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La pastelería Lepanto sirve hoy sus últimos cafés y pasteles en el Centro de Málaga. El popular establecimiento de la calle Larios bajará la persiana tras 41 años dando ambiente y color a la vía. Sin querer hacer ruido -ni la empresa ni los trabajadores han querido hablar sobre el cierre-, el último día de servicio transcurre con aparente normalidad, aunque la tristeza invadía todo el ambiente. «No queda otra que buscar otro camino».
Lepanto abrió sus puertas en la capital en abril de 1983, apenas unos días después de terminar la Semana Santa de aquel año y pronto se convirtió en un lugar de encuentro para los vecinos del Centro y del resto de la ciudad. Aquellos primeros años, sin apenas turismo en la ciudad, el público local fue quien mantuvo aquella cafetería selecta donde todos los productos eran caseros.
Aunque tomada durante los últimos años por el turismo, la pastelería se ha mantenido fiel a su esencia durante toda su vida, ofreciendo productos de calidad y un servicio impecable. «Es una pena que cierren porque es un emblema de Málaga», reseñaba Ana, una clienta de toda la vida que ha acudido este jueves para despedirse de sus afamados lepantitos (uno de los pasteles estrella de la carta).
Otros clientes, sin embargo, desconocían que la pastelería iba a cerrar sus puertas este jueves. El mutismo y la prudencia de los trabajadores ha propiciado que la última jornada haya sido «un día más». Eso, y que la mayoría de os visitantes son turistas. «No sabía nada, pero es una pena muy grande porque se nota que es parte de la historia de la ciudad», apuntaban Jorge y su mujer Lucía.
A pesar del cierre, a Lepanto nunca le ha faltado clientela. Sus trabajadores reconocen que su fama ha trascendido fronteras y que muchas personas que visitan la ciudad hacen su primera parada bajo los llamativos toldos rosa que tiene el local. «Los malagueños entienden que Lepanto es parte de ellos y muchos no entienden el cierre», reconocen por lo bajini.
Sus más de cuatro décadas en la calle le han convertido en testigo de excepción del cambio que ha experimentado el Centro. «Un cambio para bien». Cuando Lepanto abrió sus puertas, la calle Larios estaba abierta al tráfico y los coches paraban en la puerta en doble fila para comprar pasteles. «Aquellos fueron años muy buenos, aunque en realidad no hemos tenido ningún año malo», añaden.
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El gran cambio se produjo a raíz de la peatonalización, hito que muchos criticaron en su momento porque pensaban que les iba a reducir el negocio pero que a la postre sirvió para todo lo contrario. Ubicado en un espacio privilegiado del Centro, su localización les ha permitido contar con todo tipo de clientes e incluso impulsar la rama de eventos en la que ahora quieren centrarse.
El cierre de Lepanto va a provocar el despido de 22 personas (20 trabajaban en la cafetería y otras dos en el obrador que tienen en Benalmádena). Como ya avanzó SUR, el local será ocupado a partir de ahora por la también empresa malagueña La Canasta, que no se quedará con dicho personal.
De momento se desconocen los planes de los futuros inquilinos, ya que el local deberá ser sometido a una reforma para adecuarlo a los estándares de calidad y diseño de la nueva empresa. La Canasta cuenta actualmente con otro local a apenas unos metros, en la plaza de la Constitución.
Aunque Lepanto baje la persiana en el Centro, la empresa continuará funcionando como empresa de eventos. Actualmente cuentan con una finca en los Montes de Málaga y otras alquiladas en diferentes puntos de la provincia, por lo que esperan especializarse en bodas y todo tipo de eventos de empresa.
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