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IVÁN GELIBTER | NURIA TRIGUERO | ALBERTO GÓMEZ
Sábado, 15 de mayo 2021, 01:06
La primera vez que Alberto Garzón fue candidato a un escaño en el Congreso de los Diputados fue en las elecciones generales de 2011, celebradas ... unos meses después del estallido del 15M. Desde entonces, la afirmación de que el actual ministro de Consumo «viene del 15M» se ha extendido como un hecho consumado.
Para su protagonista, el mito tiene mucho de realidad. En mayo de 2011, Alberto Garzón era tan solo un militante de base de IU que daba clases de Economía en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Entonces, comenzó a acudir tanto a la acampada de la ciudad hispalense como a la de Málaga para participar «como uno más», explicando conceptos de economía hasta ese momento desconocidos, como el de 'prima de riesgo'. Ese verano, RTVE lanzó una tertulia en el programa '59 segundos', al que invitaron a Garzón como miembro de la asociación Attac. Sus intervenciones se viralizaron en redes sociales, y fue entonces cuando IU se dio cuenta de que existía y de que tenía su carnet. Para abordar las generales de noviembre decidieron poner a alguien de cabeza de cartel en Málaga que «sincronizara» con ese momento concreto. «Sin el 15M no hubiera destacado en IU. Ahí me conocieron, aunque yo era más un técnico que hablaba sobre economía», relata el ministro.
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Con la perspectiva de estos dos lustros, Alberto Garzón tiene muy claro cómo definir al 15M. «Fue un despertar político, un cambio en la forma de ver la política. Y aunque a partir de ahí comenzó una disputa permanente de hacia dónde había que ir, lo más importante es que hasta entonces era algo muy aburrido. En los medios no se hablaba de política, y un año más tarde ya habían aparecido programas los sábados por la noche que habían sustituido al corazón», recuerda el ministro. «Dicho de otra manera, el 15M fue un estado de opinión que permitió que la gente se politizara, que formara parte de la política con mayúsculas».
Pero, ¿qué cambió el 15M a efectos prácticos? «El sistema de partidos implosionó. Hasta 2014 los ciudadanos dejaron de confiar en la política partidista. De repente se dio una patada al tablero y comenzaron a surgir partidos nuevos que aparecían y también desaparecían. Sabíamos que estábamos enfadados, pero había que ver a quién había que quejarse», explica Garzón, que añade que en términos más filosóficos, de lo ocurrido hace diez años permanece aún la preocupación por la política, los rasgos y los liderazgos; cuestiones que hasta entonces «no interesaban a casi nadie».
Precisamente por eso, separar entre triunfo y derrota es complicado. «Insisto, fue un despertar, no se puede hablar de que fuera un fracaso o un éxito. La cuestión es que el dispositivo ideológico que había triunfado hasta entonces que nos decía que si estudiábamos viviríamos mejor que nuestros padres, se fractura y la gente se despierta», asegura. Aun así, Garzón sostiene que la sociedad sigue estando en un proceso de alta movilización política que nos lleva a una política más inestable. «Antes había dos partidos que se alternaban en el poder. Ahora nadie garantiza cómo se va a gobernar».
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