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Hace siete años que Aitor Santiago montó en el puerto deportivo de Benalmádena Solboat, una empresa de alquiler de embarcaciones que en ese momento llegó para revolucionar el sector. Él, que ni siquiera se había subido a un barco en su vida, había decidido emprender ... en el negocio náutico porque el campo de 'paintball' que hasta entonces había sido su empresa apenas le daba rendimiento durante los meses de verano. «Me puse a investigar el negocio y descubrí los barcos de alquiler en los que no se necesita tener licencia, vi además que no había oferta en ningún puerto y que podía ser una oportunidad de negocio y me metí» .
Siete años después todo ha cambiado. Solboat está ahora presente en Puerto Marina en Benalmádena con diez embarcaciones, en el puerto de La Bajadilla en Marbella con un barco de doce metros con capitán y en el puerto de La Duquesa en Manilva, con cuatro embarcaciones más. Y en lo que se refiere a los barcos sin licencia, la suya es hoy en día la empresa más antigua de Puerto Marina que trabaja ese mercado, pero ya son nueve las empresas que los ofertan y en torno a una treintena los barcos sin licencia en alquiler en ese puerto.
El motivo de este vertiginoso cambio es que, salvo excepciones, el negocio de alquiler de embarcaciones está en auge y la pandemia ha tenido mucho que ver en ello. «En la cuarentena explotó la oferta y la demanda», explica Santiago. La gente necesitaba aire libre, naturaleza y libertad y los barcos eran una vía perfecta para conseguirlo.
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«Es lo que más nos demandan desde la pandemia, no hace falta ningún tipo de licencia para su alquiler, se les da una explicación con las normas básicas y el manejo del barco y es algo fácil», detalla Santiago que aclara también que todas las embarcaciones llevan un GPS para saber en todo momento donde están y que siempre que hay alguna alquilada hay alguien de la empresa en puerto por si tienen alguna necesidad.
Hasta hoy, la inmensa mayoría de sus clientes son extranjeros (80%), mayormente ingleses, aunque también nórdicos. Entre la oferta de su empresa también están los barcos más grandes, que ya llevan capitán. La demanda en esos casos suele ser para despedidas de soltera, paseos en familia o simplemente un rato de diversión con amigos.
La premisa es salir a dar un paseo y un baño porque, tal y como explica el propietario de Solboat, aunque algunos clientes demandan ir con el barco a Tarifa, a Maro o a Marruecos, «el mar es muy delicado» y ellos prefieren no arriesgar.
Aunque muchas empresas de alquiler de embarcaciones cierran entre tres y cuatro meses, Solboat se mantiene abierta todo el año. «En temporada alta tenemos un mostrador de venta al público en el puerto, pero el resto del año funcionamos bajo demanda». En concreto, el año pasado «fue inmejorable» por el buen tiempo. «La gente estuvo alquilando desde enero», pero este año está siendo más complicado. «Nosotros dependemos del clima y con lo que facturamos en verano tenemos que amortizar muchos gastos; si nos viene mal tiempo los fines de semana, el negocio afloja mucho».
En su empresa, en temporada alta son siete empleados entre Benalmádena y Manilva. Los atraques, el canon establecido en algunos puertos, los seguros y el mantenimiento de los barcos son los principales gastos que una empresa de estas características tiene que asumir.
Tomás Puerta es el responsable de la empresa Moby Dick, situada en el puerto de Estepona y que cuenta con dos catamaranes para alquiler, que van siempre con capitán y marinero. Su oferta se basa en dos opciones: alquiler en grupo para una excursión de dos horas para ver delfines o en modo privado, con un máximo de 12 personas, con un tiempo mínimo de una hora y de ahí en adelante. En esos casos, «lo normal es que nos pidan que organicemos despedidas, fiestas, cumpleaños, comidas, barbacoas... aunque nos piden también estríper, cocineros, pinchadiscos...», cuenta Puerta, quien asegura que ellos lo organizan todo. «Lo que se te ocurra, lo organizo», afirma.
Su empresa lleva siete años funcionando y asegura que en estos momentos están trabajando «el doble que antes de la pandemia». «Ahora todo el mundo quiere aire libre y estas son empresas en auge, pero son de temporada corta», añade. En su caso trabajan desde Semana Santa hasta octubre o noviembre, dependiendo del tiempo. «Tres meses al año cerramos y en marzo volvemos a arrancar, pero para sacar los barcos del agua, limpiarlos y tenerlos en perfectas condiciones cuando arranca la temporada». En el caso de Moby Dick la plantilla está formada por nueve personas.
Miguel Ferrer está al frente de Catamaranes Estepona, la primera empresa de alquiler de embarcaciones que empezó en el puerto de ese municipio hace ahora quince años. Ellos alquilan embarcaciones de vela, lancha rápida, motos acuáticas y catamaranes de pasaje para ver los delfines o para celebrar eventos, con hasta un total de cien pasajeros.
«A nivel privado hacemos de todo, hemos celebrado bodas en los catamaranes o incluso se han grabado videoclips», cuenta. En esta empresa son diez personas en plantilla en régimen de fijo-discontinuo, que trabajan de marzo a noviembre. «Primero empezamos abriendo cuatro meses al año, pero ahora estamos nueve meses sin parar y si viene un invierno bueno de tiempo casi que no podemos cerrar», asegura Ferrer.
Mariana Jiménez lleva las riendas de Puerto Marina Charters en Benalmádena y de Port Ticket Office, en el puerto de Fuengirola. Además de las embarcaciones con las que cuentan, también trabajan el negocio del parasailing. Llevan diez años en el sector, tienen 12 empleados y en su caso apunta a que este 2024 será un año con menos negocio. «Estamos notando ya que ha bajado la demanda al menos un 40 por ciento», asegura y lo achaca a dos factores, por un lado la competencia, que según explica, cada vez es mayor.
Jiménez se queja de que mucha de ella es competencia desleal. «Cualquiera que tenga una embarcación hace excursiones, los puertos son cien por cien permisivos con eso y los únicos perjudicados somos las empresas que tenemos todos nuestros papeles en regla», afirma.
La otra razón, según la empresaria, es que ellos trabajan principalmente con público británico y «los medios de comunicación de allí están haciendo una campaña en contra de la Costa del Sol, porque desde que salieron del euro quieren que en vez de venir aquí generen riqueza allí durante las vacaciones».
«Hay opciones muy exclusivas, pero también hay para todos los bolsillos, un barco también puede ser una oferta de ocio asequible porque puede costar casi lo mismo que ir a comer a un chiringuito». Así lo asegura Aitor Santiago, de la empresa Solboat.
Por poner algunos ejemplos de precios, las salidas en grupo a ver delfines suelen rondar los 35 euros por persona por dos horas de trayecto.
Alquilar un barco sin licencia puede salir a unos 150 euros dos horas.
Un barco con licencia, unos 190 euros dos horas. Una embarcación con capitan ya sube y depende mucho del tamaño, pero ronda entre los 300 y 500 euros dos horas. Y ya por último están los yates de lujo, que pueden superar los 8.000 euros por ocho horas.
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