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Pedro Arriola hizo de la discreción una de sus señas de identidad. Siempre prefirió el segundo plano, lejos del foco, a estar en la primera línea de la política. El economista y sociólogo no ambicionó nunca cargos a pesar de que no le faltaron ... oportunidades para haberse sentado en el sillón azul de los ministros bajo los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy, los dos expresidentes del Gobierno a los que asesoró desde que a finales de los ochenta del pasado siglo fichó por el PP como consultor. Un puesto, el de gurú, oráculo o brujo -algunos de los calificativos con los que solían referirse a este hijo de militar de alta graduación-, que alimentó la leyenda entorno a su figura, aunque él rehuía del protagonismo y las entrevistas. El ejemplo de su prudencia lo resume su frase: 'Lo que puedo contar no tiene interés y lo que tiene interés no lo puedo contar'.
Quienes le conocen y lo trataron definen a quien ha sido esposo de la exalcaldesa de Málaga, Celia Villalobos, como un hombre inteligente, afable en el trato y dotado de una gran capacidad para la sociología electoral, la elaboración de discursos, la estrategia sobre cómo aparecer frente a las cámaras o cómo preparar los debates. A él se le debe la paternidad de una de las frases que forman parte de la historia reciente de la política española: el famoso 'váyase, señor González'.
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«Era una persona muy inteligente; más listo que el hambre», recuerda uno de sus amigos malagueños, que lo conoció en los años sesenta del pasado siglo cuando Arriola se alojaba en el Colegio Menor (en el barrio de Carranque) mientras estudiaba la carrera de Ciencias Económicas en Málaga. «Tenía una cabeza muy bien amueblada y con mucho sentido común. Analizaba muy bien los escenarios y las estrategias a desarrollar. Además sus aportaciones eran siempre muy constructivas», añade un dirigente político de la provincia que lo trató cuando desembarcó en el PP. «A pesar de la imagen que se proyectaba de él era una persona muy cariñosa, amena y muy buen conversador», añade una política que lo conoció.
Otra de las cualidades que suele destacarse de Arriola es que «siempre tuvo claro cuál era su sitio, tanto cuando fue asesor de los presidentes del Gobierno como respecto a las responsabilidades políticas de su mujer», según subraya un político que lo conoció de cerca. En este sentido, cuando Villalobos fue alcaldesa de Málaga, ministra de Sanidad o vicepresidenta del Congreso de los diputados, «él no se metió nunca en nada de su gestión, a menos que ella le pidiera algún consejo», añadieron fuentes consultadas.
A pesar de sus vínculos con el PP, al sobrino del poeta Juan Ramón Jiménez no se le conoció afiliación a ningún partido más allá de unos flirteos de juventud con el PCE, años aquellos, en los que ya empezó a gustarle la política, según destaca uno de sus amigos de esa época con quien juró bandera en el acuartelamiento de La Legión en Viator (Almería) cuando se inauguró la plaza de Málaga.
Arriola llegó a Málaga desde la Sevilla que le vio nacer en 1948 para estudiar la carrera. Aquí hizo amigos y se enamoró de Celia Villalobos, que entonces estaba en el colegio Gamarra, con quien terminó casándose. Un matrimonio de dos personalidades de carácter muy opuesto, que tuvo tres hijos, Amaya, Macarena y Pedro, y varios nietos, con los que disfrutaba especialmente este apasionado lector de manuales de estrategia militar y de novelas policíacas, sobre todo, las de John Le Carré y Ann Perry, y a quien le gustaba el fútbol con el corazón blanquiverde de los colores del Betis.
Su vínculo con Málaga se mantuvo a lo largo de toda su vida. Cuando la familia se venía a su apartamento de Playamar, todos los días sobre las 11 de la mañana llegaba al chiringuito Los Manueles con sus periódicos y se sentaba en un rincón de la terraza, a leer la prensa. Cuando terminaba se tomaba el aperitivo: una cerveza con media ración de calamares. «Solía decir que sólo había dos sitios donde se podían tomar calamares: en Los Manueles y en Atocha», recuerda el dueño del establecimiento, Manuel Villafaina.
Su figura, reconocida por amigos y adversarios, se apagó este viernes tras una larga enfermedad, llevándose consigo muchos secretos de la historia reciente de los que fue testigo desde que su empresa, el Instituto de Estudios Sociológicos, comenzó a colaborar con Aznar cuando éste era presidente de Castilla y León en 1987 y hasta 2018, cuando dejó de asesorar a al PP y a Rajoy tras la moción de censura que desalojó a éste de La Moncloa, pasando por su papel como interlocutor del Gobierno en las conversaciones con ETA durante la tregua anunciada por la banda terrorista, que intentó asesinar en dos ocasiones a Celia Villalobos. «A lo largo de su vida profesional vinculada a la política, Pedro jugó un papel discreto, pero muy relevante», concluye un dirigente que tuvo trato con él.
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