabajo de fin de grado versó sobre la adaptación fisiológica a la microgravedad y el entrenamiento físico aplicado a ello. Su posterior especialización en el alto rendimiento deportivo y la preparación de astronautas lo llevaron a Colonia (Alemania), donde trabajó con astronautas de la Agencia Espacial Europea, además de colaborar con la Agencia Espacial Israelí y la universidad de Hawái.
Además, su carrera como atleta y preparador físico también le ha merecido ser campeón olímpico como guía de Gerard Descarrega en la prueba de 400 metros, clase T11 de invidentes, en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. «El espacio nos ofrece un entorno único para testar ciertas tecnologías, pero también un entorno hostil al que se tiene que adaptar un ser humano», apunta el entrenador, que también forma parte de experimentos y misiones que se desarrollan en nuestro planeta. «Toda esa ciencia repercute positivamente en la salud de los astronautas, pero también es tecnología que aunque esté creada por y para el espacio se puede adaptar a la Tierra, como el desarrollo de teléfonos móviles o cierto tipo de medicamentos».
Para Rojo, la capacidad del ser humano para adaptarse a otros entornos es algo sorprendente. «Debemos explorar más allá de nuestra propia frontera, este micromundo que es el planeta Tierra, para que podamos pensar y soñar en ir más allá, a la Luna o a Marte».
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