Desde julio de 2018, el malagueño Antonio Sánchez-Benedito Gaspar es el máximo responsable diplomático de la Unión Europea en Mozambique. Desde Maputo y ... antes de iniciar sus vacaciones en Málaga, este experto en la geopolítica africana atiende a SUR en esta entrevista.
–Por explicarlo a los lectores que no lo sepan, desde el punto de vista formal y de acceso ¿qué diferencia ser embajador de la Unión Europea de serlo de España?
–A la carrera diplomática española se entra por oposición, como a cualquier otro cuerpo superior de la administración, y a medida que se va ganando en experiencia se abre la oportunidad de ocupar una jefatura de misión. Para que un diplomático nacional, como es mi caso, pueda ser embajador de la Unión Europea normalmente hay que haberlo sido antes en tu propio país y pasar un proceso de selección bastante competitivo con candidatos de todos los otros estados miembros además de los propios funcionarios de las instituciones europeas. En el fondo, el trabajo no se diferencia tanto. En ambos casos se trata de defender y promover unos objetivos políticos, económicos, comerciales y de cooperación. Como embajador de la UE hay un elemento multilateral específico, mientras que falta el aspecto consular y de asistencia y protección de nacionales. Por cierto, esta mayor cercanía a los ciudadanos y poder resolverles problemas específicos es lo que más echo de menos.
–Supongo que la responsabilidad es mayor.
–Dirijo un equipo de 60 personas, mitad europeos y mitad mozambiqueños, y manejamos un presupuesto de cooperación de unos 125 millones de euros anuales. Un componente esencial de mi trabajo es la coordinación del grupo de los embajadores europeos en la búsqueda permanente de consensos.
–¿De quién depende usted jerárquicamente?
–Mi jefe y el de todo el Servicio Europeo de Acción Exterior es el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE y Vicepresidente de la Comisión, Josep Borrell. En la práctica dependo del Director General de África del SEAE para la parte más política, y de los diferentes Directores de la Comisión para las cuestiones más sectoriales como cooperación al desarrollo o comercio.
–En ocasiones se reprocha a la UE no tener una política exterior unitaria, ¿chocan los intereses de la UE con los de los diferentes países donde hay embajadas de ambos?
–Con frecuencia se critica a la UE, casi siempre por motivos de política interna, pero siempre se acude a ella para la resolución de las grandes cuestiones. Así ha sucedido de nuevo con la crisis del Covid. La respuesta de la UE, tanto dentro como fuera de Europa, ha sido masiva y sin precedentes. La UE no aspira a sustituir a las diplomacias nacionales sino a reforzarlas en la defensa de intereses comunes y la consecución de objetivos compartidos.
–Actualmente está en Mozambique, ¿cuáles son los intereses de la UE en ese país?
–La consolidación de la paz y la estabilidad, el fortalecimiento del sistema democrático y ayudar a situar el país en una senda de crecimiento y de desarrollo sostenible en el que puedan participar actores europeos con inversiones e intercambios. Por otro lado, como actor global la Unión Europea no puede dejar de implicarse a fondo en la resolución de los grandes desafíos globales en todo el mundo, y por tanto también en Mozambique: cambio climático, transición energética, terrorismo, migraciones, pandemias, …
–Es un país desconocido para la mayoría de los españoles, ¿qué destacaría de él?
–Un país muy joven tanto en términos políticos e históricos –sólo accedió a la independencia en 1975– como humanos –la edad media de la población apenas supera los 16 años–, que ha sufrido mucho como consecuencia de conflictos internos y desastres naturales, pero que cuenta con enormes recursos y, estoy convencido, con un futuro prometedor. Un país bellísimo con más de 2.500 kilómetros de costa, estratégicamente situado en el Océano Índico occidental.
–¿Qué percepción tienen en Mozambique de Europa en general y de España en particular?
–Bastante positiva. Europa ha acompañado siempre a Mozambique en sus diferentes etapas, y los mozambiqueños, debido a la huella portuguesa y al apoyo constante de España, creo que sienten una especial cercanía hacia España y los españoles.
–¿Es un destino tranquilo o movido?
–No nos aburrimos: proceso de paz con la antigua guerrilla de la Renamo, terrorismo islamista en el norte, ciclones y sequías, frágiles procesos electorales y, sobre todo, un esfuerzo permanente por combatir la pobreza.
–¿Cómo se ha vivido la pandemia en esa zona?
–Con enorme preocupación, aunque la tasa de infecciones se mantiene por el momento en niveles comparativamente bajos. También es cierto que no hay capacidad para hacer muchos tests y que probablemente haya muchos más contagios y enfermos que los oficialmente reconocidos. Por otro lado, a la amenaza que la pandemia representa para un sistema de salud muy deficiente se añaden los efectos económicos y sociales de las medidas restrictivas y la caída de la demanda y de los precios internacionales de materias primas de exportación, que impactan sobre una población muy pauperizada y vulnerable que ya sufrió el año pasado dos grandes ciclones.
Sobre la carrera diplomática: «Es muy vocacional, exige capacidad de sacrificio y resiliencia, y mucho espíritu de servicio»
–La mayoría de sus destinos han sido en países africanos y fue subdirector general del África Subsahariana. ¿Viven los europeos de espaldas a la realidad del continente africano?
–Si en el pasado Europa ha vivido de espaldas a África o se ha limitado a tratarla con una actitud paternalista, esto ya no es posible. Nuestro presente y nuestro futuro están estrechamente ligados a la evolución del continente vecino. De África proceden los grandes desafíos para la paz y la prosperidad de Europa, como los flujos migratorios descontrolados o amenazas terroristas, pero también enormes oportunidades. Existe una interdependencia y una complementariedad natural.
Geopolítica mundial
–¿Cuál es su análisis de la situación geopolítica internacional?
–Fluida, volátil, multipolar. Las reglas de juego que han regido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial están hoy en entredicho. En este complejo escenario el tamaño importa, y mucho. Sólo una Europa fuerte y unida puede hablar de tú a tú a China, a Rusia o a los Estados Unidos. Los británicos que votaron a favor del 'Brexit' creían que estaban recuperando su soberanía cuando es justamente todo lo contrario. Fuera de la UE serán más débiles y vulnerables.
Colaborando en tareas humanitarias en uno de los últimos ciclones que sufrió Mozambique.
Foto cedida por el entrevistado
–¿Qué papel juega España en este escenario geopolítico?
–En ocasiones nuestras pasiones internas nos impiden desarrollar toda nuestra capacidad de acción en la arena internacional. Pero tenemos grandes bazas. En América Latina, en el Mediterráneo, en Europa, España cuenta. Tenemos una lengua y una cultura universales y somos una de las quince mayores economías del mundo.
–¿Qué razón daría a un joven para que se decantara por la carrera diplomática?
–Es muy vocacional, exige capacidad de sacrificio y resiliencia, y mucho espíritu de servicio. Hay que tocar muchos palos, hay que saber comunicar y negociar, analizar e informar. El diplomático traduce y explica la realidad del país donde está acreditado y vende el producto del país o la organización que le acredita.
–¿El momento de mayor tensión o peligro que ha vivido como embajador?
–No me van faltar batallitas para contar a mis nietos… Me han puesto un AK en el pecho, he vivido un terremoto de 7.9 puntos en la escala Richter, he hecho aterrizajes de emergencia, he pasado por varios ciclones, he trabajado para la liberación de cooperantes españoles raptados en el Sahel y de atuneros secuestrados por piratas somalíes. He tenido grandes satisfacciones y también momentos de enorme tensión y tristeza. Lo más duro es cuando debes anunciar la muerte repentina de un hijo a un padre o una madre.
«Me han puesto un AK en el pecho, he vivido un terremoto de 7,9 grados, he hecho aterrizajes de emergencia,...»
–Cuando habla con sus amigos, ¿qué mitos o tópicos debe desmontar sobre los diplomáticos?
–El anuncio de Ferrero Rocher ha perpetuado el cliché del diplomático frívolo e indolente. La realidad es más prosaica, mucho menos glamurosa. Es cierto que el diplomático como representante de un país (o de una organización supranacional como es mi caso actualmente) debe asistir a muchas cenas, recepciones y actos sociales y culturales, pero estos no son sino una prolongación de la jornada laboral y una ocasión para obtener informaciones, realizar gestiones y tejer lazos y complicidades que más tarde serán útiles.
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