El incendio arrasó con una vasta masa de pinar resinero, un 10% de pinsapar de Los Reales, y destruyó el paisaje y hábitat de especies de flora vulnerables y de fauna propia de este macizo
No se puede saber lo que se ha perdido si no se conoce lo que se poseía. Las montañas que circundan la Costa del Sol occidental, en este caso el macizo de Sierra Bermeja, o de las sierras bermejas, como gusta de llamarlas el catedrático emérito de Biología Vegetal y botánico, Baltasar Cabezudo, son su gran pulmón, crean un microclima, producen oxígeno, retienen dióxido de carbono para frenar el cambio climático, protegen el suelo, evitan las inundaciones y generan un paisaje, que le da vida a la flora y fauna del entorno y a todos los pueblos que se asoman a él. Pero, por encima de todo, y como explica este botánico así como el director del paraje natural de Los Reales de Sierra Bermeja, Rafael Haro, la mayor pérdida, la irrecuperable, es la del bombero del Infoca, Carlos Martínez Haro.
Para llegar a comprender los bosques que se han perdido es fundamental conocer el sustrato. El rojo que despiden estas rocas, ese bermejo llamativo con el que se visten las montañas, le dio nombre en su día a este macizo: Sierra Bermeja. Este impresionante conjunto está formado por una roca rarísima que se deja ver en muy pocos lugares del mundo: las peridotitas. Estas piedras magmáticas se crearon en el manto de La Tierra y salieron a la superficie a través del empuje geológico a lo largo de millones de años. Hoy son sumamente escasas, tanto que se configuran como una auténtica rareza. Un exotismo geológico. Málaga es una privilegiada, ya que esta piedra se extiende por una vasta extensión de 40.000 hectáreas, desde Estepona hasta Mijas. De ahí, que esta sierra sea el paraíso de los geólogos, que se adentran en sus entrañas para escudriñarla. Las peridotitas están formadas por el mineral olivino y silicatos de hierro y magnesio así como gran cantidad de metales pesados en pequeñísima proporción. Una vez formada la roca, y en la intemperie, la acción del agua provoca que el hierro se oxide dando esa tonalidad rojiza que reina en toda la sierra.
El incendio ha afectado a unas 10.000 hectáreas. Las pérdidas en masa vegetal han sido abundantes, pero un fuego, que ha avanzado a una media de 1.600 hectáreas al día ha dejado atrás lo que los forestales llaman rodales, que no son otra cosa que pequeñas islas de vegetación de pino resinero (negral), que servirán para regenerar la zona de forma natural cuando las piñas que tienen suelten los piñones (semillas) en la capa de cenizas, y fructifiquen en otoño con las lluvias.
La pluviometría de este macizo es favorable, ya que es de las más altas de la provincia, donde los vientos atlánticos llegan cargados de humedad. Es la gran diferencia con las montañas de la Axarquía, que padecen más las sequías, como explica Haro, donde además hay menos cubierta vegetal. Esto es aplicable a los parajes en los que el fuego no lo ha calcinado todo, en los que habrá que ver cómo se comporta la regeneración natural, pero otros requerirán de repoblación artificial y de un plan específico de recuperación del terreno, sobre todo de cara a posibles avenidas, según indica Cabezudo. De todos es sabido del poder de los árboles para contener el suelo.
La masa madre del pinsapar de Los Reales no se ha visto afectada, sí lo está en los bordes del paraje natural
El pino resinero es una especie pirofítica, es decir adaptada a los incendios; de hecho en Sierra Bermeja ha habido fuegos con una cadencia de 18 a 20 años y se ha ido regenerando de forma natural. El problema es que es una sierra de pinar homogéneo, compacto, muy apretado, por lo que los mosaicos de vegetación (distintas especies y estadios de la vegetación), como explica el coordinador regional del plan de recuperación del pinsapo, José Quintanilla, es una de las variables que se pondrán sobre la mesa a la hora de repoblar cuando suban a los montes y hagan una valoración sobre el terreno de los daños e inventario de pérdidas.
El pinsapo de Los Reales de Sierra Bermeja es otra de las especies afectadas. «Se han perdido ejemplares sueltos en la subida de Estepona y también en los bordes del paraje natural, en concreto un 10%; mientras que la masa madre del pinsapar, sin embargo está en buen estado, lo que será vital para su recuperación, aunque se podrían plantear tareas de repoblación», subraya Quintanilla. Las pérdidas en castaño del Valle del Genal son menores pero que habrá que cuantificarlas, y también hay bajas en los ejemplares de encinas y alcornoques en Peñas Blancas camino hacia Casares. Precisamente, el fuego se quedó a las puertas del paraje natural Sierra Crestellina, con gran valor ornitológico.
Sierra Bermeja alberga endemismos florísticos exclusivos asociados a esta peculiar roca, los claveles silvestres 'Silene serpentinícola' y 'Silene fernandezi', y plantas en peligro de extinción propias de la zona como 'Centaurea carratracensi' y 'Armeria carratracensi', entre otras. Es obvio que hablando de plantas habrá habido pérdidas, pero como contrapartida, Cabezudo explica que 21 de estas 23 especies están en el parque nacional Sierra de las Nieves y que de todas, afortunadamente, hay semillas en los bancos de la Consejería de Medio Ambiente por si hubiera que reponerlas en algunos enclaves.
Las aves son sensibles al humo, por lo que cuando lo huelen, si no anidan, como pasa ahora, abandonan rápido el lugar
De altísimo valor ecológico, los Reales de Sierra Bermeja es Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), según la directiva europea, donde se contabilizan 150 especies de aves; 25 protegidas por Directiva de Aves y 117 protegidas por la legislación nacional o andaluza, con especial diversidad en lo que respecta a aves rapaces. De hecho es zona de campeo y nidificación de la mítica águila real. Como puntualiza Haro, las aves son muy sensibles al humo, por lo que cuando lo huelen son las primeras que abandonan el lugar. Especialmente cruento hubiese sido si el fuego hubiera prendido en el tiempo de nidificación, pero en la actualidad las aves están de paso del Estrecho hacia África a lugares más cálidos donde invernar, y es el momento de dispersión de los jóvenes del año (los nacidos en primavera).
De los mamíferos, Sierra Bermeja es hábitat de la cabra montés, que también tiene una habilidad innata para escapar, aunque ha podido haber ejemplares acorralados por el incendio, así como de corzos. De los anfibios, la zona es propia de la salamandra y el sapo común, ambos estivando junto a otras especies en esta época por el calor, escondidos bajo la tierra, por lo que algunos, no todos, habrán perecido en la contienda con el fuego. De los reptiles, es hábitat común de la víbora hocicuda y las culebras bastarda, de herradura y de escalera, entre otras, de las que también habrá pérdidas.
Nada es irrecuperable, pero el paisaje tardará siquiera 20 años en volver a su estado natural. Los montes mediterráneos no son una foto fija, de hecho soportan el cambio climático, las plagas, los fuegos... no son un jardín de plantas ornamentales, pero sí acaban generando un vínculo indisoluble con pueblos que se asoman a ellos. Grisura, negritud, tristeza. Como contrapartida, toca poner las miras en el otoño y en las lluvias moderadas que caigan para regar este espacio, que los piñones germinen y los pinitos empiecen a ocupar sus fueros. El futuro plan de recuperación debe ser generoso y mejorarse la defensa forestal, como demanda Cabezudo. La vuelta a los orígenes será dura porque las pérdidas han sido cuantiosas. La metamorfosis tras el brutal incendio de Sierra Bermeja está en la mente de todos.
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