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Con el «Ave María purísima» y la respuesta del «sin pecado concebida», se mantiene el saludo monacal en el torno de los conventos de clausura. ... Durante el año, elaboran postres típicos, desde el bienmesabe a las magdalenas o nuevas vertientes como el brownie. Pero llegando el mes de septiembre, los mantecados, polvorones, roscos y alfajores llevan el obrador de las religiosas de Belén, Descalzas y Encarnación.
Todo con una mínima producción, casi la que hacían siglos atrás, 6.500 kilos de los tres conventos, frente a las 5.725,5 toneladas del resto de industrias del sector del mantecado. «Nuestra misión es rezar y cuando llega este tiempo, dedicamos el tiempo que podemos para el obrador, pero no es nuestro trabajo», comparten en el horno.
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Mezclando las recetas de sus antecesoras y actualizando a las normas sanitarias, mezclan la manteca con harina y azúcar a mano para elaborar la masa. De ahí hacen a mano la forma según el producto que vayan a realizar, añaden frutos secos en su caso, lo pintan con huevo y los colocan en el horno de cocción. Allí pasan de 10 a 15 minutos y salen hechos, a falta de enfriarse con la temperatura ambiente para envolverlos en papel y cajas para su venta.
La venta por Internet
Aunque no paran de acudir a conventos y puestos de venta, la pandemia potenció la venta de los productos por Internet. Para ello, cada empresa, incluso las monjas, tienen al menos un teléfono o un correo electrónico para recibir los pedidos. Y año tras año, son más las marcas que tienen su propia aplicación o tienda virtual para realizar el pedido o recibirlo por mensajero. Sea de la forma que se haga, todas las piezas tienen la receta y el sabor de siglos atrás, el conservado por las monjas, que desde el siglo XVIII se fue promoviendo y hoy es uno de los productos más demandados.
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