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Tres meses y medio después, tras practicar multitud de pruebas e interrogar a decenas de testigos, la Guardia Civil da por terminada la investigación sobre la desaparición y la muerte de Lucía Vivar, la niña de tres años cuyo cadáver fue hallado sobre ... las vías del tren el pasado 27 de julio. Los agentes que han llevado el caso acaban de entregar a la titular del Juzgado de Instrucción número 10 de Málaga el atestado completo –más de 300 páginas– con declaraciones y pruebas de laboratorio que, a su juicio, confirmarían la hipótesis inicial: la pequeña anduvo 4.200 metros entre los raíles, se recostó sobre los balastos y fue golpeada por el primer tren Cercanías de la mañana.
Antonio Vivar y Almudena Hidalgo ven una certeza en lo que para la Guardia Civil sigue siendo una hipótesis. Los padres de Lucía consideran «imposible» que la menor hiciera ese recorrido, que ellos han repetido ya en innumerables ocasiones, e insisten en que, mientras trataban de localizar a su hija, un agente que coordinaba la búsqueda les prometió que se interrumpiría el tráfico ferroviario. «Nos dijeron que no nos preocupáramos, que no pasaría el tren, seguramente pensando que la íbamos a encontrar pronto», recuerda Almudena. Su padre, Francisco Hidalgo, amenazó incluso con cruzar sus camiones sobre la vía para impedir el paso del cercanías. «¿Por qué salió el tren? Que alguien me lo explique», se lamenta el abuelo.
El sumario del caso, al que ha tenido acceso SUR, detalla las circunstancias de la desaparición y de la búsqueda, aunque sigue sin despejar por completo los dos principales interrogantes del caso: ¿pudo recorrer Lucía cuatro kilómetros sobre balastos en sandalias y con una visibilidad lunar del 8,4%, caminando siempre hacia la oscuridad?¿Por qué no se cortó el tráfico ferroviario?
La investigación contribuye al menos a arrojar luz sobre ambas preguntas. Respecto a la interrupción del servicio de Cercanías, el atestado refleja que los agentes no manejaban esa noche información que respaldara la teoría de que se había adentrado en las vías, que parecía a priori la opción más inverosímil. Todos temían que alguien se la hubiese llevado.
Los investigadores han interrogado a los dos vigilantes de seguridad –empleados de una empresa contratada por Adif– sobre lo que sucedió aquella madrugada. Según sus declaraciones, que son coincidentes, ambos se enteraron de que la menor había desaparecido sobre las 23.40 horas, cuando llegaron a la estación y vieron «una gran multitud de personas» agolpada en el andén.
Uno de los vigilantes telefoneó al centro de control de Adif para alertar de que había personas junto a los raíles tratando de localizar a una niña. Aunque el último tren había salido a las 22.50, quiso cerciorarse de que no circulara la vagoneta de mantenimiento, que suele operar de noche. Según su testimonio, en el centro de control le informaron de que ya habían tomado medidas al respecto.
Los dos vigilantes se adentraron en las vías con linternas para tratar de encontrar a Lucía. Recorrieron unos 400 metros en sentido Álora –la que supuestamente tomó la menor– y después volvieron sobre sus pasos para caminar en dirección a Málaga, cubriendo otros 200 metros del trayecto. Al no hallar ni rastro de la pequeña, regresaron a la estación.
Una vez allí, entre las dos y las tres de la madrugada, un miembro de la Guardia Civil les preguntó si se podía acceder a las imágenes de las cámaras de seguridad de la estación. Uno de los vigilantes telefoneó nuevamente al centro de control y pidió que revisaran la videovigilancia ante la posibilidad de que se viese a la menor «deambulando por las vías».
En sus declaraciones, los dos empleados de seguridad sostienen que, 45 minutos después, recibieron una llamada del mencionado centro de control informándoles de que «no se observaba a ninguna niña en las vías». Sin embargo, días después del hallazgo del cadáver, cuando Adif proporcionó a la Guardia Civil tres DVD con las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad que tiene repartidas por la estación, se pudo comprobar cómo una de ellas, precisamente la que está situada al final del andén, filmó a la menor yendo hacia las vías.
Aunque los agentes advierten en todo momento de la «mala calidad» del vídeo, lo cierto es que en las imágenes se observa a la pequeña caminando por el último tramo del andén en dirección a las vías, en sentido Álora. La menor entró en el plano de la cámara a las 23.34.48 y su silueta desapareció detrás de la caseta de electricidad a las 23.35.00. Nadie volvió a verla hasta las 7.00 horas, cuando el maquinista, que en el viaje de ida había advertido la presencia de un «bulto» entre los raíles, accionó los frenos de emergencia y detuvo el tren. A las 7.15, uno de los vigilantes recibió la llamada del centro de control informándole de que el convoy estaba parado en la vía. Al escucharlo, su compañero lo tuvo claro. «El tren ha arrollado a la niña», pensó.
Respecto a la segunda cuestión, si la niña pudo realizar el recorrido, los investigadores enumeran en su atestado todos los indicios que su juicio apuntalan esta hipótesis. La menor presentaba en los miembros inferiores «pequeñas erosiones y equimosis» producidas por un «elemento o arista al desplazarse sobre la piel, o por un golpe de cierta intensidad», un hematoma en el glúteo izquierdo y rozaduras en los talones y en las sandalias; en las miembros superiores tenía una herida de un centímetro en el codo izquierdo y dos arañazos en la palma de la misma mano. La Guardia Civil infiere que, a tenor de esas lesiones, sufrió «múltiples caídas».
Los agentes se apoyan también en las manchas de grasa y suciedad halladas tanto en el vestido como en el cuerpo de la pequeña. De hecho, se han analizado los cuatro engrasadores de raíles existentes en ese tramo. No obstante, los investigadores, que realizaron el mismo recorrido, en sentido contrario, reconocen que no encontraron elemento alguno sobre las vías que demuestre que Lucía anduvo ese tramo. «No se han encontrado marcas de sus manos en los engrasadores ni en ningún otro lugar que acredite que hizo esos cuatro kilómetros», sostiene la abogada Ana Belén Ordóñez, que representa a la familia.
Con este cúmulo de indicios, y ante la ausencia de signos de forcejeo, agresión sexual o ADN de terceras personas en su cuerpo, la Guardia Civil llega a la siguiente conclusión en su atestado: «A las 23.30 horas del 26 de julio, Lucía Vivar fue extraviada y desapareció del entorno familiar en el que se encontraba, dado que abuelos, padres, tíos y primos cenaban, comenzando un arduo trasiego que la llevó a recorrer sola y por sus propios medios la distancia comprendida entre la estación de Pizarra y el punto 158,5, paraje conocido como Vega Malilla». Para los agentes, «actuó inercialmente y movida con determinación por la desorientación y el miedo, soslayando a cuantas personas participaron en la batida». Los investigadores muestran su convencimiento de que, a tenor de las pruebas, la niña se recostó entre las vías, «justamente sobre el balasto (piedras) que separa ambos raíles, y fue terminal y trágicamente golpeada por el tren».
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