Los pasillos de la Casona están revueltos. Llevan así extrañamente desde la semana pasada, algo habrá tenido que ver también el 'ascensor gate' y los ... cautiverios de seis concejales de la oposición y tres sindicalistas, encerrados en el elevador dos días distintos por un tiempo similar, 45-50 minutos. Pero lo cierto es que también ha sobrevolado el mal ambiente que se ha generado desde el pasado pleno, el jueves 27, cuando la oposición, PSOE y Con Málaga, pidieron la dimisión de la edil de Cultura, Mariana Pineda, por el controvertido patrocinio de 100.000 euros a la empresa en la que está en excedencia forzosa por cargo público.
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El asombro de muchos, incluso de populares, fue que la señalada ni siquiera abriese la boca cuando le pedían explicaciones. Allí estuvo en su sitio Pineda, mirando la escena como si no fuera con ella. Es curioso, o quizás difícil de entender, cómo en política cada vez más cosas tienen menos sentido. Y no es un trabalenguas. Que los aludidos, los que generan las dudas, ni siquiera tomen la palabra para defenderse, la infantilización de la política como si fuese una performance.
Pero es obvio que cuando hay mociones de la oposición alguien tiene que dar la cara. Ya le había tocado días atrás a la portavoz popular, Elisa Pérez de Siles, coger las riendas en la comisión de Economía y hacer el papel de 'poli mala', que como siempre bordó. Lo hacía para preservar así a la concejala de Innovación, Alicia Izquierdo, que incluso se negó a comparecer en la citada comisión, arguyendo que ya lo había hecho en la Medio Ambiente. Un precedente preocupante; nadie recuerda algo así en la Casona. Si el equipo de gobierno consideraba que esa no era la comisión apropiada (se dividen por temas) con no haber admitido a trámite la comparecencia, santas pascuas, pero hacerlo para que la compareciente dijese, en vivo y en directo, que no iba a comparecer, resulto antidemocrático y ridículo. La transparencia y el gobierno abierto, que a veces se obstina en ser cerrado.
Como era de cajón que esta no era la actitud, en el pleno, y ya que iba a hacer mutis por el foro la concejala de Cultura, no se pudo zafar Alicia Izquierdo. Pérez de Siles, esta vez, no le hizo el quite. Si el contrato lo suscribió finalmente Promálaga, la empresa le compete a Izquierdo. La oposición amenazó con llevar el asunto, por «incompatibilidad» y «conflicto de intereses» a la Fiscalía y a la Oficina contra el Fraude y la Corrupción.
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Tras el enfado entre bambalinas de los populares días atrás porque Izquierdo había dejado a los pies de los caballos al gerente de Promálaga, Francis Salas, señalando que él solo había decidido firmar el contrato de 100.000 euros a la Fundación Contemporánea para el evento en el Albéniz, sin encomendarse a nadie, en el pasado pleno la ponían a trabajar, en medio de un ataque de nervios, para que dijera todo lo contrario: es decir, que «le respalda totalmente», y que la oposición tenía la información, que le habían mandado la tarde anterior.
Pues bien, el estado de nervios de Izquierdo –que saben hasta debajo de las piedras que se está comiendo un marrón que no es suyo– era tan patente que cuando no apareció en la sesión plenaria por la tarde se desataron todo tipo de conjeturas.
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El pleno se había dividido en dos por el homenaje a García Caparrós entre medias, y es realmente extraño que un edil se vaya del pleno así sin avisar, y sin que el alcalde Paco de la Torre, que todos sabemos lo cumplido que es, dé cuenta de por qué no está presente. Informa y ha informado hasta de los miembros de la oposición en su papel de presidente de la sesión.
Pero lo cierto es que de Izquierdo no dijo ni mu. ¿Dónde estaba la concejala que había cargado con el peso de la oposición ese día ? Corrió la voz de que le había dado una subida de tensión del mal rato, pero también llegaban informaciones de que se había ido de viaje.
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Conste en acta que, aparte de gestionar sus áreas (en el caso de los ediles del equipo de gobierno), la asistencia a plenos es obligatoria y les va en el sueldo. De hecho, los que trabajan en otros ámbitos y son concejales cobran por la asistencia a plenos y comisiones (500 y 250 euros respectivamente).
Este periódico le preguntaba a la concejala por este particular, y no quiso siquiera contestar.
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Más tarde, fuentes municipales indicaban que, además de la subida de tensión, algo constatado tras su intervención en la sesión plenaria, tras la misma tenía un viaje de familia concertado por la tarde, ya con los billetes comprados a Suiza antes de que se supiese que la sesión se dividiría en dos. Que defendió su moción y que se fue porque contaba con el respaldo del PP, que mantenía la mayoría aún con su marcha.
Concejales que no intervienen en el pleno, otros que no contestan cuando se les pregunta. Malos tiempos para la democracia y para el periodismo, muy malos.
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