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Brandon, en el momento de tirar el penalti que supuso el gol del triunfo. mariano pozo

Nueva fiesta en La Rosaleda en un triunfo de inteligencia y oficio del Málaga (1-0)

El equipo minimizó durante casi todo el partido al Tenerife, uno de los equipos más compactos de la categoría, y sumó otra victoria

Lunes, 15 de noviembre 2021

Otra vez hubo fiesta en La Rosaleda, aderezada cómo no de cierta angustia hasta el pitido final. Carente de un goleador determinante, el Málaga volvió a sufrir para amarrar los puntos, sólo que esta vez el triunfo se produjo ante uno de los equipos con ... más empaque y solidez de la categoría, el Tenerife, al que minimizó durante casi todo el duelo en una actuación plena de inteligencia y oficio. Era tan imprescindible ser eficaz en las contadas oportunidades como brillante en la faceta defensiva, y ambas premisas se cumplieron a la perfección.

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Que el Málaga se toma los partidos en La Rosaleda de forma opuesta a las salidas es irrefutable. Sólo hubo que ver la actitud inicial del equipo, un arranque eléctrico que no se saldó con un gol en el tercer minuto (de Javi Jiménez) por un fuera de juego previo. No es desde luego el Tenerife un rival como para verlas venir porque se corre el riesgo de acabar persiguiendo sombras y eso, por ejemplo, sucedió durante los diez minutos siguientes. Ambos conjuntos apostaron por sistemas idénticos (4-4-2), con situaciones clonadas (los movimientos de los extremos por dentro y las subidas de los laterales) e incluso con un afán por evitar la simetría en el campo. A partir de ahí se trataba de encontrar juego entre líneas y resquicios en la cobertura, aunque para esto último fuera necesario recurrir al balón en largo.

El Tenerife es un equipo dinámico arriba que trenza juego con facilidad, así que cuando Rubén Díez, Enric Gallego, Mollejo y Elady fabricaron una oportunidad (que habría sido invalidada por el VAR por fuera de juego en caso de gol) el Málaga se achicó. Fueron diez minutos de temores, dudas y falta de ideas hasta en la salida de la pelota. De repente se asistió a un 'déjà vu', porque el propio Málaga sorteó la presión isleña como lo hizo varias veces el Mirandés de José Alberto la pasada temporada en Martiricos y Brandon provocó un penalti que permitió obtener ventaja.

Desde ese instante (minuto 15) hasta el descanso el Tenerife no existió. Acobardado por la simpleza con la que el Málaga lo había desnudado, se replegó mientras el conjunto blanquiazul se desenvolvía con solvencia en campo contrario con las apariciones entre líneas de Jozabed (gran trabajo sin balón), los intentos de arrastre de los centrales por medio del ariete Roberto y el constante juego por dentro de Paulino (definitivamente es otro en casa) y Brandon. Casi como en un cuadrado perfecto, las parejas Escassi-Genaro y Juande-Peybernes vigilaban la retaguardia mientras Javi Jiménez y Calero se incorporaban una y otra vez. Lástima que faltara calidad en los centros (también rematadores fiables) porque sobraba confianza, como lo refleja la presencia casi siempre de al menos tres hombres en el área pequeña. Y lástima también que en la prolongación se desperdiciaran dos de las típicas salidas sin medir del meta Soriano en las que siempre reclama una falta que es inexistente (en la primera Sergio González evitó bajo los palos el 2-0 de Brandon).

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El plan del Málaga no varió en la reanudación. Tampoco la actitud del Tenerife. Por eso el equipo blanquiazul, sin brillar en sus acciones de ataque –el desgaste nubló pronto las ideas de Jozabed–, pasó muy pocos apuros y vivió una segunda mitad relativamente tranquila. Es cierto que el cuadro isleño anduvo timorato y contemplativo hasta que superado el cuarto de hora entró en escena Shashoua, que despertó a sus compañeros con más movimientos entre líneas. Pero conviene destacar la inteligencia de los pupilos de José Alberto en todas las facetas del juego necesarias para no perder el control del partido, desde la salida de la pelota hasta la capacidad para no perderla. Incluso, a la hora de mantener a Shashoua alejado al área, obligado a centros muy previsibles y fácilmente defendibles.

Los cambios aportaron más bien poco al equipo para crecer en ataque (pese a que José Alberto apuró al máximo para que entraran con el rival desgastado), aunque a cambio volvió a quedar patente que cuando toca sacrificarse nadie se esconde en casa. Esa actitud que tanto se echa de menos a domicilio da victorias y puntos al rentabilizar el 'factor Rosaleda'.

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