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El salón del Café Central parece ahora un campo de batalla. Cuatro días después del cierre del centenario establecimiento, el habitual orden y calidez que ... presidían el salón se han esfumado de golpe. En el interior del local ya no está el famoso azulejo que recuerda las formas de pedir café en Málaga ni los cuadros que retrataban la vida de la plaza de la Constitución y, por ende, de la ciudad. Rafael Prado, el propietario del negocio, aún no ha tenido tiempo para asimilar el cierre y se pasa el día en su despacho haciendo números y atendiendo llamadas. Sin mirar el reloj, y tras hacerse algunas fotos en la puerta del local, no duda en abrirnos las puertas del Central para hacer la entrevista en el interior, como si no quisiera (o supiera) abandonar esas cuatro paredes.
-¿Dónde desayuna ahora?
-Estoy haciendo una ruleta, pero parece que es rusa, porque ya he ido a tres sitios distintos y no encuentro un lugar para desayunar que me convenza. En muchos sitios no se le presta al café la atención que merece.
-¿Qué suele desayunar?
-Pitufo con tortilla y sombra doble con leche sin lactosa. Mi hija me recomendó dejar de tomar azúcar, como no tomo tampoco casi nada de sal, y esa leche está un poco más dulce, por lo que compensa al no echarle azúcar.
-Le costará encontrar ese tipo de leche
-No creas. Es bastante más común de lo que parece. Lo que me cuesta más es encontrar un sitio donde de verdad se amolden al gusto de sus clientes. Por ejemplo, si quieres tomar sólo medio pitufo en muchos sitios no te lo ponen. Y no entiendo qué les costará. Lo digo como un consejo: los hosteleros deben amoldarse al gusto de sus clientes y no al revés.
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-¿Cómo está llevando el cierre del Central?
-Aparentemente muy bien, pero cuando me quedo parado me da un bajón enorme. Cada vez veo el local más vacío y lo paso muy mal. Lo estoy llevando todo a una nave para inventariarlo, vender algunas cosas y dar otras que me están pidiendo clientes que quieren tener un detalle del Central. Ayer por la tarde, cuando vi el mosaico quitado, fue de los peores momentos; me dio un bajonazo y se me quitaron las ganas de todo.
-¿Ha recibido muchos mensajes?
-Muchísimos, y de desagrado ninguno. La clientela fija ahora no sabe qué hacer porque esto era la catedral del encuentro. Aquí todo el mundo se encontraba y citaba y nosotros le dábamos todos los caprichos que tuvieran. Siempre hemos intentado que el cliente no se fuera sin el deseo satisfecho. Yo era el conseguidor de los clientes.
-¿Usted quería jubilarse?
No, pero llevo dos años o tres dándole vueltas porque estaba cansado de la tensión que hemos estado viviendo desde hace seis años y no quería seguir con esa circunstancia. Mi hijo tampoco quería seguir aquí por los mismos motivos y lo mejor es que él tiene ahora su propio negocio, que no es en alquiler y solo tiene el riesgo de una hipoteca. Ese paso que dio mi hijo ha sido el último empujón que necesitaba. Me he jubilado porque se me pedía una actualización de la renta que estaba fuera de mi alcance y no se puede estar toda la vida peleando dentro y fuera. Dentro no te importa porque son los trabajadores y es tu negocio, pero los problemas externos y ajenos, que siempre te están dando un pellizco a la cuenta de explotación, no merecen la pena. Por eso es mejor que venga otro modelo de negocio.
-Pero usted es también propietario del local
-Yo soy sólo una de las tres partes de la propiedad, junto a otros familiares, pero ha sido imposible llegar a un acuerdo con el resto porque no se ha admitido ninguna de las tesis que he propuesto para que el Central pudiera seguir. Yo tenía que pagar un alquiler que iba subiendo sometido al IPC, pero también se me pedía cada año un poco más.
-¿De qué cantidad estamos hablando?
-Era como el equivalente de pagar una nómina completa de este establecimiento, y eso no era asumible.
-¿Tenía un contrato de renta antigua?
-No era renta antigua, eran precios de mercado. Nosotros teníamos un contrato que se renovaba cada año desde 1987, pero como los tres somos propietarios del edificio, también lo somos del Central. Así lo hemos llevado bien hasta que ha llegado un momento en el que querían más y más. Y este Central no podía pagar esos alquileres.
-¿No era financieramente sostenible?
-La evolución del Central ha sido muy dura. Cuando lo cogí en solitario estaba prácticamente en quiebra y conseguí junto a mi mujer sacarlo adelante, pero ahora no era financieramente sostenible a mi estilo. Podríamos haber sacrificado parte del servicio, pero yo nunca he querido desprenderme del personal ni bajar la calidad de los productos. Hay muchas maneras de llevar esto y con otros conceptos empresariales esto puede tener un larguísimo camino, incluso fuera de la propia hostelería, ya que arriba hay un espacio casi más grande que en la planta baja. Si ahora viene una persona con otra visión, adelante.
-¿Quién va a ocupar el Central?
-No tenemos todavía a nadie. Todavía nos tenemos que reunir para verlo, pero de momento me ha sido imposible. Ha venido mucha gente preguntando, fundamentalmente inversores con idea de comprar el edificio, pero no es el fin que parece que le queremos dar.
-¿Quién le gustaría que lo ocupara?
-No lo sé, no tengo una preferencia, he perdido ese deseo, pero el Central seguro que no va a ser, esa ha sido mi única condición. El único Central que va a quedar es el de la calle Cervantes, ya que la marca es propiedad de mi hijo. Me da igual que sea una tienda de corsetería, una tienda de todo a un euro o una hamburguesería… La pena la voy a llevar igual en el cuerpo. Mi Semana Santa ya ha empezado.
-¿Pensaba que iba a llegar este momento?
-Desde luego que no porque no ha sido una jubilación buscada. Siempre pensé que iba a tener continuidad y que iba a seguir en manos de mis hijos, pero todo se trunca y no se pueden hacer planes más allá de una semana porque en un mes y medio pueden ocurrir muchas cosas. Lo que sí le puedo decir es que aquí no hemos trabajado por el dinero. Es obvio que somos una empresa y el objetivo es económico, pero nosotros hemos apostado por crear y dar empleo y que muchas familias puedan comer y tener estabilidad. Por encima del objetivo dinero estaba el objetivo personal. Seremos unos románticos, pero sin romanticismo no hay amor.
-Hablando de romanticismo, el cierre de negocios tradicionales parece que es un mal endémico en el Centro.
-Lamentablemente no existe ningún sistema de protección para los negocios. No acabo de entender cómo las grandes empresas pagan un 10 o un 11 por ciento en el impuesto de sociedades cuando el resto de empresarios pequeños pagamos el 25 o 30 por ciento. Es de una deslealtad increíble porque los pequeños y medianos somos los que damos la cara. También se deberían revisar los convenios y los modelos de gestión porque no es lógico que la mayor parte del dinero vaya a los mismos bolsillos y que la clase media sea cada vez más reducida. Si no reconocemos que las empresas son la fuente de generación de empleo y riqueza, difícilmente vamos a salvar la economía.
-¿Y en el caso concreto de Málaga?
-Málaga está perdiendo su personalidad. Mientras Málaga viva del turismo necesita mantener el tipismo y no conformarse con repetir negocios que están en todo el mundo. El Central era un hito turístico dentro de la propia capital. El desfile de turistas que han pasado por aquí para comprobar si de verdad poníamos un semilargo o tomarse un gazpachuelo ha sido increíble. En 2019, el 80 por ciento de mis clientes eran turistas, y de eso no sólo se ha beneficiado el Central sino toda la ciudad. Con el cierre del Central se pierde una seña de identidad muy importante. Habría que revisar el sentido empresarial porque no puedes comer el mismo producto en 157 países a la vez. Hay que ser más fiel a las tradiciones, a la idiosincrasia del lugar… El éxito de Málaga es tan arrollador que puede que me haya arrollado a mi también.
-Ateniéndonos a lo que nos ha contado, los alquileres también están disparados en el Centro
En algunos casos sí, pero eso es un asunto muy particular de cada uno. Mi padre, que fue quien inventó la forma de pedir los cafés, decía que interesa más una renta cobrable que un año sin cobrar. Y es verdad. Hay que poner un límite lógico para que el que venga pueda vivir y trabajar. Si pones una cifra desorbitada te estás equivocando. Hay locales en el Centro que llevan cerrados toda la vida.
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