Benaoján, el agujero negro de Internet en Málaga
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La ausencia casi total de conexión rápida lastra la vida diaria y el desarrollo del municipio de la Serranía malagueñaEsta mañana se ha ido la luz. «Un minuto, de verdad que ha sido un minuto», repite David Gómez como quien espera encontrar la coartada de un delito que no ha cometido. Porque esta mañana se ha ido la luz un momento y desde entonces el Ayuntamiento de Benaoján permanece «bloqueado». Lo admite su responsable de Contabilidad, que pone un ejemplo ilustrativo: «Primero he tenido que conectar la wifi de mi teléfono móvil para acabar unas tareas. Después he mandado unos documentos a la impresora y he salido a desayunar». Ha pasado media hora desde entonces y los papeles impresos todavía están por venir.
Es la realidad a la que se enfrentan a diario los vecinos de Benaoján, el agujero negro de la conexión a Internet en Málaga. No en vano, el 97,9% de sus vecinos carece de una conexión de banda ancha a la Red y esa merma les deja a merced, en muchas ocasiones, de la simple climatología. «Un día de viento es muy complicado trabajar...», lamenta Gómez, de 34 años, antes de compartir cómo los casi 1.500 vecinos de esta localidad de la Serranía reciben «un servicio peor y más caro» que el resto de sus paisanos.
«Y lo que más coraje me da es que tengo la caja para meter la fibra ahí mismo, a 200 metros de mi casa», se indigna Salvador Soiza desde su vivienda en Estación de Benaoján, el núcleo situado a la entrada del municipio. Es quizá la gran paradoja que se vive en este rincón de la provincia, porque Benaoján cuenta desde hace meses con la instalación necesaria para tener fibra óptica, pero sigue a la espera de un acuerdo entre las operadoras para que ese avance se convierta en una realidad.
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Antonio Javier López
Antonio Javier López
Soiza es un teletrabajador autónomo en el sector de 'marketing' digital y el desarrollo de páginas webs. ¿Páginas web desde aquí? Él sonríe bajo la mascarilla con la paciencia de quien ha escuchado la misma pregunta cientos de veces. Y a modo de respuesta, extiende el brazo en dirección a la imponente sierra que flanquea su casa: «Mira, ¿has visto qué sitio? Además, tengo mi vida aquí y me parece muy injusto tener que irme por una carencia en un servicio que desde hace ya muchos años se ha convertido en algo básico para la mayoría de la gente», esgrime antes de poner otro ejemplo de cómo le afecta en su día a día la ausencia de una conexión a Internet adecuada. «Trabajo con el ordenador y necesito datos 'con alegría'. Te pongo un ejemplo, para subir un catálogo en PDF de 47 páginas puedo tardar más de seis horas. Y eso, si no se va la luz. Como se vaya, vuelta a empezar desde el principio», explica el diseñador poco antes de salir de casa pitando para recoger a su hijo del colegio.
Juan González
Graduado en Biología
soraya garcía
Alcaldesa de Benaoján
Justo el Colegio Nuestra Señora del Rosario y el centro de salud son los únicos edificios de Benaoján con acceso rápido a la web, gracias a un proyecto de conexión desarrollado por la Junta de Andalucía. «En Telefónica nos dicen que tienen el compromiso de solventarlo, pero todo va muy lento porque no somos rentables», denuncia la alcaldesa de la localidad, Soraya García, consciente de que esta carencia deja abierta en canal una de las grandes heridas de los pueblos pequeños del interior de la provincia: la despoblación. «Si queremos que la población se asiente en el territorio -comparte la alcaldesa-, necesitamos tener unos servicios con una mínima calidad, porque si no la gente se va a las grandes urbes».
Es la decisión que tomó hace tiempo Juan González, que acaba de terminar el Grado de Biología y que estos días anda buscando piso en Sevilla para empezar un máster en Investigación Biomédica. «Esto afecta a mi modelo de vida. En Málaga, por ejemplo, naces, creces y estableces un proyecto de vida, pero aquí se hace muy, muy difícil», ofrece este joven de 23 años que superó el último curso de carrera en pleno confinamiento, a distancia y con una conexión a Internet poco amiga de las videoconferencias y de las plataformas académicas donde entregar los trabajos.
«Ha sido una odisea...», desliza mientras un delicioso aroma a cocina casera precede a su llegada al domicilio familiar, en el número 93 de la calle Fuente. Allí abre la puerta Ana Aída Hidalgo, la madre de Juan, afanada en un guiso de tomate frito con patatas que promete hacer olvidar las penas. «Él tiene que volar. Claro que da penilla, pero lo apoyamos en todo», zanja con determinación Ana Aida, que ha criado en esta casa a sus hijos y ahora ve crecer a sus nietos.
Jóvenes -y no tanto- que se topan con un Internet «a pedales» también para sus momentos de ocio. «Ver aquí una película en una plataforma de 'streaming' es una aventura. Por supuesto, olvídate de ver nada en HD o 4K, pero es que además la imagen se queda colgada cada dos por tres y es desesperante... ¡Bueno, y de conectar la Play menor ni hablamos!», detalla Juan sin perder del todo el sentido del humor.
Salvador soiza
Teletrabajador
José maría amaya
Gerente del Bar El Tajillo
El mismo que gasta José María Amaya al otro lado de la barra del Bar El Tajillo. «El 25 de enero que viene vamos a cumplir 30 años aquí», lanza con orgullo el responsable de la tasca que ha debido reinventarse con la crisis sanitaria. «Esa motillo de ahí es la que usamos para hacer el reparto de comida a domicilio. Eso nos salvó cuando tuvimos que cerrar y lo hemos mantenido porque está funcionando muy bien», ofrece Amaya, al que también toca de lleno la carencia de una conexión de garantías.
«No tengo datáfono para pagar con tarjeta porque es misión imposible, pero tengo Bizum. Hombre, también se puede sacar dinero del cajero, pero es un paseíllo», desliza con ganas de guasa el regente de El Tajillo, que ya empieza a recibir a los primeros parroquianos. Que para eso es la hora del aperitivo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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