«Calidad de vida». Es la expresión que utilizan todos los malagueños para resumir lo que han ganado mudándose a Pizarra, Álora, Almogía y otros municipios del interior. ... Son parejas o familias que, por encima de la vida urbana, la cercanía de la playa o la oferta de ocio valoran tener un hogar amplo y con espacio al aire libre; un tipo de vivienda que en la capital no podían permitirse. Algunos se muestran encantados con el cambio; otros no dejan de ser conscientes de haber sido 'expulsados' de su ciudad por la locura que ha alcanzado el mercado inmobiliario.
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A cambio de haber encontrado la vivienda que buscaban al precio que pueden pagar, asumen el peaje de dedicar cada día un mínimo de una hora a ir y venir del trabajo, sea en automóvil o en tren. Los problemas de transporte son, según reconocen, el gran hándicap para quienes viven en este segundo arco metropolitano que empieza a dibujarse en Málaga. Estos 'commuters' malagueños sufren cada día atascos, carreteras de doble sentido y apreturas en un Cercanías que necesita más frecuencias para convertirse en una alternativa eficaz al coche particular.
David Gómez, abogado, decidió en 2013 junto a su esposa abrir un despacho en Pizarra tras observar la saturación del sector legal en Málaga capital y la escasa oferta de servicios jurídicos en el Valle del Guadalhorce. Tres años después, en 2016, dieron el paso de mudarse definitivamente al municipio. «La diferencia en el precio de la vivienda fue determinante. Compramos una casa grande en Pizarra por lo mismo que costaba un 'apartamentillo' en Málaga», comenta Gómez. Además del coste, también influyó en la decisión la tranquilidad del entorno y la cercanía de la comunidad local. Otro factor clave fue la conectividad: «Lo bueno de Pizarra es que tiene buenas conexiones con Málaga capital, tanto por el tren de cercanías como por carretera», destaca. Aunque reconoce que el tramo de carretera entre Cártama y Pizarra podría mejorarse, considera que la movilidad es rápida y cómoda.
Desde su llegada, Gómez ha notado la evolución urbanística del municipio, donde las construcciones inacabadas debido a la crisis de 2007 se han terminado y las parcelas vacías han comenzado a edificarse. «Hoy en día, los precios han subido y encontrar alquiler es complicado, pero sigue siendo más asequible que en la capital», concluye.
Sergio Calzado y Noelia Márquez se han mudado hace un mes y medio a Almogía y están en plena luna de miel con su nueva casa. «En Málaga vivíamos en un piso de menos de 60 metros cuadrados con dos niños pequeños. Se oía mucho el tráfico y no teníamos terraza ni garaje; no podíamos más. Empezamos a buscar casas por Puerto de la Torre pero cuando encontramos este anuncio no lo dudamos: es la casa de nuestros sueños», expresa Sergio. Seis habitaciones, cinco cuartos de baño, dos patios, piscina, buenas vistas... «Esto en Málaga valdría más de medio millón y aquí ha costado la mitad; ni soñábamos con poder tener algo así», afirma.
Este nuevo vecino de Almogía dice, medio en broma, que menos mal que le ha hecho caso al alcalde, «que dice que nos tenemos que ir a vivir a los pueblos». Y aunque se muestra crítico con la deriva que ha tomado el problema de la vivienda en la capital, él personalmente se declara «encantado» con el cambio. «Esto es calidad de vida», resume. La distancia con Málaga, que es donde siguen teniendo el colegio y los trabajos de ambos, no les pesa: «Tardo media hora en ir o venir del trabajo: antes tardaba 15 minutos, pero tenía que buscar aparcamiento cuando llegaba a casa, así que al final tardo más o menos lo mismo», explica. «Aunque si encontrara un trabajo en Almogía, ya sería perfecto», apostilla.
Mariana Díaz no se mudó a Álora desde Málaga sino desde Cártama, su pueblo de nacimiento, del que tuvieron que irse ella y su pareja por la subida del precio de la vivienda. «Allí tendríamos que habernos conformado con un cuchitril. En Álora, en cambio, los precios están mucho más asequibles y encontramos un piso que es espacioso, luminoso y con una terraza estupenda», explica. Aunque ella trabaja en Málaga capital, nunca se han planteado vivir allí: «Nos hemos criado en un pueblo y nos gusta la tranquilidad, el aire libre... No me veo viviendo en un barrio de Málaga», afirma.
De vivir en Álora valoran la tranquilidad, el contacto con la naturaleza, la vida sencilla... Pero Mariana reconoce que hay un inconveniente que cada vez es más molesto: la movilidad. «El tráfico hasta Málaga capital está cada vez peor: yo antes tardaba media hora pero últimamente tardo el doble en llegar por la mañana al trabajo. Tengo que salir a las 7.30 de casa; voy de atasco en atasco», lamenta.
El Cercanías no es una opción realista para Maria, ya que las frecuencias «son de risa». «Hay tramos en los que el tren pasa cada hora o cada dos y, además, el último tren de Málaga a Álora sale a las 21.40; así no pueden pretender que el tren sea una alternativa eficaz al coche», critica, afirmando que debería haber al menos un tren cada media hora.
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