La decisión estaba tomada desde comienzos de la semana pasada: salvo milagro en Montilivi, el periplo de Natxo González en el banquillo del Málaga iba ... a concluir frente al Girona. El director deportivo, Manolo Gaspar, lo tenía tan claro como el nombre de su sustituto. Todos los representantes que se dirigieron al ex lateral derecho para ofrecer a algún entrenador encontraron la misma respuesta: «Gracias, pero ya lo tenemos elegido». En realidad sólo se trató de acelerar el proceso porque se pretendía que Pablo Guede fuera el líder del proyecto para la próxima temporada. La crisis deportiva ha provocado que su llegada se produzca dos meses antes de lo previsto.
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Manolo ha sido honesto con Natxo González hasta el final. La mesura, esa virtud que fue una de las decisivas a la hora de elegirlo como relevo de José Alberto –al margen, claro está, de la negativa de José Luis Martí, ahora en el Sporting–, era ensalzada inicialmente por el director deportivo. Sin embargo, poco a poco el temple del vitoriano se había tornado incapacidad para transmitir a los jugadores. Las declaraciones en la rueda de prensa posterior al muy pobre partido frente al Huesca aceleraron la apuesta por el cambio. No fue necesario ultimátum porque el ya extécnico blanquiazul es hombre de fútbol y era consciente de su débil situación.
No es un secreto que Pablo Guede siempre estaba en las quinielas de Manolo –como antes de su mentor y maestro en la dirección deportiva, Mario Armando Husillos–, pero se requería que llegara el momento adecuado. El nombre del hispanoargentino ha estado varias veces sobre la mesa, entre otras razones porque él siempre ha mostrado su deseo de entrenar al Málaga. Para ello, ha seguido continuamente las actuaciones del equipo.
Ya la pasada temporada surgió la opción de que Guede al fin cumpliera su sueño –como lo es de 'Boquerón' Esteban, Martín Demichelis, Antonio Hidalgo, Fernando y otros exjugadores blanquiazules– y entonces el principal artífice del ascenso a Segunda en 1998 planteó llegar acompañado de Fendi como segundo entrenador (que coincidió con él de director deportivo en El Palo y que en la actualidad trabaja en la agencia de representación de René Ramos, hermano de Sergio Ramos) y de Marcos Álvarez como preparador físico. Este último ya desempeñó esta función junto a Juande Ramos en la temporada 2003-2004 y dejó numerosos amigos en el equipo y en la ciudad. De momento el nuevo entrenador llega solo y, aunque conoce bien a los técnicos del club, no se descarta que sí se incorpore alguien a su grupo de trabajo a partir de julio.
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Tampoco en la actualidad la situación económica del club ofrecía mucho margen de maniobra. La intención de Manolo era apostar por Guede como golpe de efecto para liderar el proyecto de la próxima temporada y por esa razón, al producirse la destitución de José Alberto, no se concretó una oferta a los distintos entrenadores que implicara una vinculación garantizada para la campaña 2022-2023. No obstante, la crisis deportiva ha obligado a acelerar los plazos. Guede es consciente del riesgo que asume porque el equipo está en caída libre, sin reacción y con gravísimas carencias en materia futbolística, pero entendió junto al director deportivo que la situación requería su incorporación de forma inmediata, sin más demora. En el club se valora esa valentía del exdelantero para dar el paso.
Y es que Manolo sabe que, por más limitaciones que haya, el malaguismo no va a soportar la próxima temporada más mensajes de aspiraciones mínimas (la permanencia o mejorar los registros del ejercicio anterior) y que se requiere un proyecto ambicioso. Guede era el entrenador elegido por su carisma y su personalidad, sólo que ahora llega con el objetivo de asegurar la continuidad en Segunda.
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El aterrizaje de Guede en estos momentos tiene más peso de lo que parece porque, una vez concluida la Liga, habrá que tomar muchas decisiones en la planificación de la plantilla. Es decir, no pocos jugadores tienen la posibilidad de ganarse la renovación con el nuevo entrenador durante estos dos meses. Porque ese es otro detalle de enorme relevancia: entrenador y director deportivo irán de la mano en la configuración del equipo.
En este sentido, la falta de personalidad es uno de los aspectos a corregir, de ahí que la prioridad será la búsqueda de futbolistas con carácter y liderazgo. No obstante, ahora lo que toca es obtener los puntos necesarios para asegurar la permanencia –quizá sólo seis o siete–y, si es factible, sentar las bases de lo que se ansía para el futuro. Pero Pablo Guede ha pasado de 'sufridor en casa' a revulsivo dos meses antes de lo previsto.
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S. CORTÉS / A Pablo Guede siempre se le asocia con el fuerte carácter que imprime a sus equipos, esa virtud que mostraba en el campo y de la que hizo gala en su etapa como blanquiazul. Es inevitable centrarse en ese detalle porque es muy temperamental en el banquillo, como lo es recordar esa imagen con la pelota bajo el brazo tras marcar un gol en Besain en el primer partido de la fase de ascenso a Segunda.
Y es que, por encima de todo, el exjugador malaguista transmite una virtud: pasión. Pero brilla también por variar la dinámica de los partidos, una cuestión que ha llevado a suscitar debate en el entorno de algunos conjuntos a los que ha dirigido por los cambios introducidos y que, eso sí, lo ha llevado a alcanzar cotas impensables con algunos modestos. Guede no es entrenador de sistema definido. Prefiere adaptarlo a los futbolistas de los que dispone, entre otras razones porque le gusta optar por variantes en el once para que nadie se sienta fijo e imprescindible.
Esa es otra de las cualidades que le han permitido tener siempre ofertas de distintos países. En el fútbol funciona el boca a boca, sobre todo en Sudamérica, y esa capacidad del hispanoargentino para mantener unido al grupo, a todos los jugadores implicados en el objetivo común, es magnífica. Obviamente, cuando el equipo funciona trata de tocar lo menos posible, pero es tan exigente que se requiere estar al ciento por ciento para mantener el puesto en la alineación. Y para ello le da igual que un futbolista rinda como él pide cuando le toque jugar de salida o si lo hace como recambio durante unos pocos minutos.
A Guede no le duelen prendas a la hora de introducir diversas variantes tácticas durante el partido, aunque ello implique pasar de cuatro defensas a tres centrales (o a cinco si se requiere cerrarse para mantener una exigua renta), apuntalar el centro del campo o apostar de lleno por un once plenamente ofensivo. Es decir, conviene no quedarse exclusivamente con el carácter que transmite a sus jugadores, porque interpreta bien los partidos
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