![Pablo Gonzalo, en La Alameda.](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2024/04/04/gonzalo-RtQcUuda8kc4e6gPmULpozM-758x531@Diario%20Sur.jpg)
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Pablo Gonzalo, uno de los empresarios hosteleros más importantes de la ciudad, socio del grupo Tercer Acto y El Pimpi, ha querido desmitificar la mala imagen que tiene el sector, tanto desde el punto de vista del empleo, como de los excesos que se cometen en la ciudad con el tema de las terrazas.
Durante su intervención en el programa La Alameda, ha asegurado que la ocupación excesiva de la vía pública se produce, fundamentalmente, por parte de empresarios que ponen mesas y sillas y ni siquiera tienen permiso para ello. «Lo que no se realice bien debe ser sancionado y penalizado, como la ocupación excesiva o la estética, que deberían estar más regularizados», ha dicho.
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En relación a las críticas recibidas tras la pasada Semana Santa se ha defendido asegurando que lo más importante es revisar lo que hay para ver quién lo está haciendo mal. «Es verdad que hay problemas puntuales en algunas calles, incluso gente que no tiene licencia de terraza y ocupa la calle, pero por eso no se puede regular en exceso en otras». En referencia a esto último ha considerado que la ocupación permitida en la Alameda Principal le parece «ridícula».
Sobre la fama de que los trabajadores tienen malas condiciones económicas, el hostelero malagueño cree que se ha criminalizado en exceso al mundo de la hostelería, ya que es un oficio como cualquier otro donde lo importante es que te guste. «El problema es que acaba trabajando mucha gente a la que no le apasiona, que debe trabajar cuando el resto disfruta y por eso no quiere».
Poniendo ejemplos concretos ha detallado que un camarero puede ganar por convenio unos 1.350 euros mensuales netos en 12 pagas mensuales por 40 horas semanales, un jefe de cocina puede estar ganando unos 2.300 ó 2.500 y un pizzero (del que actualmente hay una gran demanda por el elevado número de restaurantes italianos que hay) puede llegar a cobrar 3.000 euros netos.
Gonzalo también se ha referido a cómo ha cambiado la ciudad y el papel que ha jugado la hostelería en dicho avance. «Málaga -ha dicho- ha crecido a un ritmo vertiginoso y eso crea debate, hay quien habla como si fuera un cáncer o como un beneficio en función de como les haya ido». Tras reconocer que Málaga tiene un centro histórico muy pequeño y que muchos no recuerdan cuando las calles eran peligrosas a partir de cierta hora, ha apuntado que «los hosteleros deben jugar un papel muy importante para lograr un equilibrio».
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