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Una marea violeta de 15.000 personas según la Policía Nacional y de 18.000 de acuerdo con la organización recorrió ayer el centro de Málaga bajo el lema «Ni promesas ni excusas. Las mujeres exigimos realidades». Ni las bajas temperaturas para un mes de ... marzo en Málaga ni la amenaza de lluvia, que hizo discreto acto de presencia, restaron brillo a una marcha que, según Andrea Barbotta, de la coordinadora organizadora del Día Internacional de las Mujeres en Málaga, superó las cifras de 2023 y las expectativas, dados los otros eventos que en estas fechas se dan cita en el centro, como el festival de cine. Aunque éste también pudo inyectar asistentes a la manifestación: un grupo de ocho madrileños de mediana edad que se encuentran en la ciudad para disfrutar de películas y documentales echaron en la maleta vestimenta violeta para sumarse a este 8M local. «No podíamos faltar, teníamos que venir: nos jugamos mucho, nuestras libertades, que no haya retrocesos», defendía una de ellos, María José Cruz.
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Cristina Pinto
La meteorología tampoco fue impedimento para Paco Ortega, de 39 años, y su hija de tres. Ésta fue la mejor motivación para sacarle a la calle: «Quiero que ella tenga la misma libertad que yo, que no le tenga que pasar nada por el mero hecho de ser mujer». Y otras dos amigas, Vanesa y Teodora, comentaban: «Es una causa muy poderosa y no importan ni la lluvia ni el frío, porque queremos tener los mismos derechos que los hombres».
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La marcha comenzó pasadas las siete de la tarde en la Alcazabilla con dos hitos. El primero, protagonizado por Pelucas Paco, que regaló 200 ídem moradas para celebrar su sesenta aniversario sumándose a la causa del feminismo y alimentando la marea morada, dando vistosidad al arranque de la manifestación. El segundo, por las mujeres rurales que revolucionaban la calle para hacerse su foto de familia: Aroa Palma y sus compañeras acababan de llegar de Almáchar y El Borge, dos pueblos de La Axarquía. Se quejaban por sentirse discriminadas no sólo respecto a los hombres en general, sino también respecto a las mujeres urbanas: «Los servicios públicos de los pueblos se están desmantelando», argumentaban.
Mientras, otras ironizaban con sus penas:«Las gitanas ya no lloran, las gitanas facturan». Ana Cortés denunciaba: «No estamos doblemente discriminadas por mujeres y gitanas, estamos triplemente, cuadruplemente, por ser madres, hijas, hermanas, y vivimos en barrios marginales. Tenemos el estigma en lo alto».
Pensionistas, ecologistas... y también las artistas llevaban su propia pancarta: Mariana Martín es la presidenta de su asociación y aprovechó para advertir de que van a retomar el estudio sobre su participación en espacios públicos y privados, para ver si se están aplicando las medidas cuya puesta en marcha motivó el análisis que efectuaron sobre las muestras desarrolladas entre 2008 y 2020.
Las jovencísimas Naomi Jaime y Eva Cortés, de 18 y 19 años, se mostraban muy solidarizadas con las mujeres palestinas. De hecho, hubo muchas pancartas y banderas en apoyo de Gaza, entre ellas, la suya: «Venimos para luchar por nuestros derechos. Pero también por ellas, por las palestinas, porque no pueden». Y además mostraban su indignación porque sus coetáneos varones las afeen su feminismo –dicen que los chicos las invitan a quitar los posts que publican en Instagram por este 8M y que las llaman 'feminazis'–. Y no es una excepción lo que les sucede: las encuestas informan de que es en su generación en la que mayor es la brecha entre el igualitarismo que ellas defienden y el machismo de ellos.
Mujeres de todas las edades, rurales y urbanas, de todas las etnias y clases sociales... También muchos hombres. Como explicaba a SUR Andrea Barbotta esta misma semana, la manifestación de 2018 cambió para siempre el 8M en España y en Málaga: ya no está ceñido a las feministas 'pata negra', a las más politizadas, ahora es un movimiento transversal. La tensión reivindicativa se mantiene, aunque es posible que a corto plazo no se puedan repetir las cifras de ese histórico año, en el que la manifestación acompañó a una huelga feminista.
Además, en el caso de Málaga, el feminismo ha logrado conservar su unidad:sólo hay una marcha y un manifiesto. Aunque eso no significa que no haya temas divisivos. De hecho, hay dos puntos de fricción entre las mujeres malagueñas: la abolición de la prostitución y la ley trans. La coordinadora del 8M de Málaga es abolicionista y crítica con la ley trans porque a sus ojos supone el borrado de las mujeres por la autodeterminación del género que posibilita.
Es por ello que desde La Invisible se organizó el 8M «autónomo» y «crítico» con una marcha que partiría de ese espacio autogestionado pero que se sumaría a la manifestación general colocándose al final en forma de «bloque no mixto», entendido éste como «mujeres cis, trans y disidencias de género», que cantarían sus propias proclamas. Así, en la cabecera se gritaba «ser mujer no es un sentimiento», mientras que en su último tramo uno de los lemas era «aquí somos transfeministas».
Ángela Cuéllar, Ana Luna y Yendeh R. Martínez, del Movimiento Feminista Autónomo, en conversación con SUR en el patio de La Invisible, explicaban que la manifestación era única, pero no «unitaria», puesto que su colectivo no comparte muchas consignas del que califican de «feminismo institucional» –sobre todo sobre prostitución y transgenerismo–. Pero confesaron que no han considerado organizar su propia marcha porque ello restaría fuerza al movimiento feminista y asistentes y tampoco querían ceder su espacio: «Es importante que estemos como bloque crítico y autónomo».
La agenda política ha estado llena de actos feministas esta semana y la política también estuvo presente en la marcha anoche. Toni Morillas, portavoz de Con Málaga en el Ayuntamiento, valoró la protesta para SUR: «Es una gran demostración de fuerza del feminismo, el nuevo sentido común compartido, transversal y democratizador. Somos muy conscientes de que los derechos conquistados han sido resultado de la movilización y hay que seguir». Mientras tanto, Mari Nieves Ramírez, diputada del PSOE en el Congreso por Málaga, apuntó mientras sostenía una pancarta con la inscripción 'Moreno Bonilla, yo no te creo': «Éste es un día de lucha para reafirmar nuestro compromiso socialista un año más. No vamos a permitir ni un paso atrás en nuestra tierra».
También el mundo sindical participaba de la marcha. Así, Patricia Laguna, secretaria de Mujer de Comisiones Obreras, gritaba en medio de la manifestación: «¡Sindicato feminista!». ¿Eso en que se traduce?, le preguntamos. Y contestó que en varias reivindicaciones: más salario mínimo, más planes de igualdad y cierre de la brecha de las pensiones.
El intenso clamor por la igualdad lo pudo comprobar cualquier persona que permaneciera en la calle Alcazabilla viendo ese río violeta, pero a la vez diverso, correr: si la manifestación partía a las siete de la tarde, una hora después aún estaba pasando gente. En la Alameda Principal el caudal era más fluido, por la mayor anchura de la vía. Después, en la Plaza de la Marina, al final, Carmen Martín, la presidenta de la Plataforma Violencia Cero, junto con Ana Ferrer, portavoz de las mujeres con endometriosis, leyeron un manifiesto que desgranaba la agenda feminista. Y un grupo de mujeres enteramente de blanco leyó los nombres de las once malagueñas asesinadas en 2023 y 2024. Aunque matar no sólo es asesinar, dijeron: «Si me invisibilizas, también me matas». Se trata de la Compaña Feminista, las mujeres anónimas de Málaga que representan a las asesinadas. Luchan contra la invisibilzación de todo feminicidio, no sólo los oficiales. Y cerraron el acto recitando un bello y reivindicativo poema.
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