Hace dos semanas corrió la maratón de Sevilla y este domingo le tocaba de nuevo jornada maratoniana, esta vez en Málaga y con motivo del cine. Antonio de la Torre atiende a la tres de la tarde, todavía sin comer, después de la rueda de ... prensa de la película y antes de otras tantas entrevistas concertadas. Y aún así está de buen humor, sonríe y responde con la amabilidad de siempre a todo. Es un gran día: presenta nuevo trabajo en casa, 'Tratamos demasiado bien a las mujeres' (Clara Bilbao), y su Málaga ha ganado en la Rosaleda.
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–¿Estamos ya preparados para hacer comedia y sátira de la Guerra Civil?
–Sí. Mira, cuando fui a San Sebastián con 'AzulOscuroCasiNegro' conocí a José Luis Rebordinos, que todavía no era el director del festival. Y hablamos de 'Vaya Semanita', un programa muy popular de la televisión vasca que hacía humor con el tema de ETA. Y te hablo del año 2007, cuando ETA todavía no se había disuelto. Estamos preparados y, si no, debemos estarlo para desde el periodismo o desde la ficción hablar de cualquier tema. Hay una pregunta muy típica, esa de ¿qué personaje nunca harías? Pues bien, no hay nadie que no me me pusiera delante suya y le mirara a los ojos como estoy haciendo ahora contigo, y le preguntara ¿por qué? No hay tema que no haya que tratarse.
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–Habrá quien diga «otra película española sobre la guerra civil».
–Le rebato con datos. El periodista Javier Zurro hizo un informe que decía que, en los últimos diez años, de mil películas, solo ocho eran de la Guerra Civil. O sea, no llega ni al uno por ciento.
–¿Y por qué existe esa creencia?
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–Porque son películas muy significativas. Por ejemplo, Amenábar con 'Mientras dure la guerra'. O cuando hice 'La trinchera infinita', que tuvo muchas nominaciones a los Goya. Por no hablar de 'Las bicicletas son para el verano' o las que hacía Berlanga. Las películas que hablan del mundo en que vivimos merecen la pena ser contadas, películas que hablan de nuestra realidad, que nos cuenten a nosotros, desde la sátira o desde cualquier ángulo.
–Y el humor puede ser una vía para reconciliar a las dos Españas y superar aquello.
–Bueno, el tema es delicado. Hay 100.000 muertos todavía en fosas. No sabemos dónde están los restos de Federico García Lorca, por ejemplo. Aún hay señoras ya ancianas que quieren encontrar los restos de sus abuelos. Creo que la única manera sana de mirar hacia el futuro es no olvidando el pasado. Si no, corres el riesgo de volver a caer en lo mismo.
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–¿En la elección de esta película hay algo de activismo?
–No, la hice porque me parecía que tenía un universo y el tema me interesa. Es una película singular, tarantiniana y berlanguiana. Conocí a Clara Bilbao en un festival de cortos en el que yo era jurado. Ella presentó un corto que se llamaba 'Prohibido tirar cadáveres a la basura' y le dimos un premio. Entonces le dije: 'si algún día haces una película, por favor, llámame'. Y lo hizo. ¡Ya te he dado el secreto de por qué trabajo tanto! Porque a todo el mundo le digo que me contrate. Aunque sólo sea por pena, al final la gente me da trabajo (ríe).
–La película aborda lo insensible que nos hemos vuelto. Hemos normalizado la guerra.
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–Mi abuela materna me contaba que mi abuelo era anarquista. Murió durante la guerra y entonces la fueron a buscar los nacionales. Mi abuela se escondió una pistola entre las piernas y le dijeron 'Paco Martín ha muerto'. Y dijo: 'Ha tenido suerte'. Y recuerdo una periodista que estuvo en la guerra de Yugoslavia y me contó que llegaba un momento en el que ya hacían bromas con las bomba. Es una manera de sobrevivir.
–No hay que irse tan lejos. Nos pasa también cuando ahora vemos la guerra por la televisión.
–La guerra como 'reality'. La última imagen es pavorosa, la bautizada como la masacre de la harina. Es desolador. Lo pienso mucho cuando me siento a ver el telediario. Hasta qué punto nos estamos insensibilizando como sociedad. Le doy muchas vueltas al tema de la era en que vivimos. Y lo pienso mucho como periodista también, el exceso de información llega un momento en el que nos anula.
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–¿Le sigue saliendo la vena periodística (se licenció en Periodismo)?
–Me atrevería a decir que yo preparo los papeles como un periodista.
–¿En serio?
–Uno de los papeles que más disfruté fue en 'El Reino', que me hice un reportaje con la gente con la que hablé. Y me fascinaba todo eso. Es que la realidad es más fascinante que la ficción. Palabra de actor.
–También asusta más.
–Es más poderosa. A Pilar Palomero, con la que he currado, le decía 'a mí me encantaría ser un actor de documental'. Mi mayor sueño como actor es no parecer un actor. Recuerdo que cuando hice 'AzulOscuroCasiNegro' estaba rayado porque pensaba que la peña se iba a dar cuenta de que yo no había estado en el talego. Y entonces Lucina Gil, una actriz y documentalista, me contó que fue a verla con un juez de vigilancia penitenciaria y le dijo que me parecía a los tipos a los que él tomaba declaración todos los días. Es un piropo inolvidable.
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–Recuerdo un tiempo en el que estaba agotado de encadenar una película tras otra. ¿Ha conseguido encontrar el equilibrio?
–Creo que sí. Tengo dos hijos e intento conciliar, dentro de lo que es esto oficio. Siempre lo digo, yo soy un temporero y ahora toca ir la vendimia. O un pescador, y toca embarcarse y tirarse un mes en altamar. Pero, sobre todo desde 'El Reino', intento elegir los trabajos para poder conciliar, ver a mis hijos y tener una vida al margen de la profesión.
–Que los hombres hablen de conciliación con naturalidad es una señal de que las cosas están cambiando.
–Porque tratamos demasiado bien a las mujeres (ríe parafraseando el título de la película).
–El título de la película no es políticamente correcto.
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–Lo pensé. Esta película si no la dirige una mujer, ¿cómo lo vas a hacer? Pero viendo la película se entiende perfectamente.
–¿Caerá otra nominación al Goya?
–No creo. Todo lo que venga bienvenido sea. Pero yo no puedo ir por la vida pensando que si he trabajado me nominan a un Goya.
–Pues en su caso es lo normal.
–No, no. Aunque no lo parezca, tengo más no nominaciones que nominaciones, como la mayoría.
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