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El partido bien puede resumirse en dos jugadas: el 2-0 del Málaga, en el que la presión asfixiante con 'vitamina G' (esa intensidad innegociable ... para Pablo Guede), y el 2-2, cuando Plata se marchó como quiso de Febas, este en posición de lateral izquierdo (víctima de un planteamiento demasiado arriesgado durante más de una hora). Para entonces, cuando llegó el empate, estaban preparados dos cambios para dotar de equilibrio al equipo, pero, como marca la ley del fútbol, el mazazo siempre se produce justo cuando los sustitutos esperan turno en la línea de banda. A priori, dado el potencial del Valladolid, el empate habría sabido a gloria, pero visto el desarrollo del encuentro quedó la sensación de una nueva frustración,
El cambio de sistema (a un 5-3-2) buscaba presionar arriba, incluso con los 'carrileros' a la altura de los centrocampistas, y al mismo tiempo protegerse atrás con un efectivo más por la capacidad de los futbolistas visitantes en las llegadas desde la segunda línea. Sin embargo, al final el primer objetivo se cumplió demasiado poco en la primera parte (con Brandon y Vadillo muy blandos) y no como se buscaba en la segunda, pese al 2-0, tras introducir a Antoñín junto a Brandon con Vadillo más retrasado (como vértice superior de un rombo en la medular). Ver a Febas y Jozabed tratando de tapar a los laterales del Valladolid no sólo constató la fragilidad del planteamiento, sino que además propició demasiado descontrol, lo que se tradujo en una inferioridad clara por delante de la cobertura. Sólo tras el 2-2, con el cambio a un 4-1-4-1 más lógico, se vio a un Málaga más equilibrado.
El Málaga buscó continuamente errores en el achique de espacios del Valladolid con movimientos de arrastre. El primer gol nació con Vadillo recibiendo muy atrás y propiciando que la defensa rival picara el anzuelo adelantándose en exceso. La prueba más evidente se refleja en que el Málaga dispuso de centros 'limpios' como no se recordaba. Tras el tanto de Brandon se produjo otra opción, pero Javi Jiménez se precipitó en el minuto 18. En el banquillo visitante Pacheta se desgañitaba para reclamar que todo el equipo bajara con el fin de juntar las líneas.
Sentenciado en su momento, más por la enorme debilidad del equipo en la contención que por errores graves, Dani Martín ha recuperado la titularidad y esta vez salvó dos goles en la primera parte en remates de Weissman. El israelí dejó en evidencia a Peybernes todo el partido y se anticipó casi siempre, como se volvió a demostrar en el 2-2.
Claro que Weissman había recortado la desventaja sólo cuatro minutos antes al rematar completamente solo de cabeza en un córner. La intensidad que mostró el equipo en todo momento, con continuas ayudas en una actitud muy solidaria, desapareció cada vez que tocaba defender una acción de estrategia. En las faltas laterales cada centro fue un suplicio y en general en ese tipo de acciones faltó más colmillo. Dio la sensación de que Jozabed se despistó en la marca de Weissman (ya en la primera parte le ocurrió en otra jugada similar), pero Peybernes también andaba muy cerca...
Con Guede se observó que el nuevo entrenador huye de tantos 'sobar' la pelota. Sólo en la recta final, con la entrada de Ramón, el equipo ya jugó a más toques. Antes, las transiciones fueron más rápidas porque hubo más movilidad, más juego sin balón y, lógicamente, más líneas de pase. A falta de gol se buscaba encontrar más expuesta a la defensa rival y el objetivo se consiguió.
Esa 'vitamina G' del nuevo técnico llevó a una intensidad más constante de los jugadores y a un esfuerzo tenaz. El 2-0 fue una recompensa a esa fiereza del Málaga. Además, el equipo cometió 21 faltas, el tercer registro más alto de la temporada. Y muchas de ellas fueron en zonas en las que se requería frenar en seco el potencial del contrario.
Nunca ha tenido mucho gol, pero desde la primera jugada a Adrián se le vio con muy poca chispa. Es evidente que no se puede cargar de responsabilidad a un joven como Loren, pero cabe preguntarse si un especialista en la definición como él habría perdonado en las dos muy claras del asturiano, demasiado lento.
Si el Málaga anduvo no muy lejos de las 10.000 entradas vendidas, cuenta con 13.000 abonados (según la versión oficial) y la entrada fue de 18.004 espectadores, es evidente que muchos de los que tienen el carné están demasiado desencantados. Que tomen nota en La Rosaleda. Con el 'efecto Guede' no basta...
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