Tampoco el 'castrosistema' desatascó al Málaga en La Rosaleda. Cambian los nombres de los entrenadores, y ya van cuatro los que han pasado por el cuadro de Martiricos, pero sin conseguir la fórmula cara a acabar con la maldición. Son quince partidos de Liga ya ... sin ganar como local. Diez meses. Desde el 21 de noviembre (2-1 a Las Palmas), y ya ha llovido (es un decir, porque es tiempo de sequía).
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José Alberto López, Natxo González, Guede... y ahora Mel y su 'castrosistema'. Su fórmula fue dibujar un once en el que cupieran el mayor número posible de jugadores de corte creativo para nutrir de balones a la gran esperanza del malaguismo. A priori no era una apuesta muy distinta a la de las jornadas finales con Guede, pero con matices, porque el madrileño buscó un mayor equilibrio en la formación titular al prescindir de Fran Sol para optar por un claro 4-1-4-1.
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Estaba claro que la clave del partido iba a estar en el desempeño de la línea de cuatro situada por delante del ancla, N'Diaye, y por detrás del goleador. Aunque el Málaga no ganó, Mel podrá alegar que el delantero canario, al que dirigió diez temporadas (que a su vez muestra máxima confianza con el entrenador, un exdelantero de área) tuvo cinco buenas opciones para marcar, pero a la hora de la verdad sólo una fue gol.
Otras dos también acabaron en las mallas, pero las anuló García Verdura por fuera de juego, sin que el VAR le corrigiera, con lo que estaba en lo cierto, y una más se le escapó de forma poco habitual cuando llegaba algo forzado al segundo palo a un buen centro de Hervías. Finalmente, en otra, Leal cuerpeó bien con él en el área para impedirle el remate.
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El 'castrosistema' gustó en La Rosaleda. Los aficionados despidieron con gritos de «¡Sí, se puede!» a los jugadores, que agradecieron el apoyo en piña desde el centro del campo. De alguna manera la masa de los casi 20.000 seguidores presentes en el estadio, aplaudieron la imagen de un equipo que lo intentó, que tuvo una propuesta más clara y reconocible, y que llevó la iniciativa del partido casi todo el tiempo, salvo en los minutos iniciales de cada periodo. Pero al Málaga no le dio para ganar. De momento, todo se reduce a la creatividad de Álex Gallar y a la definición de Rubén Castro (la asociación que rubricó los tantos del cuarentañero), que indiscutiblemente es el que marca la diferencia de nivel, el sueño de aspirar a algo mejor, pero tiene que haber más.
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