Acuden con puntualidad inglesa a la entrevista. Prefieren hacerla en la redacción de este periódico; nunca habían estado en una y sienten curiosidad. Serios, con la emoción contenida y una corrección extraordinaria tratan de expresar la preocupación con la que están viviendo la tragedia de ... su país a más de 4.000 kilómetros de distancia. Lo hacen en inglés y, por segundos, esbozan tímidas sonrisas, pero se desdibujan rápido al volver sobre la realidad de su país. Apenas les sale la voz del cuerpo, pero hacen un esfuerzo para agradecer todo el cariño que están recibiendo.
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La invasión rusa de Ucrania les ha pillado estudiando en Málaga, adonde llegaron hace semanas o meses para ampliar sus estudios universitarios. Todo estaba en orden cuando se despidieron de sus familias y amigos. Tan solo iban a estar cinco meses separados; ahora, no se sabe. Los días ya no los cuentan por horas, sino por el tiempo que sus padres y hermanos permanecen a salvo. Y eso, en la distancia, se hace una eternidad. Pero, vecinos, compañeros y profesores de la Universidad de Málaga (UMA) se esfuerzan por que Vladyslav Holets, Bohdan Vodianyk, Illia Mykhailichenko y Valeriia Tymoshenko se sientan arropados mientras ansían que el fin de la guerra llegue antes de su fecha de vuelta.
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Entretanto, intentan aprovechar al máximo las clases. «No hay tiempo para sentir impotencia, somos lo suficientemente fuertes para apoyarnos entre nosotros y mantenernos firmes en nuestra voluntad inquebrantable de continuar siendo independientes. Esta guerra nos ha unido más que nunca y también nos ha servido para darnos cuenta de quiénes son nuestros verdaderos amigos y enemigos», afirma Vladyslav Holets (Kiev, 22 años), que llegó el 9 de febrero a Málaga para terminar en la UMA el segundo curso del Máster en Ingeniería Informática gracias al Erasmus+KA107, un programa de movilidad internacional que permite cursar parte de los estudios (máximo seis meses) en universidades socias de países no comunitarios con garantías de reconocimiento académico.
Vladyslav supo de Málaga hace un par de años, cuando profesores invitados de la UMA visitaron su universidad de origen, el Instituto Politécnico Igor Sikorsky de Kiev. Pero, ha sido este curso cuando decidió dar el salto después de que su coordinadora de movilidad, que actualmente hace el doctorado en la UMA, le diera «buenas referencias» sobre esta universidad. Convencido del paso que daba y atraído por la posibilidad de compartir experiencias e investigación en una «institución reconocida», este estudiante de posgrado hizo sus maletas sin pensar en lo que iba a desencadenarse en pocos días. «Fue todo muy repentino, aunque si soy honesto, la guerra comenzó hace ocho años. Sin embargo, nadie creyó nunca en una escalada tan terrible».
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Conmocionado con las imágenes que llegaban del conflicto, recuerda como en la primera semana consultaba «cada cinco minutos» las noticias «en busca de nuevas actualizaciones». «Me imagino lo que deben estar pasando aquellos que tuvieron que huir en 2014 (estalló el conflicto armado entre las fuerzas independentistas de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y el gobierno de Ucrania) y ahora tienen que volver a dejar todo atrás», explica.
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En la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Informática conocen bien a sus tres estudiantes ucranianos del Máster de Ingeniería Informática. «Pese a la situación que están viviendo, siguen muy centrados en sus estudios y obteniendo buenos resultados», asegura Manuel Enciso, director del centro. «Nos alegra que puedan terminar sus estudios en Málaga, porque bastantes vidas se truncan allí y, también, que la universidad favorezca la integración en momentos tan difíciles», indica el director de Informática, centro que comparte la declaración oficial de repulsa realizada por la UMA por la invasión rusa.
Mientras tanto, Vladyslav trata de aportar su granito de arena, «contraatacando» con la mejor arma a su alcance: el conocimiento. «Somos científicos informáticos y cooperamos con el resto de la sociedad a través de las tecnologías de la información en Ucrania, creando software para mantener informada a la población y para proporcionarle apoyo vital. Además, desde aquí, cooperamos con la comunidad ucraniana en Málaga para que las donaciones lleguen a nuestro país. Vuestro apoyo nos hace más fuertes», sentencia.
Illia Mykhailichenko (Severodonetsk, 21 años) tendría que haber vuelto ya a Ucrania tras acabar su beca. Tenía el billete para el 28 de febrero, pero la cancelación de vuelos desde días antes (la invasión comenzó el 24 de febrero) lo dejó en tierra. Llegó a principios de este curso para hacer en la UMA un cuatrimestre del primer año del Máster en Ingeniería Informática, pero el estallido de la guerra impidió su regreso y que pudiera seguir con sus estudios en el Instituto Politécnico Igor Sikorsky de Kiev. «Busqué todos los medios para salir, porque pese a todo quería regresar a Ucrania. Lo intenté por tren y por autobús, pero esos primeros días era todo muy complicado», explica.
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Ahora, prosigue sus estudios en Málaga después de que la UMA haya ampliado su beca Erasmus+KA107 hasta final de curso (el Servicio Español para la Internacionalización de la Educación -Sepie-, dependiente del Ministerio de Universidades lo ha promovido), cuya cuantía es de 850 euros al mes (4.250 euros los cinco meses de prórroga).
Con el paso de los días, solo tiene palabras de agradecimiento a los compañeros y profesores con los que comparte tiempo y angustia. Él es de Severodonetsk, una ciudad en la orilla del río Donetsk y de algo más de 100.000 habitantes situada en la región de Lugansk, foco del conflicto armado con Rusia en el Este del país. Su familia ahora es su máxima preocupación. «Han bombardeado la ciudad y están atrapados. No pueden salir, ni siquiera pueden intentarlo, porque es más peligroso escapar que refugiarse cuando suenan las alarmas», relata este estudiante, el único que chapurrea español con dificultad, pero al que se le entiende a la perfección: «Gracias a España por la acogida».
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De su misma ciudad es su otro compañero de primero de máster Bohdan Vodianyk (Severodonetsk, 22 años), aunque él aterrizó en Málaga en febrero para hacer la recta final del curso en la UMA. Apenas le había dado tiempo a aclimatarse, cuando la amenaza de una invasión de su país cobraba fuerza. A los pocos días, las fuerzas militares rusas entraban en Ucrania por la región fronteriza con Rusia (territorio de Donetsk y Lugansk) donde vive toda su familia y desde entonces ya no ha vivido un día tranquilo. Una zozobra a la que se sumaron días después los problemas con el banco, que le bloqueó la cuenta. «Ante la duda de que pudiera ser ruso, decidieron congelármela», lamenta Bohdan, algo más aliviado ya al estar en vías de solución.
También más tranquila, pero con mucha incertidumbre vive estos días Valeriia Tymoshenko (Kiev, 18 años), ya que su familia vive ahora en Leópolis, una ciudad situada al oeste de Ucrania, limítrofe con Polonia, y que se ha convertido en la principal vía de evacuación para miles de refugiados.
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Aunque ucraniana, empezó sus estudios universitarios en Polonia con idea de que tuvieran un reconocimiento europeo. Ahora, estudia con una beca Erasmus en la Facultad de Comercio y Gestión de la UMA, adonde llegó hace un mes. «Han sido días muy estresantes, de temor por lo que pudiera pasarle a mi familia, pero ahora estoy más tranquila sabiendo que ya están a salvo», confiesa esta joven universitaria que comparte piso con otras tres estudiantes españolas y una polaca. Dice que el cariño que le han dado ha sido muy importante para ella; también las muestras de apoyo de profesores y alumnos, que incluso plantearon hacer una colecta entre todos si necesitaba ayuda económica.
A ninguno de estos cuatro estudiantes ucranianos les falta apoyo y han encontrado en sus conocidos españoles el refugio más seguro para resistir el bombardeo diario de noticias trágicas que llegan de su país. Pese a todo, no olvidan que a miles de kilómetros está la vida que dejaron y que algún día tendrán que retomar. «Tarde o temprano terminará la guerra; será entonces cuando podamos reconstruir el país que queremos para nosotros y nuestro hijos», zanja Vladyslav.
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