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La historia de Sidy Sarr, de 50 años, es similar a la de otros tantos senegaleses que en los últimos años están saliendo huyendo por la crisis sociopolítica que asola al país desde 2021. Protestas, persecuciones, cambios de gobierno, violencia, asesinatos y cárcel es el día a día de la población. «Mi problema son las amenazas de muerte que pesan sobre mí», asegura, después de que ya en el año 2022 le hubieran quemado el negocio de venta de ropa que tenía allí y con el que se mantenían él, su mujer y sus cinco hijas. Precisamente, fue su esposa la que le animó a marcharse, por el miedo que tenía a que lo mataran como a tantos de sus compatriotas. Primero buscó refugio en un país vecino. Después, desde Dakar, la capital de Senegal, se embarcó solo, sin amigos ni familia, con apenas algún conocido, en una patera que lo llevó a Canarias, desde donde se trasladó a Cádiz y, desde ahí, a Málaga.
Habla tímido aunque buen español. Y es que no es su primera vez en este país. Hace años vino a trabajar a España, a Valencia, para reunir unos ahorros que le permitieron poner en marcha su negocio de venta de ropa en Senegal, ése que luego le quemaron. Por eso, entre otras cosas, no puede volver a su país, porque ha perdido su medio de vida. Aunque, sobre todo, porque aún pesan sobre él amenazas de muerte. Todavía teme que si vuelve, lo busquen y lo maten, como a tantos otros de sus compatriotas, porque a nivel local estaba involucrado en un partido político.
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Esta historia de huida ha tenido un enorme coste personal para Sidy Sarr, que aunque reside en España desde el otoño de 2023, lleva casi dos años sin ver a sus hijas. Además, en abril su mujer murió, con lo que sus hijas ahora están a cargo de sus abuelas, que están muy mayores. Su familia está segura, dentro de lo que cabe, porque la persecución era estrictamente contra él, que era quien se había metido en política y participaba de las protestas.
Actualmente se encuentra en proceso para que se le reconozca el estatus de refugiado, es decir, es solicitante de protección internacional y está a la espera de la resolución burocrática. Mientras tanto, estudia en la escuela de adultos. Y está tranquilo, que es lo más importante, después de años en persecución y con miedo a morir en cualquier momento. «España es un país seguro, tranquilo. Hay mucha paz. Me siento seguro. Estoy bien ahora. Quiero quedarme», afirma. No sabe si en Málaga o en cualquier otro lugar de España, pero lo que sí sabe es que quiere traerse a sus cinco hijas.
La primera migración de Sidy Sarr a España fue por razones económicas y pudo volver a su casa con ahorros unos años más tarde. La segunda, para salvar la vida, pero ésta aún no la tiene asegurada.
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