Sumidas en plena vendimia, las bodegas de la provincia de Málaga esperan que esta sea una campaña excepcional, no en cuanto a cantidad, sino en cuanto a calidad. La climatología de este año, con buenas lluvias en momentos clave, pero sin excesiva agua, ha beneficiado ... al fruto y beneficiará por tanto a los vinos que con él se elaboren. «El vino de esta cosecha promete mucho, ahora hay que saber venderlo», dicen los bodegueros.
La comercialización de los vinos de Málaga ha sido una tarea ardua, que comenzó muchos años atrás. Un esfuerzo constante del sector para posicionarse en un mercado con una competencia muy alta. José María Losantos es desde hace ocho años el presidente del consejo regulador de las Denominaciones de Origen (DO) Málaga, Sierras de Málaga y Pasas de Málaga. Para él son muchos los avances conseguidos en los últimos 25 años, a pesar de los muchos factores en contra.
Para empezar, desde hace un año todos los vinos que se elaboran en la provincia tienen ya denominación de origen, ya que hasta ese momento había varias zonas que se quedaban fuera. En total, en la provincia hay 56 bodegas, de ellas 24 están en Ronda, que es una de las principales zonas productoras. En concreto la provincia se divide en cinco zonas: Axarquía, Montes de Málaga, Málaga, Manilva y Ronda.
Eso supone una dispersión geográfica tremenda, que hace además que la realidad de una zona a otra cambie mucho, entre otras cuestiones por la variedad de uva que se impone en cada zona y por los tipos de vino que se elaboran en ella. «Son vinos completamente diferentes. Están las zonas más tradicionales, con una elaboración histórica de vino dulce, y otras más modernas».
Otra diferencia entre unas bodegas y otras es el tamaño; la gran mayoría son empresas pequeñas, salvo unas pocas que alcanzan un gran volumen de producción.
Con esta realidad, lo cierto es que «Málaga desde el año 2001 hasta ahora ha pasado de ser una zona que tradicionalmente hacía vinos dulces, a hacer una amplia gama de vinos, lo que ha ampliado con creces el catálogo de cara a la restauración y venta», explica Losantos. Eso ha ido acompañado de «una labor de promoción inmensa para darlos a conocer» porque sin esa promoción «el consumidor no entendía que le ofreciéramos un vino de Málaga haciendo la competencia a un vino Rueda, un Rioja o un Ribera y que incluso se vendiera a un precio mayor porque estaba elaborado en una bodega pequeña, con una calidad extrema, pero con unos costes mayores que los que asume una gran zona productora». Aún así, 25 años después de iniciar esta lucha, «ya es raro un restaurante de Málaga que no tenga un vino de la tierra. La gastronomía malagueña está reconociendo que se hacen grandes vinos en la zona y que pueden competir con los de fuera», explica Losantos.
Esto no evita que con tres millones de kilos de producción, los vinos de Málaga sigan teniendo una representación muy pequeña dentro de un sector que cuenta con zonas con mucho peso en la economía nacional.
El enoturismo es otro de sus grandes aliados. «Es la gran línea de trabajo y de negocio en la que avanzamos ahora», explica el presidente del consejo regulador. «Sabemos que de todos los turistas que nos visitan, 7 millones, vienen buscando la gastronomía y el enoturismo, lo que lo convierte en una línea de negocio interesante», continúa Losantos, quien asegura que prácticamente todas las bodegas de la provincia están trabajando en esa línea en mayor o menor medida.
Negocios que se remontan varias generaciones
«Un vino está vivo, nace, crece y muere. Un vino cuenta historias, siempre que se abre es porque hay una celebración. Este es un oficio bonito, merece la pena». Así lo asegura Juan Muñoz, de las Bodegas Muñoz Cabrera en la Axarquía. Con esas palabras explica el hecho de que su familia lleve dedicándose a los vinos desde hace varias generaciones y además con el futuro garantizado porque sus hijos y sus sobrinos ya forman parte de la empresa. Este caso representa a buena parte de las bodegas malagueñas, ya que la gran mayoría son familiares y heredadas generación tras generación.
José María Losantos es, además del presidente del consejo regulador, el propietario de las bodegas Doña Felisa en Ronda. Su historia difiere de la de la mayoría de bodegueros de la zona porque él no llegó al sector por tradición familiar. Su mujer y él son del norte, de La Rioja, y por circunstancias laborales llegaron a la Costa del Sol en 1985. Él era marino mercante de profesión y durante unos años ambos emprendieron varios negocios. «En 1999 decidimos que en vez de estar en la Costa, que era un poco asfixiante, íbamos a buscar un refugio en el interior». Fue entonces cuando encontraron una finca en Ronda y empezaron a plantar viñedo.
Empezaron por cinco hectáreas y embotellando 25.000 botellas. Hoy en día acaban de inaugurar una segunda bodega, ya más grande, con capacidad para 500.000 botellas, aunque ahora mismo están alcanzando las 200.000 y cuentan con 60 hectáreas de viñedo.
En la zona de la Axarquía se ubica la bodega Antonio Muñoz Cabrera, que en 2027 cumple cien años. Allí se elaboran «vinos tradicionales» de Málaga. Los venden, según explica el responsable de la empresa, Juan Muñoz, en distintos puntos del país, pero principalmente en la propia tierra.
En 2015, la sociedad que gestiona la bodega, Dimobe, decidió avanzar en su negoció y entró a participar en un 50 por ciento en la empresa Viñedos Verticales, situada en las mismas instalaciones de la bodega. La otra mitad de la empresa la gestiona el enólogo valenciano Vicente Inat. En este tiempo han recuperado terrenos, plantado viñas y hoy en día están produciendo 45.000 botellas que se exportan ya a 16 países.
Trabajo manual
Juan Muñoz es un firme defensor del vino que se elabora en la Axarquía porque «se diferencia del mundo entero». Explica que «como los terrenos están en pendiente, donde ni los mulos pueden trabajar, no se puede mecanizar el trabajo», eso hace que todo se haga de forma manual, prácticamente artesanal, generando un vino de una alta calidad.
Además, «tenemos uvas a distintas altitudes, en distintas ubicaciones, con distintas temperaturas, eso supone que empezamos a cortar en julio y terminamos a mediados de octubre, dando lugar así a un proceso más tranquilo, que permite muchos vinos distintos».
Muñoz reconoce que ese vino sale al mercado a un precio más elevado que el que se genera en otras zonas de gran producción del país. Aún así asegura que «el precio no es el problema», lo que hay que hacer es «encontrar al cliente adecuado».
Teniendo claro ese punto, para Dimobe los vinos de Málaga viven un buen momento. «Estamos creciendo en venta en la provincia, ahora en cuanto se monta un restaurante, lo primero que hacen es buscar el vino de Málaga, el producto local».
Germán Luna es el CEO de la cooperativa Virgen de la Oliva, situada en Mollina y la más grande de la provincia. Cuenta con 1.200 socios, 400 hectáreas de viñedo y 7.000 de olivar.
Esta cooperativa tiene doce variedades de vino en el mercado. Al igual que el resto de bodegas Luna reconoce que este año están ante una «campaña excelente» en lo que a calidad se refiere.
Uno de los grandes avances que ha vivido la cooperativa en estos últimos años, según explica, ha sido la comercialización. Antes vendían a granel y comenzaron a embotellar bajo el nombre comercial de Bodegas Carpe Diem, una línea de negocio que les está yendo muy bien hasta el punto que han ampliado instalaciones con una nueva linea de embotellado en la cooperativa.
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