Mariló Sierra y su hija Elena Merino; David Luque junto a su hijo David Luque, las dos familias que ofrecen testimonio en SUR. Dani Maldonado

«Papá, ¿yo tengo cáncer? ¿Me voy a curar?»

Dos familias comparten sus historias tras el diagnóstico de un tumor maligno en sus hijos: de la incredulidad inicial a la esperanza en los tratamientos

Jueves, 15 de febrero 2024, 00:26

«¿Linfoma? ¿Pero me estás hablando de un cáncer? ¿Y se va a curar?». Esa y mil preguntas más pasan por la cabeza de los padres y madres cuando les comunican que su hijo o hija tiene un tumor maligno. Nadie está preparado para esa ... noticia y el proceso es largo en algunos de los casos: David Luque y Mariló Sierra lo viven con sus respectivos hijos, David y Elena. Estas dos familias alzan la voz junto a SUR para mostrar la realidad de una enfermedad desde la incredulidad del inicio, los porqués al destino y la esperanza en el proceso. A Elena Merino le detectaron con 9 años un rabdomiosarcoma alveolar: «Le costaba ir al baño, yo pensaba que sería algún tipo de intolerancia. Tenía un poco hinchado el glúteo y una vena muy marcada en la barriga. Cuando la médica la vio no se lo pensó, nos hizo ir directamente al Materno», detalla su madre, Mariló Sierra. A David Luque fue con 11 años cuando le comunicaron el diagnóstico, un osteosarcoma metastásico: «Le dolía un poco la rodilla y al principio pensábamos que se había hecho daño jugando. Pero el mismo día que lo vieron se quedó ingresado», cuenta su padre, David Luque.

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Dos familias y dos historias diferentes, pero un mismo fin: que sus hijos se curen. Ahora David Luque está a punto de cumplir 13 años y Elena Merino tiene 11 años, ambos con diferentes tipos de tumores, pero los dos con metástasis. Al principio inundaban las preguntas y luego comenzaron a florecer las respuestas. «En el momento en el que te lo dicen se te rompe todo, a partir de ahí no controlas lo que va a pasar en tu vida. Pero ni le dije ni le oculté nada, empezamos el proceso de quimioterapia y más tarde nos encontramos a un amigo que le comentó que ella ya estaba muy bien con el cáncer. Elena me miró y me dijo: 'Mamá, ¿yo tengo cáncer?'; nosotros ya habíamos estado en Madrid con el tratamiento y todo, ella sabía que estaba enferma y que tenía que curarse, pero no exactamente lo que era», recuerda Mariló Sierra los inicios.

«No nos importa el tiempo, lo importante es que se cure y pueda hacer vida normal como cualquier niño»

David Luque

Padre de David

«No sabe uno ni cómo explicarlo, no hay palabras... De hecho creo que nunca lo llegas a asimilar. Nosotros no le hemos querido mentir desde el primer momento, él sabe que tiene cáncer y que sigue con el tratamiento porque la intención es que se cure. Tardaremos dos años o tres, pero se va a curar», asegura David Luque padre. Su hijo David continúa en estos momentos con su segundo tratamiento de quimioterapia tras uno inicial que no funcionó «todo lo bien que debería» y que ahora se llena de signos de esperanza para saber que el momento de curarse está más cerca que nunca. «¿Este va a ser más corto, papá? No me quiero morir», le decía David a su padre. «Desde el año pasado que empezamos con el segundo tratamiento todos los pasitos han sido hacia adelante, aunque fuesen cortos. Pero no nos importa el tiempo, lo importante es que se acabe y pueda hacer vida normal porque ha estado un año entero del hospital a la casa y de la casa al hospital. Él tiene 13 años y necesita relacionarse como cualquier otro niño, ahora está contento porque ha vuelto al instituto y viene a casa con sus amigos a hacer trabajos y a jugar a la play. Pronto volvemos a tener pruebas y veremos cómo sigue funcionando este nuevo tratamiento», explica con esperanza David Luque sobre su hijo.

«Es antinatural, no tiene nombre. Esto no le debería pasar a ningún niño»

Mariló Sierra

Madre de Elena

El cáncer de Elena Merino tenía un proceso largo de cura, pero ya ha visto la luz en el camino: «Tocaba todos los órganos vitales, ha sido un proceso largo. Todo empezó en octubre de 2021 y este pasado mes de junio terminó su última sesión. Se supone que en los próximos meses le hacen las pruebas para ver si está todo correcto y sigue completamente eliminado», concreta Mariló Sierra . La esperanza siempre está ahí, pero la pregunta de '¿Por qué a mi niño?' nunca dejará de estar en la mente de los padres y madres que sufren esta enfermedad de cerca junto a ellos: «Es antinatural, no tiene nombre. Esto no le debería pasar a ningún niño», lamenta la madre.

Seguir siendo niños

Cuando hablan de cómo son sus hijos, una leve sonrisa y los ojos brillosos se cuelan en sus testimonios. «David es un chico alegre, muy inteligente, amigo de sus amigos, le gusta el deporte, fútbol, videojuegos... Le encanta el mar y la tabla de surf», cuenta su padre. Cada vez que van a salir al hospital tienen un grito de esperanza «¡Sin piedad!», un lema que nació de la mano de su tío cuando debatían sobre el tratamiento y su cura. Ahora llevan camisetas con esa frase y con el gesto de chocar los puños en la familia y en todo el pueblo de Cártama, donde ellos viven. Lo recaudado con estas ventas ha sido íntegramente dedicado a mejorar la vida de los niños y niñas con cáncer; así lo cuenta el mismo David Luque (hijo): «A mí no me gusta cómo soy cuando estoy en el hospital. Por eso quería donar la PlayStation5 a Fundación Olivares en la planta del Materno para que puedan jugar mientras están ingresados con el tratamiento, para que los niños sigan siendo niños», detalla el malagueño de 12 años. «Vamos a donar el resto de lo recaudado, 16.000 euros, para la investigación del osteosarcoma», añade su padre.

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Elena Merino sigue siendo niña en el hospital: «Cada vez que vamos nos quedamos allí tres horas más de las que deberíamos porque no para de saludar y hablar con todas las enfermeras, médicas, celadores... Le encanta relacionarse con los mayores», explica su madre Mariló Sierra. «Elena es un torbellino, es todo felicidad, le encanta hablar, conocer a la gente, contar chistes...», añade. Mientras, ella misma cuenta su experiencia durante el tratamiento: «Al principio estaba triste porque no podía ver a mis abuelos ni a mi perrito, pero luego empecé a sentirme mejor porque ya podía verlos y conocí a todos los niños de las demás fundaciones. Me lo he pasado muy bien», admite Elena Merino.

Ellos mismos son los que dan la fuerza a sus padres para confiar y seguir. Cada paso que dan, cada avance en el hospital y cada choque de manos o cruce de miradas que indica que todo va a mejor y que puede curarse. Como dice Mariló Sierra: «Hay que mantener la esperanza siempre, no queda otra. Tienes que llevar la enfermedad de la forma más natural posible sabiendo siempre que se va a poner bien, aunque alrededor van sucediendo casos de niños que van mejor y que van peor; hay que llevarlo con alegría y felicidad para el niño. Además de confiar en los profesionales tan buenos que tenemos. La actitud de los padres es un gran tanto por ciento para que los niños sean felices».

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Este reportaje ha sido posible gracias a la colaboración de Fundación Olivares.

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