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Un grupo de amigas regala una bella estampa con aroma a feria. Marilú Báez

Los penúltimos bailes de feria

El Cortijo de Torres se llena de malagueños con ganas de fiesta, certifica su éxito como recinto y escenifica la esperanza de que siempre queda una más antes del adiós definitivo

Sábado, 24 de agosto 2024, 00:22

De regreso después de un día de descanso, Lorena López, una joven de La Cala del Moral, enfila la caseta que comparten el Mamajuana y ... Lombok, más bien perfil discotequero, para reunirse con un grupo de amigos. La joven, que se admite asediada por el cansancio de una semana de feria, pronuncia una frase que resume muy bien el momento vivido este viernes: «Esto se acaba y hemos decidido apurar. Luego hay que esperar un año y vete a saber». No deja de tener gracia que lo que parece un ejercicio de resistencia, se acaba convirtiendo en otro día más de diversión. La feria tiene estas cosas. Mientras suene la música en las casetas, hay gente con ganas de pasarlo bien. De momento, eso se sabe, la purga llegará a partir del lunes, que en Málaga es lo más parecido al fin simbólico del verano.

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¿Usted quiere una dosis de sensaciones agoreras? Por ahora, el Real no es el lugar para ello. En el penúltimo baile se demostró de nuevo que esta ciudad flotante, con sus millones de luces y altavoces ruidosos, no evidencia aún síntomas de agotamiento. Al revés.

Con la recta final también aparecen aquellos que aún no han pasado por la feria, pero no quieren dejar el año en blanco. Es el caso de Mayte Mulero, una auxiliar de enfermería de la Cruz del Humilladero. Al trabajar en Mallorca, explica a SUR, no ha podido pillar días libres antes. «Pero tenía fichado este fin de semana para reunirme con mis amigas», sonríe en son de complicidad al grupo. Acto seguido, una calada al vaper.

La capacidad de reinventarse de la industria tabacalera es realmente asombroso. El cigarrillo clásico, antaño un fijo en el imaginario colectivo de cualquier feria, ha sido sustituido de lleno por grandes humaredas con aroma de sandía, piña, melocotón o cualquier sucedáneo.

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Así fue desarrollándose este viernes de feria. Con grupos que almuerzan en el real para enganchar luego con el tardeo y con feriantes que llegan cuando cae el sol para apurar más aquello que se podría denominar como sesión de noche. La afluencia de gente y el 'llenazo' de la mayoría de las casetas dejó todavía más en evidencia al Centro, donde todo aquello que alguna vez hizo diferente a la feria de Málaga de todas las demás cotiza claramente a la baja. «Yo he tenido el privilegio de vivir la feria del Centro», podrá imprimirse pronto en una camiseta para nostálgicos.

Una vez aceptado que el real es un espacio que ofrece una logística privilegiada, por más veces que uno vaya, sigue asombrando como pueden convivir tantas ofertas distintas en un mismo espacio. El flamenco y el folclore. El reggaeton y la música electrónica. Luego los conciertos en el auditorio, donde ayer cantó María del Monte. La parte de las atracciones, donde miles de padres hacen matemáticas para evitar un roto en la cartera. Igual que también asombra la masa de personas que se congrega y se mueve y genera lo que parece una gran coreografía.

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El pasar del tiempo

Hace justo una semana, El Kanka andaría dándole los últimos retoques a su pregón. Este viernes la feria enfiló lo que será el gran fin con una perfección demoledora que empieza a saber demasiado ya a rutina. Y no deja de ser cierto que para desear algo también se necesita que acabe. No hay cuerpo que resista una feria más larga y, mucho menos, la cuenta corriente de la gran mayoría de los malagueños. Si los precios siguen subiendo en la del año que viene, habrá quien tenga que empezar a pedir un crédito.

La versión de cómo ahorrar dinero se dio de nuevo en la explanada de la juventud, que es a todas luces un 'botellódromo'. Nada que objetar a ello. Los más jóvenes tienen el mismo derecho a pasarlo bien que los adultos que pueden pagar diez euros por una copa. Lo único, que pone en evidencia es que para el Centro existe ya otra vara de medir.

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En la fiesta hay una forma de moverse, una forma de beber, una forma de comer y una forma de gastar. Ninguna como la del primer día. Pero este viernes de feria se despidió con la esperanza de que aún queda una más. Hoy.

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