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Ganar sí o sí. Por lo civil o por lo criminal. De penalti y en el último minuto. Aunque sea con un gol de 'churro'. Todas estas expresiones habituales en el fútbol sirven hoy para el Málaga en un partido a vida o muerte. Sólo ... vale el triunfo y da igual el camino, aunque sea después una actuación sin vistosidad. No está el panorama blanquiazul para exquisiteces ni para más exigencia que asegurar los tres puntos para reengancharse al tren de la permanencia y evitar quedarse descolgado antes del parón por la Copa del Rey.
En esa inercia perdedora que asola al equipo y que a este paso de tortuga puede desembocar en la indiferencia más absoluta de sus seguidores, cada vez más cansados de tanta frustración, comparece en La Rosaleda un paradigma de competitividad en Segunda en el que fijarse, el Sporting (18.30 horas). Ni los jugadores ni el entrenador, Pepe Mel, pueden tener queja hasta el momento de que se hayan visto abandonados a su suerte. Al contrario que los profesionales, sumidos en mensajes de conformismo e indolencia, los aficionados no tiran la toalla.
Que hace una semana, ante el Eibar, se reunieran en La Rosaleda más de 17.000 espectadores es el más claro reflejo de que los tiempos han cambiado y de que toda una generación todavía mantiene su confianza en un cambio de rumbo y en un regreso no muy tardío a jornadas felices. En la etapa del Club Deportivo Málaga habría sido impensable ese panorama en las gradas tras semejante sucesión de decepciones (y la mayoría de ellas en Martiricos). Ya no se cuestiona que los culpables estén en Catar, en el palco, en el banquillo o en el terreno de juego, pero al mismo tiempo tampoco se opta por bajar los brazos. Todo un ejemplo a seguir por Mel, con sus discursos complacientes, y por ese puñado de futbolistas que han demostrado sobradamente que carecen unos de aptitud y la mayoría de actitud.
De soñar con la Primera División a flirtear con la Primera Federación. Todos en el seno de la plantilla debieran ser conscientes simplemente por orgullo de que este Málaga que transmitía una enorme ilusión se despeña sin remedio. Por más que se haya recurrido a los servicios de una afamada psicóloga deportiva, es una clara cuestión de responsabilidad y profesionalidad. Los lamentables errores defensivos de los últimos encuentros pueden guardar relación con limitaciones en lo futbolístico, pero son achacables sobre todo a una desesperante pérdida de concentración, a una 'dejación de funciones' en toda regla.
6/24 Ese es el balance de Pepe Mel en el banquillo malaguista, con un triunfo, tres empates y cuatro derrotas en ocho encuentros. El segundo de los entrenadores la pasada temporada, Natxo Gonzàlez, fue despedido tras una balance de un triunfo, tres empates y seis derrotas en diez encuentros.
A estas alturas, con tantos puntos como derrotas en 14 partidos (nueve), el aficionado ya no se fija tanto en la clasificación, en los resultados de los rivales directos (que ya no son tantos), incluso en los elegidos para formar parte de la alineación. Simplemente asume que, dentro de que el mal está hecho (por una planificación calamitosa), el Málaga depende de su propia reacción, de que los futbolistas al fin den la talla, de que por una vez muestre una mínima capacidad de reacción. Y eso también incluye a Mel, que pidió un mes a los aficionados soliviantados en Leganés en aquella charla improvisada a pie de autobús y que cuatro partidos después no ha logrado inculcar su estilo al equipo.
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Un tropiezo ante el Sporting supondría la hecatombe y dejaría a Mel casi al mismo nivel de Natxo González, de efímero paso por La Rosaleda a comienzos de este mismo año, sin dejar más recuerdo que una triste figura y, numéricamente, una sola victoria y tres empates en diez partidos. De momento el balance del madrileño es idéntico con dos encuentros menos... El cuadro asturiano, muy irregular en esta nueva etapa con Abelardo –tan pronto encaja un solo gol frente a tres rivales de empaque (Eibar, Alavés y Levante) como sufre en exceso contra el Albacete–, es todo lo que busca este Málaga: compite al máximo, sabe a lo que juega y ya no depende de un solo futbolista (Djurdjevic). O el equipo blanquiazul da la talla o se verá sumido en una situación casi irreversible. Por eso este partido es una cita a vida o muerte.
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