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Paloma García no sabe qué hacer con las manos y no es por culpa del frío, o más bien de la humedad, que cala hasta los huesos cerca de los Jardines de Picasso. ¿Estás nerviosa? «Un poquillo…», concede mientras baja su mirada azul celeste. Y eso que ha cantado en el Teatro Cervantes, en la beatificación del Padre Arnaiz y en otro sinfín de actos públicos. Ella escucha el resumen de su currículum artístico y asiente; pero, con el rubor de sus 15 años, matiza: «Es que esto es muy importante…». «Esto» es la primera celebración del Día de la Bandera de Andalucía, que el gobierno regional estrena este domingo en recuerdo a los sucesos del 4 de diciembre de 1977 que espolearon la autonomía andaluza.
Al final Paloma templa los nervios, ayudada por Natividad Caro, María Ávila y otras componentes de la primera fila de la Escolanía de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Almogía que espera con paciencia a que comience el acto. Todos llevan al cuello la medalla de la hermandad, como la pequeña Daniela Jiménez que sostiene la tela enorme de la bandera andaluza con estoica paciencia durante la media hora de ceremonia donde autoridades civiles y militares, concejales, diputados, parlamentarios y asesores varios se mezclan con representantes de peñas, empresarios y del Málaga CF al relente del cielo encapotado de la capital malagueña por fin vestida de otoño.
Daniela sonríe vestida de domingo y con caras de circunstancias mientras comienzan los discursos institucionales con un saldo más que positivo hacia el diálogo y el orgullo gregario regionalista. Abre plaza en el atril la delegada del gobierno andaluz en Málaga, Patricia Navarro, a modo de anfitriona para reivindicar la nueva festividad sacada de la chistera política por el Ejecutivo regional como «un día señalado» marcado por el «espíritu de consenso». Recuerda Navarro al malagueño Manuel José García Caparrós, cuyo asesinato el 4 de diciembre de hace 45 años durante las movilizaciones en favor de la autonomía se ha convertido ahora en la percha histórica para este Día de la Bandera andaluza.
Y «esa bandera tiene los colores de Málaga», brinda Navarro, no por el blanco y verde, sino por la asamblea de Ronda que en 1918 adoptó esta enseña como símbolo de la identidad regional, por el nacimiento en Casares del «padre de la patria andaluza» Blas Infante y por aquel Pacto de Antequera que justo al año siguiente de la muerte de García Caparrós marcaba la casilla de salida de la autonomía andaluza.
Van repartiendo banderas y pulseritas de tela blancas y verdes entre el público asistente cuando toma la palabra el alcalde de la capital, Francisco de la Torre, para brindar una pequeña clase de historia contemporánea andaluza contada en primera persona del singular sobre los acontecimientos de aquel 1977. «La autonomía debe servir para prestigiar Andalucía», sostiene el alcalde en el acto de reconocimiento de una bandera que «debe unirnos a todos». Y cierra De la Torre con un «¡Viva Andalucía!» casi marcial que prende el primer ardor guerrero regionalista entre los presentes.
«Mucho ha cambiado Andalucía desde aquel 4 de diciembre de 1977», hilvana el presidente de la Diputación Provincial, Francisco Salado, antes de reivindicar que el andalucismo «no es de ningún partido político». Porque aboga Salado en su discurso por un «andalucismo inclusivo» desde el atril de un «necesario acto de unión y fraternidad» por el que pasa luego el consejero de Turismo, Deporte y Cultura, Arturo Bernal, para repasar la importancia de esas tres áreas en el desarrollo económico, social y cultural de la región. «Tres pilares», por usar la expresión de Bernal, reivindicados en una cita presentada por el consejero como una llamada a «abrazarnos como una gran familia» para enfilar el presente «con memoria, pero sin revancha».
Y llegaron entonces los versos de Carlos Cano, autor del himno sentimental de esta tierra: «De Ronda vengo / lo mío buscando / la flor del pueblo / la flor de mayo. / Verde, blanca y verde. / Ay, qué bonica / verla en el aire / quitando penas / quitando hambres. / Verde, blanca y verde». Sonaban en boca de la consejera de Economía, Hacienda y Fondos Europeos, Carolina España. Sensible al pasado andalusí de este recorte del mapa, orgullosa de los datos macroeconómicos de la región y defensora férrea de la política fiscal emprendida en los últimos tiempos, España abrochaba un discurso que iba de lo institucional a lo sentimental donde cabían Lorca, Machado, Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre junto a Juanma Moreno y García Caparrós. «Andalucía ahora es imagen para los demás. Estamos orgullosos de ser andaluces», remataba España.
Y justo media hora después de aquellos primeros nervios, Paloma García y sus compañeras de Escolanía entonaban el himno de Andalucía mientras el joven pianista malagueño Marcos Castilla procedía al izado de la bandera sostenida por la pequeña Daniela. Y le temblaban un poco las manos al pianista de 16 años a la hora de anudar la enseña. Que una cosa es tocar a Beethoven ante un auditorio completo y otra, dar con la tecla para que la bandera quede en su sitio.
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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