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Las faltas de ortografía penalizan en muchos institutos, sobre todo en la asignatura de Lengua Castellana, y en el examen de esta materia de selectividad. En cambio, en la Universidad de Málaga no hay una norma específica sobre corrección ortográfica y queda a criterio del ... profesor. Solo, como es lógico, en carreras de Filosofía y Letras, como es el caso de Filología Hispánica, o en el máster de profesorado se recoge en sus guías docentes de manera expresa la corrección ortográfica como elemento de evaluación.
En los institutos, la norma generalizada es penalizar las faltas ortográfica, con un máximo de dos puntos por examen, pero sobre todo en los cursos de Bachillerato. Además, hay muchas diferencias según los centros. Por ejemplo, en los de difícil desempeño y en los casos de alumnos con problemas de aprendizaje, no se puede seguir este criterio, señalaban desde uno de estos centros.
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Isabel Sarmiento, profesora de Lengua Castellana y Literatura en el IES Las Salinas, en Los Boliches, por ejemplo, penaliza con 0,05 puntos las faltas de ortografía de sus alumnos. «Permitir faltas de ortografía a un opositor a profesor de Lengua es una barbaridad. Se presupone que un docente en potencia de Lengua ha de dominar las competencias lingüísticas; entre otras, la expresión escrita, que debe ser coherente, cohesionada, adecuada y correcta», dice la profesora.
Entre los centros concertados, en Maristas también tienen establecidos los errores ortográficos, léxicos y/o gramaticales como criterio de corrección, con una penalización de 0,25 por falta y un máximo de 2 puntos. «Cada departamento lo establece y adapta en función de las materias y la importancia de la competencia en comunicación lingüística de la misma», señalan. «Eso sí, siempre con la flexibilidad y adaptación al alumnado de necesidades educativas». En Bachillerato siguen los criterios establecidos en la PEvAU, una penalización máxima de 2 puntos por faltas de ortografía y tildes.
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Para los exámenes de selectividad, la comisión de Distrito Único Andaluz publica cada año los criterios específicos de corrección. Consultados los de todas las asignaturas, solo en el de Lengua Castellana y Literatura se establece de manera concreta una penalización de dos puntos en conjunto por la expresión (corrección formal y gramatical, precisión, claridad, etcétera).
En la Universidad de Málaga no hay una normativa concreta y generalizada sobre la corrección ortográfica en exámenes o trabajos. Solo en carreras de Humanidades hay una mayor exigencia. José Antonio Gómez Yebra, catedrático jubilado de Lengua y Literatura en la UMA, recuerda que en el departamento «éramos bastante estrictos con las faltas de ortografía. No se puede permitir que un docente de Lengua y Literatura españolas cometa ni una sola falta. Es bochornoso». En su opinión, «estamos empobreciendo nuestra lengua, que es un activo muy atractivo en todo el mundo».
En la guía docente del grado en Filología Hispánica se recoge, para algunas asignaturas (caso de Gramática de la Lengua Española II), como actividad evaluable, 'Pruebas de conocimiento (test) de ortografía'. También la guía docente de Procesos y contextos educativos, del máster universitario en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, FP y Enseñanza de Idiomas, se recoge de manera específica como criterios de evaluación específicos de los trabajos y pruebas escritas la «corrección ortográfica, sintáctica y gramatical».
Gaspar Garrote, profesor titular de Literatura Española, considera que la escritura se basa en la memoria visual de lo que se lee. «Es difícil acordarse de todas las normas gramaticales, por lo que cuanto más se lee menos faltas se cometen», explica, por lo que afirma que «todo profesor tiene que ser un excelente lector». En ese punto, Garrote recuerda una frase de su profesor Lázaro Carreter: «Todo profesor, de cualquier materia, tiene que ser profesor de ortografía». También reconoce que en un examen de oposiciones los nervios pueden influir y, en ese sentido, entiende que las comisiones de selección hayan podido optar por criterios menos estrictos. Aunque en su actividad evaluadora la ortografía «resta», también tiene en cuenta que el mensaje sea «claro y coherente».
Por su parte, Enrique Baena, catedrático de Teoría de la literatura y literatura comparada, comprende que en un examen los nervios o la falta de tiempo lleven a cometer algún error. «Pero de ahí a que se admitan ese número de faltas supone aceptar que no es que se cometan errores involuntarios, sino que hay un desconocimiento de las normas gramaticales». Según Baena, «no podemos normalizar los errores, y menos en ese número tan alto». Se muestra partidario de ser «condescendientes» con pequeños fallos que, asegura, los profesores detectan con facilidad.
Explica que esta «permisividad» no es de hoy, ya que de una u otra manera se ha instalado en la educación desde hace años. A su entender, esto supone «quebrar el prestigio del conocimiento de la lengua, con la que nos comunicamos de forma escrita o hablada».
En Psicologia, por ejemplo, no hay una normativa concreta, pero si un trabajo se presenta con muchas faltas «el profesor suele devolverlo para que se presente corregido», señala la decana, María Isabel Hombrados.
En la Facultad de Económicas, confirma su decano, no hay una normativa específica. Eugenio Luque opina que las formas de comunicarse «están cambiando y estamos perdiendo destrezas ortográficas y gramaticales, cada vez escribimos menos a mano y más con dispositivos móviles y ordenadores que, en la mayoría de los casos, corrigen automáticamente los posibles errores», por lo que dice entender esa permisividad dentro de ese contexto. «Cada vez vivimos más en un entorno en el que prima lo que se quiere comunicar más que la forma en que se comunica», concluye.
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