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Arnau: un buen malaguista
Ojo de halcón ·
Era, por encima de todo –y no creo que esto me lo niegue alguien–, una buena persona. Un tipo sin maldad que en mi opinión no estuvo precisamente bien acompañado en su etapa de director deportivo del MálagaOjo de halcón ·
Era, por encima de todo –y no creo que esto me lo niegue alguien–, una buena persona. Un tipo sin maldad que en mi opinión no estuvo precisamente bien acompañado en su etapa de director deportivo del MálagaTuve mis diferencias con él, muchas –incluso en la recta final de su malograda vida–, pero es obligado recordar en su despedida a Francesc Arnau como un buen malaguista. Y el que lo trató bien lo sabe. A mí me lo demostró muchas veces, pero debo quedarme con una. Fue en aquel verano de 2010 cuando a Muñiz le confeccionaron una plantilla que era una ruina. En los primeros partidos de la pretemporada el recién llegado Munúa, competidor del catalán, no hacía más que pifiarla. Las críticas eran tremendas. Y un buen día recibí la llamada de Arnau.
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«Te llamo para pedirte humildemente un favor: no os cebéis con Gustavo. Es un buen portero, pero lleva tiempo sin competir. Él necesita confianza, y nosotros vamos a necesitarle a él». Queda todo dicho. Arnau era, por encima de todo –y no creo que esto me lo niegue alguien–, una buena persona. Era un tipo sin maldad que en mi opinión no estuvo precisamente bien acompañado en su etapa de director deportivo del Málaga y al que le reproché más firmeza en según qué situaciones.
Era muy de ideas fijas en muchas ocasiones y esa cabezonería nos hacía chocar en demasía, pero siempre lo hacía en un tono afable, incluso conciliador después de una sonora discrepancia al teléfono. «No me lo pusisteis fácil al llegar, tú el primero, pero en esta pelea estamos juntos y la sacaremos adelante porque lo que queremos es el bien del Málaga», me recordó en un aeropuerto aquella temporada del proceso concursal.
En su caso, rechazó cualquier propuesta y prefirió repartir su ficha en varias temporadas para no moverse de La Rosaleda, convencido de que sumaría para volver a Primera. Y lo hizo, asumiendo además con ejemplar compañerismo que Goitia le había arrebatado el puesto. Arnau, el mismo con el que lloré por teléfono la noche de agosto de 2017 cuando se fue Manel Casanova, nos ha dejado y, ante todo, es obligado recordarlo como una buena persona y un buen malaguista. Nadie puede discutirlo.
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