Juanma Moreno: Piel curtida, sonrisa y mano firme
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Instalado en la política desde su más tierna juventud, el presidente andaluz ha forjado su personalidad a base de sinsabores y despreciosNo se puede decir de Juanma Moreno (Barcelona, 1970) que haya recorrido un camino fácil para llegar hasta ganarse un lugar en la historia de la autonomía andaluza. Hace apenas tres años y medio, en su propio partido se había fraguado una operación para quitarlo ... de en medio tan pronto como se consumara la enésima derrota electoral del PP de Andalucía. Su antecesor en la formación, Juan Ignacio Zoido, había viajado a Madrid para seguir los resultados electorales desde la calle Génova, donde junto al entonces presidente, Pablo Casado, iban a anunciar su cese y la conformación de una gestora apenas se conocieran los resultados. (Ver todas las noticias de las elecciones andaluzas)
Pero los resultados no fueron los que se esperaban. Acompañado sólo por su equipo de confianza, Moreno conoció a última hora de la noche del 2 de diciembre de 2018 que a pesar de su exigua cosecha de escaños -26, la más baja de la historia- los números le daban para encabezar un giro histórico en la autonomía andaluza. En uno de los últimos actos celebrados antes de su contundente victoria de este domingo, el presidente andaluz recordó una vez más que muy pocos creían en él. «Les dije a los periodistas que me acompañaban que iba a ser el próximo presidente de la Junta y cuando me retiraba escuché cómo se reían» relató. En ese mismo acto, Moreno reclamó el copyright de una frase acuñada en aquellos tiempos en los que sólo parecía despertar incredulidad y que desde entonces parece guiar todas sus acciones: «Sólo pueden quienes creen que pueden».
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Héctor Barbotta
Quienes están cerca del presidente andaluz aseguran que a pesar de la trayectoria política que acumula desde que se afilió al Partido Popular con sólo 19 años, después de quedar deslumbrado tras escuchar a José María Aznar en un mitin en Málaga, lo que realmente forjó la personalidad política de Moreno fueron los cinco años de travesía del desierto que recorrió desde que fue elegido presidente del Partido Popular de Andalucía en marzo de 2014 hasta su investidura al frente de la Junta en enero de 2019. La subestimación de sus posibilidades, los desplantes y burlas que sufrió por parte de quienes dudaban de su capacidad durante aquellos años -en los que peleó contra el desconocimiento con audaces golpes de efecto- fueron definitivos. Moreno hoy tiene la piel gruesa ante las críticas y una capacidad de aguante por encima de la media.
Trabajador, tenaz y perfeccionista en algún punto obsesivo con los detalles, hasta llegar a pelear por un lugar en la historia de Andalucia, el ahora presidente recorrió todos los escalafones. Entró tempranamente a la actividad política cuando aún era un estudiante, primero de Psicología y después de Magisterio, carreras que dejó absorbido desde temprana edad por una actividad política que le reclamaba dedicación exclusiva.
A los 24 años fue concejal en el Ayuntamiento de Málaga, fichado por Celia Villalobos, y a partir de ese momento inició una carrera que tuvo su siguiente etapa en el Parlamento de Andalucía pero que construyó lo que serían sus cimientos más sólidos cuando a los 27 años, tras recorrer en furgoneta todos los rincones de España para recabar apoyos, consiguió ser elegido presidente nacional de Nuevas Generaciones. En aquella campaña artesanal que tuvo mucho de viaje iniciático, lo acompañó otro joven dirigente con quien compartiría durante años caminos paralelos: Elías Bendodo. El tiempo dirá si el salto del ahora número tres del PP a la política nacional acabará bifurcando sus caminos.
A los treinta años, Moreno ya no tenía edad para seguir en las Nuevas Generaciones y dio el salto a la política nacional. En las elecciones de 2000, el PP de Aznar le procuró un puesto de salida como diputado por Cantabria. Cuatro años más tarde intentó repetir, esta vez por la circunscripción de Málaga, su provincia, y al no conseguir escaño se refugió en el partido, donde trabajó redactando discursos y analizando datos para Mariano Rajoy bajo el ala de una ascendente Soraya Sáenz de Santamaría. La llegada de Rajoy a La Moncloa le dio la oportunidad de probarse en la gestión, una experiencia que hasta entonces sólo atesoraba a nivel municipal. Fue nombrado secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.
Allí formó un equipo de trabajo en el que se integraron quienes con el tiempo se convertirían en sus dos personas de máxima confianza, Pamela Hoyos e Ignacio Díez Bernal. Cuando Rajoy le encomendó la misión de hacerse cargo del PP de Andalucía tras la dolorosa derrota de Javier Arenas en 2012, se los trajo consigo al sur. La primera es hoy su jefa de gabinete y el segundo, director general de Estudios y Análisis de Presidencia de la Junta. Ambos, junto al periodista Javier Salas forman parte del círculo de la más estrecha confianza del presidente. Una de las personas a quienes más escucha es su mujer, Manuela Villena, madre de sus tres hijos, politóloga granadina con un expediente brillante y que en sus años de estudiante compartió aula con quienes se convertirían después en destacados dirigentes del PP andaluz, como Marifrán Carazo, José Ramón Carmona o Patricia Navarro.
La tarea de derribar el castillo del poder socialista en Andalucía no era sencilla, especialmente porque parte del partido, muy especialmente la agrupación sevillana, lo recibió de uñas. La situación se agravó cuando la sucesión de Rajoy no se resolvió en favor de Sáenz de Santamaría, a quien Moreno apoyó abiertamente, sino de Pablo Casado, que desde el primer momento y hasta el final intentó ejercer control sobre el PP andaluz. Pero Moreno había visto dos flancos por los que podía erosionar el poder socialista. Uno era el manejo irregular y discrecional de los fondos relacionados con el empleo y la formación que el entonces aspirante calificó desde el primer día como el mayor caso de corrupción de la democracia española. El otro llegaba a muchas más personas y afectaba a una de las banderas históricas del socialismo andaluz: el deterioro del sistema sanitario a causa de los recortes obligados por la crisis económica iniciada en 2008. El actual presidente nunca habla de ello, pero su propio padre, a quien estaba muy unido, había fallecido a causa de un cáncer de colon diagnosticado tardíamente. Una de las primeras medidas que adoptaría tan pronto como se convirtió en presidente sería implantar desde el Servicio Andaluz de Salud un programa de cribado universal para la detección precoz de esa enfermedad. El domingo por la noche, tras su abrumadora victoria electoral, al presidente se le quebró la voz al recordar a su padre.
El ahora presidente inició desde el principio un giro en el PP de Andalucía que sólo pudo completar desde el gobierno de la Junta. Tanto por origen familiar -su abuelo fue jornalero y sus padres, emigrantes en Barcelona procedentes de Alhaurín el Grande-, como por convencimiento, Moreno entiende que para ser hegemónico en Andalucía el partido tiene que moverse en posiciones centristas e identificarse plenamente con el territorio. Una de las mayores novedades escenográficas de la reciente campaña electoral ha sido la profusión de banderas blanquiverdes en los mitines del PP, lo que encaja con las apelaciones al orgullo andaluz y a la ambición de desarrollar todas las potencialidades de la comunidad autónima con las que el presidente suele terminar sus discursos tanto de partido como institucionales. En este perfil se inscribe también la reivindicación constante de Manuel Clavero Arévalo, el ministro de UCD que respaldó el proceso autonómico. Revisar la historia para cuestionar el exclusivo protagonismo de la izquierda en aquella etapa es fundamental para su proyecto político.
Desde su llegada al poder, Moreno no sólo procuró transformar a su partido, sino también su propia imagen. Buscó tiempo para el ejercicio físico, al que le dedica al menos tres días a la semana, y le dio importancia a la dieta bajo el criterio de desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo. Aunque no tiene mucho tiempo para la lectura, durante esta campaña ha aprovechado el poco tiempo libre para zambullirse en 'La bruma verde', de Gonzalo Giner, premio de novela Fernando Lara 2020, definida por los críticos como un alegato ecologista.
La decoración de sus despachos da otras pistas sobre cuáles son las referencias políticas de Juanma Moreno. En el del PP de Andalucía cuelga un retrato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, y en el de San Telmo hay dos fotografías: una de Adolfo Suárez y otra de un encuentro con Barack Obama. No hay de momento retratos con Alberto Núñez Feijóo, pero la llegada del gallego a la presidencia nacional del PP, un proceso en el que participó decisivamente, ha abierto un panorama más cómodo para el presidente andaluz. La idea de un partido descentralizado con plena autonomía de los presidentes regionales es compartida por ambos. Esa combinación de afinidad y autonomía fue la que le permitió hacer limpia en las listas del PP para estas elecciones, de donde ha desaparecido todo rastro del casadismo que cuestionó su autoridad en los últimos congresos provinciales del PP. Juanma sonríe, pero no olvida.
En sus primeros tres años y medio al frente del gobierno de la Junta, Moreno no las tuvo todas consigo. Gobernó con sólo 26 escaños, en coalición con otro partido y con un aliado parlamentario con el que tuvo que negociar hasta la extenuación, con un presidente nacional de su partido hostil y haciendo frente a una pandemia. Un paisaje muy distinto al de los próximos cuatro años, en los que, adelantan los suyos, se verá al verdadero Juanma.
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