Lo que este miércoles se vivió en La Rosaleda fue sensacional ejemplo de cómo perder con dignidad, con la cabeza alta, contra un equipo dos categorías superior, tras cinco meses de imbatibilidad y 90 minutos de buen fútbol femenino. El Málaga femenino puso fin ayer ... a su histórico paso por esta edición de la Copa de la Reina, en la que consiguió ser el único equipo de la tercera división en alcanzar la tercera ronda clasificatoria. La suerte lo emparejó con el Rayo Vallecano (colista de Primera) y un partido como éste, en mitad de un año brillante para las de Ayala, merecía que las puertas del tempo de Martiricos volvieran a abrirse para ellas.
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Pese al vacío graderío (sólo acudieron 1.700 aficionados, unos 200 más que en Málaga-Zaragoza femenino que se jugó en La Rosaleda al pasado noviembre), lo cierto es que el aliento de los escasos malaguistas llevó en volandas al equipo, que aunque cometió sus fallos puntuales, lo cierto es que aguantó con nota en los primeros 45 minutos e intentó dar un paso más a nivel ofensivo en los 45 restantes. Por desgracia, la motivación no fue suficiente (0-2) ante un insistente Rayo.
Sin duda, el protagonismo ofensivo en la primera mitad se lo llevó el conjunto madrileño, que firmó al menos cinco ocasiones claras de gol y de todos los colores: tiros al palo, otros que rozaron la madera, paradas imposibles bajo el arco, como la de la defensa Silvia Mérida en el minuto 25... Y sin duda, varias paradas brillantes de la que ya fue la heroína del último duelo en La Rosaleda (ante el Zaragoza), la guardameta María Arrabal. El Rayo saltó a la cancha decidido a marcar cuanto antes, en el minuto 10 ya había tirado dos veces entre los tres palos y esa intensidad estaba asfixiando a la defensa malaguista, que no hacía sino aguantar estoicamente.
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Funcionó esta estrategia defensiva, porque el balón no entró en toda la primera mitad, pero la agonía fue constante. Tardó demasiado el conjunto local en llegar a la meta rival, el primer tiro a puerta llegó en el minuto 26, cuando Sonia Torralvo recibió un balón en largo y se quedó sola ante la portera, aunque esta lo detuvo fácilmente. Hubo algún acercamiento más antes del descanso, a través de alguna falta directa, pero ninguna hizo temblar os cimientos rojillos
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En la reanudación del juego, se notó que hubo un cambio de planes en el vestuario y que la idea fue la de apostar un poco más por la verticalidad que este año ha venido presentando el equipo, ser un poco más atrevidas; eso sí, sin dejar de defender, porque este Rayo podía dar un susto en cualquier momento. Y efectivamente, si por algo se caracteriza el juego del contrincante es por saber sacar petróleo de cada mínima oportunidad, como hizo en el minuto 61, en el que al fin consiguió abrir el marcador, a base de insistencia. No fue un tanto vistoso, tras un saque de esquina, Esther logró cazar un balón que dio vueltas sin sentido dentro del área pequeña hasta que se coló en las redes.
Había tiempo suficiente para la remontada, la motivación malaguista no decayó entonces, pero sí se mermó algo sólo tres minutos después, con el inesperado 0-2. En esta ocasión, un error de marcaje y las lagunas de la defensa local no pudieron frenar un pase en profundidad que acabó en la bota de Paula Sancho, que firmó el tanto sola, frente a la portera, y con mucha seguridad. Los minutos y el cansancio comenzaron a hacer mella en el equipo, que sintió entonces la superioridad física de un rival acostumbrado a la élite. Se acabó el partido y comenzaron a caer las lágrimas en el verde La Rosaleda. Lágrimas de rabia por haber dejado escapar el partido por dos errores puntuales, pero también lágrimas de satisfacción por haber peleado y por haber escrito una nueva página en el libro de la historia del estadio.
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