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Faltaban unos minutos para las diez cuando el sonido de los disparos acabó con la tranquilidad de la noche en La Palmilla. Mateo Vallecillos, un jubilado de 74 años, padre de cinco hijos, uno de ellos guardia civil y otro, policía local en Alhaurín el Grande, se encontraba con su mujer en el domicilio familiar, un décimo piso del número 5 de la calle Ebro. Estaban a punto de cenar.
El matrimonio escuchó desde su casa que había jaleo en la calle. «He oído tiros», le dijo a su mujer. «Mateo, no te asomes», respondió ella. No lo hizo, pero sí se aproximó a la ventana. Antes de llegar a la cortina, se paró en seco, se giró y le dijo a su mujer que le habían dado. Ella pensó que bromeaba, hasta que lo vio desplomarse en el suelo.
En la calle, efectivamente, había jaleo. Las llamadas al 112 alertaban de jóvenes caminando armados por mitad del barrio. Testigos hablan de pistolas y escopetas. Pero a Mateo Vallecillos lo mató una bala perdida disparada con un Kalashnikov, seguramente el subfusil de asalto más popular, también conocido como AK-47 o 'cuerno de chivo' por la peculiar forma de su empuñadura, que facilita el asidero. Arma y munición de guerra.
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El miércoles por la noche, alguien vació un cargador –de 30– desde un promontorio situado a la espalda de La Palmilla. Uno de esos proyectiles recorrió decenas de metros de distancia, atravesó la barandilla del balcón, luego el perfil de aluminio del cierre del salón y por último alcanzó a Mateo en el pecho, causándole la muerte. La bala llegó a rebotar dentro de la vivienda, dejando una esquirla en el techo de la salita.
En el lugar de los hechos se ha encontrado una veintena de casquillos del calibre 7,62x39, que por su tamaño y capacidad de destrucción se conocen en el argot policial como 'pepinos'. En la fachada del edificio de Mateo se aprecia claramente el boquete que dejó otro de los proyectiles. La ráfaga de disparos alcanzó a otro bloque cercano, que recibió al menos cuatro impactos, aunque en este caso, afortunadamente, ninguno de ellos entró en una vivienda.
La Policía Nacional achaca el tiroteo a un enfrentamiento entre clanes. Y la muerte de Mateo a una bala perdida. El sonido de las sirenas terminó por encrespar los ánimos (y los nervios) de los vecinos, lo que obligó a la Comisaría Provincial a establecer unfortísimo dispositivo de seguridad con ayuda de las patrullas de la Policía Local de Málaga.
La noche transcurrió en una calma tensa. Los investigadores del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional empezaron a interrogar a testigos para llegar hasta los implicados en la reyerta. Y en esa misma misma madrugada del jueves empezaron a producirse las primeras detenciones. El escenario bélico contrasta con la edad de los detenidos por la refriega. Los siete arrestados son muy jóvenes, todos alrededor de la veintena. Uno incluso es menor de edad.
Las pesquisas policiales tratan ahora de determinar si entre ellos está el autor de la ráfaga de disparos que se llevó por delante la vida de Mateo. También el móvil del suceso. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, aseveró que el enfrentamiento a tiros tiene una motivación «muy personal, de tipo sentimental», tratando de desligarlo de los ajustes de cuentas y el tráfico de drogas. Y reclamó a la Subdelegación que «trabaje» para que «dejar el tema claro» cuanto antes. Otras fuentes aseguraron que todo fue una algarada de un grupo de muchachos del barrio que efectuaron una ráfaga de disparos al aire para amedrentar a un clan rival.
Entre tanto, los vecinos de La Palmilla, esa mayoría que no maneja armas, se concentraron ayer en el Parque Manuel Navarrete contra la «minoría violenta» que protagoniza esta clase de episodios en la barriada. Los integrantes del Consejo Político, diferentes colectivos vecinales y el Plan Comunitario del Distrito denunciaron «la situación de impunidad que se vive en el barrio ante el uso de armas de alto calibre por una minoría que hace que la mayoría del vecindario viva en con miedo e inseguridad».
Los representantes vecinales no solo se quejan de la situación, sino que acusan directamente a las autoridades de «no haber hecho nada» ante este tipo de acciones, que además de desconfianza, «redundan en el estereotipo del barrio». Por ello, pidieron una respuesta «inmediata y contundente» por parte de las Fuerzas de Seguridad y el ámbito judicial.
En La Palmilla, un barrio que trata de salir de su propio estigma, los niños tenían programada ayer una actividad cultural y una carrera por el distrito. Iban a celebrar, paradójicamente, 'El día de la Paz'. Los profesores, con buen criterio, decidieron suspender la salida. También los actos del carnaval del fin de semana se han cancelado. Las calles, una vez más, han sido tomadas por la policía.
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