La expectativa de que el próximo verano sea de récord, tanto en visitantes como en gasto turístico, despierta sentimientos encontrados en muchos negocios de hostelería malagueños. La lógica euforia ante estas buenas perspectivas queda empañada por el desasosiego: no saben si conseguirán contratar a todos ... los trabajadores que necesitarán para atender ese aluvión de clientes. En vísperas de Semana Santa la preocupación cunde entre los bares, restaurantes y chiringuitos más expuestos a la estacionalidad ante la escasez de mano de obra cualificada que están encontrando.
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«Está resultando muy difícil contratar a camareros y personal de cocina», confirma Manuel Villafaina, presidente de la Asociación de Empresarios de Playa de la Costa del Sol. Estos negocios son, lógicamente, los más expuestos a la estacionalidad turística y amplían o incluso duplican sus plantillas cuando llega el verano, llegando a alcanzar los 20.000 trabajadores en julio y agosto. La Semana Santa es el momento en el que se empiezan a incorporar esos empleados de refuerzo a los chiringuitos; Villafaina cifra entre 1.000 y 1.500 las contrataciones necesarias y duda que se vayan a poder alcanzar. «Hay establecimientos que nos dicen que van a tener que poner menos mesas», apunta.
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Pilar Martínez
No es un chiringuito, pero El Balneario también está al borde del mar y comparte el temor de no poder atender la gran afluencia de clientes que espera en Semana Santa. «Málaga va a estar a reventar y estamos realmente preocupados. Ahora mismo necesitamos incorporar entre 40 y 50 personas de cocina y sala, aparte de los extras de los fines de semana, y no las encontramos», afirma uno de los socios de este restaurante, José Luis Ramos. Para este establecimiento, la Semana Santa es el pistoletazo de salida para la temporada alta, ya que inmediatamente después viene la temporada alta de eventos: comuniones, congresos, bodas... que enlazan ya con el verano. Ramos teme tener que hacer como en otro restaurante que posee en Rincón de la Victoria, Alma Restaurante, donde ha cerrado parte de la terraza por no tener personal suficiente.
Javier Frutos, presidente de la Asociación de Hosteleros de Málaga, Mahos, comparte la preocupación de sus asociados, aunque no quiere hablar de alarma todavía. «Es verdad: faltan profesionales cualificados», reconoce.
Pero ¿por qué faltan camareros y cocineros en una provincia con tanta tradición hostelera y una tasa de paro por encima del 20%? No es sencillo contestar a esta pregunta de forma breve sin caer en el simplismo. Hay dos argumentos opuestos que se suelen usar: «Se paga mal y las condiciones laborales son malas». El otro: «Los parados prefieren no trabajar y seguir cobrando la paga».
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En realidad, hay multitud de causas que han confluido en la situación actual. Una es la explosión de negocios de hostelería, que ha ocurrido en toda España («En la hostelería hace veinte años en España había 800.000 puestos directos y ahora, 1.700.000», recuerda Frutos), pero es especialmente llamativa en Málaga y la Costa del Sol. El año pasado, añade el presidente de Mahos, la hostelería alcanzó un récord de personal ocupado en la provincia, con una media de 86.000 trabajadores a lo largo del año y un pico estival de 102.000.
Con más bares y restaurantes abiertos, la bolsa de trabajadores desocupados de los que 'tiraba' el sector en verano se ha reducido. El número de parados adscritos al sector de la restauración en la provincia era, en el último trimestre de 2022, de poco más de 16.000: un 16% menos que en 2021 y un 22% menos que en 2019. La carestía de la vivienda no ayuda: muchos trabajadores que antes venían de otras provincias o del interior a trabajar en la Costa en verano ahora no lo hacen porque no encuentran alojamiento.
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Villafaina aporta otra clave: en la pandemia hubo muchos trabajadores que, ante el parón de la hostelería, prefirieron probar suerte en otros sectores antes que quedarse en ERTE. Esos empleados «no han vuelto; están en la construcción o la logística», lamenta el presidente de los chiringuitos, que además reconoce un problema de relevo generacional. «A los jóvenes no les gusta la hostelería: quieren librar los fines de semana e irse de viaje en verano; es la cultura del ocio», coincide Pablo Gonzalo, socio del Grupo Tercer Acto.
La falta de oportunidades de formación agrava esa falta de relevo; esto lo destacan todos los empresarios. «La escasez de personal actual se veía venir pero nadie ha puesto mucho interés en arreglarlo. Falta formación; los jóvenes no tienen dónde aprender el oficio más allá de las escuelas de hostelería. Necesitamos cursos cortos y prácticos», apunta Pepe Gómez, socio del grupo La Reserva.
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Ramos se pronuncia en la misma línea: «Hay que profesionalizar el sector con una formación adaptada a la realidad. Un camarero no necesita un curso de un año o dos; necesita una formación muy concentrada y unas prácticas». Villafaina reitera la oferta que, según asegura, ha hecho ya más de una vez a las administraciones competentes: «Si lo subvencionan, nosotros, desde la Asociación de Empresarios de Playas, podemos encargarnos de ofrecer esa formación a futuros profesionales».
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