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Los maratones son récords. Son semanas de preparación, sangre, sudor y lágrimas. Son horas de sufrimiento y sonrisas de satisfacción. Son la perfecta forma de retarse a uno mismo y comprobar los límites. Son corredores cruzando la meta y desfalleciendo del cansancio. Son calambres, dudas ... e inseguridades, pero también pueden convertirse en los recuerdos más bonitos de una vida. Las historias de superación volvieron a ser el gran motor de la undécima edición del Zurich Maratón Málaga. Algunos escogieron este día para hacer de tripas corazón y dedicar su pequeño gran triunfo a alguien especial, como el madrileño Ángel López, que se derrumbó en meta empapado en lágrimas. El porqué estaba más que justificado, y es que seis meses atrás perdió a su hijo Leo: una muerte súbita con sólo seis meses de vida. «Esta carrera es un homenaje para mi hijo, que haría un año el lunes que viene y lo perdimos hace seis meses. El mejor homenaje para mí es estar aquí en Málaga, que nos encanta. Estamos enamorados de la ciudad y queremos venirnos a vivir aquí», explicó a SUR, sobrecogido pero orgulloso por cumplir su propósito, junto a unos amigos que le acompañaron durante el recorrido.
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Pedro Luis Alonso
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SALVADOR SALAS | ÑITO SALAS | FRANCIS SILVA | MARCOS ÁLVAREZ
También empapada en llanto paró su cronómetro una joven ingeniera de La Coruña, Carla García, a la que esperaba su novio David, con el que se fundió en un cálido abrazo. «Siempre corremos juntos, pero nunca había hecho un maratón. Es muy duro. No creo que corra otro más, pero le hice la promesa de que algún día correríamos algún maratón», comentó. Y de las lágrimas de dolor a las de alegría, como las de las belgas Heidi Steukers y Joke Coubert, ataviadas con indumentaria de trail y a las que invadió la felicidad por completar juntas su primer Maratón de Málaga. Para la primera, enfermera (superados los 50 años), era el decimoséptimo en sus piernas, y para la otra, consultora, el segundo de su vida. Nada en comparación a las numerosas citas de 42 kilómetros que ya acumula el melillense Miguel Ángel Rodríguez, que siempre corre portando una bandera de España (mástil incluido): «He corrido todas las ediciones de Málaga y también los 101 de Ronda, la carrera de los Pirineos… Y siempre con la bandera, porque amo España, fui militar un tiempo y en Melilla se vive mucho».
A Rodríguez le quedan todavía muchos kilómetros para superar a uno de los corredores mas particulares de esta edición, que cruzó la línea de meta marchando. Una tradición para el madrileño Julián Iglesias, que ha realizado la friolera de 138 maratones y 151 carreras de largas distancias, en general, y todas ellas con esta particularidad. «Empecé hace casi diez años, hay años que he hecho hasta 32 maratones. Empecé el primero y luego me envicié. Lo hago marchando, porque hago marcha en la categoría de veteranos y me dije: '¿Por qué no hacerlo así?'».
Cada uno elige cómo correr y el informático de Benicassim Jorge Aparici escogió disputar la prueba como más cómodo se encuentra: descalzo. Este es ya su noveno maratón sin zapatillas: «Me lesioné, empecé a probar descalzo y en ocho años no me he vuelto a lesionar. Estoy acostumbrado ya a esto. Corro, ando y me entreno siempre así. Lo más complicado es lo que dice la gente de ti».
Para otros muchos, fue el primero de muchos más maratones por recorrer, y con uno de los motores más potentes que uno puede tener: una buena causa. La malagueña Natalia Ruiz (de Volando Sobre Ruedas) protagonizó una de las historias más emotivas de la cita. Corrió empujando el carrito adaptado de su hermano Gabi para dar visibilidad a su situación: «Siempre corremos medias maratones juntos. Era el momento de estrenarse en maratón y ha sido una maravilla. Somos hermanos y es verdad que es un plus de dificultad empujar la silla, pero al final poco a poco se llega a meta. Hago esto para que se vea que no hay nada imposible, que tarde o temprano todo se consigue. Mi hermano Gabi tiene parálisis cerebral de nacimiento, y esta es una forma de compartir retos juntos».
El amor en todas sus formas estuvo más presente que nunca. José Carlos y Marta protagonizaron una de las estampas más curiosas y bellas en la meta. En la recta final del Paseo del Parque, el 'speaker' de la cita atisbó, en torno a las cuatro horas de competición, la llegada de un 'tiburón' a meta. Este era un toledano de 33 años, José Carlos López, que corrió los 42 kilómetros en la calurosa mañana vestido de delfín. No fue por una apuesta con sus amigos. Era la señal de que llegó el día de declararse oficialmente a su pareja. Se paró unos metros antes del primer arco de llegada, justo en la valla en la que se encontraba su novia, la zaragozana de 29 años Marta Martín, se arrodilló y le pidió matrimonio. Todo, delante de su grupo de amigas que, por sorpresa, viajaron a Málaga desde diferentes puntos de España para ser partícipes del momento. Ya con el 'sí quiero', ambos cruzaron juntos el arco de meta en el que será uno de los días más felices para ambos.
Tras colgarse la medalla de 'finisher', el toledano, empresario, explicó a SUR: «El primer día que la conocí le dije que me iba a casar con ella vestido de delfín. Luego me dio por correr y este ha sido mi primer maratón. Avisé a todas sus amigas, de Bilbao, Mallorca… para darle la sorpresa». Ella, maestra, sólo podía sonreír, emocionada: «Lo de delfín es una coña que tenemos. Le dije que si me lo pedía, lo tenía que ser haciendo algo ridículo. No puedo estar más feliz», comentó.
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