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La cantidad no tiene que ver con la calidad y la conjunción, pero pongamos que a un lado del campo comparece un equipo en el que su entrenador tiene a veintiséis jugadores disponibles y ha tenido que dejar fuera a tres en la convocatoria, y ... que en el otro el rival apenas cuenta con diecisiete, cuatro de ellos sin una semana de entrenos con sus nuevos compañeros, alguno incluso con una sola sesión.
Este es el panorama cara a este Málaga-Mirandés (este sábado, 21.30 horas, LaLiga Hypermotion TV), que supone el regreso del fútbol profesional a La Rosaleda. Dos meses y nueve días después, la afición se reencuentra con sus ídolos en un estado de euforia sin precedentes en las últimas décadas. Quizás sea el ascenso reciente, la primera alegría que se celebra en muchos años, o quizás sea cómo se logró. Es «una cosa inexplicable», que merece un sesudo análisis sociológico. A este Málaga se le ha quedado pequeña La Rosaleda, en vísperas de una remodelación obligada (ya se sabe, por el Mundial 2030) que elevará el aforo, pero quién sabe si se volverá a quedar corto a tenor del 'subidón' demográfico y la pasión en unas gradas que sueñan ya con el ascenso a Primera.
26
jugadores tiene disponibles Pellicer, y sólo podrá convocar a 23. Tiene a todos menos a Moussa, aunque está por ver si Ramón, Haitam o Luismi están ya para jugar. ¿A quiénes descartará?
Parece obvio también que no es la meta inmediata. Este Málaga, con sólo cinco fichajes, el que menos se ha reforzado de los cuatro ascendidos, debe andarse con pies de plomo, pese a su buena respuesta en el debut, en A Malata (2-2), donde nunca fue perdiendo y tuvo dos ventajas en el tanteo. Tampoco conviene pasar por alto que su calendario inicial es perfecto para hacer acopio de puntos. Nada menos que medirse al Mirandés a estas alturas del verano, sin cerrarse el mercado. La plantilla que más cambia cada curso va este vez con más retraso que nunca. Compareció en la primera jornada con doce jugadores y el resto canteranos, y hoy llega con cinco más, pero todo aún muy pendiente de armar. Tampoco pinta mal jugar dos partidos seguidos en casa y medirse el próximo sábado al Córdoba, precisamente la víctima del Mirandés hace días y también la de las huestes de Pellicer al final de la pretemporada.
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Pedro Luis Alonso
Buena parte de las expectativas de completar un curso sin padecimientos (por evitar el descenso) pasa por un buen arranque y por el óptimo nivel y el desparpajo de los jóvenes. Casi todos los de arriba (Castel y Dioni al margen) lo son, alguno menor de edad. Y en El Ferrol cumplieron (marcaron Kevin y Antoñito), pero esto es un camino muy largo. Quedan 41 partidos, y al Málaga le toca afianzarse más en defensa, pues no se mostró fiable en el estreno, y confirmar que los goles no le van a resultar tarea ardua en los próximos meses.
Y si joven es el Málaga, sobre todo en las demarcaciones más ofensivas, qué decir del Mirandés, en el que sólo siguen cuatro jugadores de campo (Tachi, Tomeo, Lachuer y Alberto Reina), rearmado siempre con cesiones, tirando la caña sobre todo en los filiales del Athletic, la Real Sociedad y el Alavés. Es una simbiosis de clubes norteños. El burgalés se beneficia en lo deportivo, pero curte a muchos jugadores que acaban dando el salto a la élite.
Una papeleta extraña es la que le toca hoy a Pellicer. Nunca se ha visto en esas. La de descartar a tres jugadores aptos para la cita, si contamos que Ramón, Haitam y Luismi ya se vienen entrenando con normalidad y si incluimos a los filiales Izan Merino, Ochoa y Antoñito, que son de facto jugadores del equipo. Bienvenido sea este compromiso, a ser posible antes de los partidos, porque sólo beneficia al equipo y a la competencia sana.
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