Claus es de Guatemala y es chef titulada. Salvador Salas

Claus: «Vine a Málaga en 2019 huyendo de Guatemala y ahora tengo dos pastelerías»

Solicitó refugio en España por los problemas políticos que afectaban a su familia en su país y cuatro años después se ha convertido en una mujer de negocios de éxito

Martes, 18 de junio 2024, 14:13

Claus es guatemalteca, tiene 45 años y llegó a Málaga en agosto de 2019 cuando sus tres hijos varones tenían ocho, diez y doce años. ¿Por qué escogió Málaga? Porque una conocida suya vivía en la ciudad y le contaba que era bonita y segura. En esto último, todo lo contrario a Guatemala: «Es un país inseguro, hay delincuencia, pobreza y poco trabajo». A ese mal ambiente generalizado se sumó el problema político que tuvo el marido de su madre que se volvió mediático y se extendió como una mancha de aceite sobre toda la familia, alcanzándola también a ella misma, limitando tanto sus posibilidades económicas que se vio empujada a irse: no podía mantener a sus hijos y además la educación pública allí es pobre y también el sistema nacional de salud.

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Así que planteó su migración en términos económicos. Pero la mujer que le dio cobijo a ella y a su familia, de origen uruguayo, la asesoró para que pidiera asilo, protección, en España: en el fondo, los problemas que la habían traído a España eran más políticos que económicos. Entonces fue cómo se dirigió a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR): «Cuando llegué a su sede, estaban a punto de cerrar por vacaciones, pero me atendieron y me asesoraron sobre todo el procedimiento, así que me hice solicitante de asilo», explica, emocionada, agradecida a la responsable de los servicios jurídicos de CEAR en Málaga, Fany Barrabino, que la aconsejó entonces.

Mientras se resolvía el procedimiento y el sistema la reconoció como solicitante de asilo, trabajó limpiando casas por 20 euros: «Con ese dinero comíamos toda la semana. No sabía que había bancos de alimentos», dice. En diciembre de ese mismo año, de 2019, su madre la visitó y pasó con ella un mes. Y en enero, ya de vuelta en Guatemala, murió. De nuevo, Claus vuelve a emocionarse mientras lo rememora: «Lo interpreté como una señal de que había salido del país cuando tenía que salir».

Entonces, llegó la pandemia. Y durante la cuarentena y más allá se ganó la vida como la coach alimentaria titulada que es -además de chef- a través de las redes sociales. Cuando se fue superando la Covid-19 y ella consiguió el permiso de trabajo, empezó a trabajar en cafeterías en el centro de Málaga.

Pero Claus es de natural emprendedora. Así que fue al CADE (Centro Andaluces de Emprendimiento de la Junta de Andalucía) en busca de ayuda. Con ese asesoramiento y un préstamo de CaixaBank de 25.000 euros puso en marcha una pastelería, Claus Bakery, que abrió en enero del año 2022 -«aún con la mascarilla puesta», rememora-. A día de hoy ya tiene dos establecimientos que emplean a un total de seis trabajadores: dos de Málaga, dos argentinos y una chica de Colombia. Ahí se puede encontrar repostería artesanal, con la cheescake como especialidad, opciones veganas y sin azúcar, tartas de todo tipo y para toda ocasión. Además, vende al por mayor y prepara catering y picoteos. Y también es asesora gastronómica y diseña y crea menús para terceros. Se preparó para ello: porque además no es su primera vez en Europa; hace 25 años, siendo muy jovencita, ya había cruzado el charco para estudiar para ser chef.

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Su historia como solicitante de refugio ha tenido un desenlace favorable. En enero de 2023 ya era residente permanente en España y sus hijos ya están construyendo sus sueños en España: el mayor está acabando la secundaria y quiere ser guionista y director cinematográfico; el mediano está terminando segundo de la ESO y quiere ser futbolista profesional y jugar en el Real Madrid; y el pequeño, en primero de la ESO, quiere ser actor de cine. Inquietudes deportivas y artísticas las de sus vástagos.

«Éste es mi país, mi casa, mi comunidad»

«Estoy agradecida a España, a CEAR y cada persona que se ha puesto en el camino. Éste es mi país, mi casa, mi comunidad. Me va bien. Cuando abrí la pastelería no sabía qué iba a ser, porque no conocía ni la economía ni las leyes en España», explica. Pero enlazó durante muchos meses sin solución de continuidad su trabajo en la tienda y el cuidado de sus hijos: llegaba de noche, les bañaba, les daba de cenar y los acostaba, y de ahí se volvía a la pastelería a preparar el género para el día siguiente, llegaba de madrugada, apenas dormía y volvía a levantarse muy temprano y así un días tras otro. «Así fue el primer mes, el segundo mes, el tercero y el cuarto. El quinto ya puede tener mi primer empleado. Al año ya tenía tres empleados y a los dos años, la segunda tienda, que ya tiene seis meses. Ahora tengo toda la idea de franquiciarla y volverla una empresa a nivel nacional», sintetiza.

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A Claus le ha ido bien, pero denuncia que si ella pudo tener acceso a la policía muy rápidamente, ahora es muy difícil conseguir cita para obtener el reconocimiento de solicitante de asilo. Y es una cuestión que también se reivindica desde CEAR, que demandan que se adapte la capacidad del sistema de acogida español a la necesidad real de respuesta a través de un incremento del número de plazas en las distintas fases del sistema de protección internacional.

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