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Hubo poco cartón piedra anoche en el Cervantes, aunque la cosa fuese de teatro. Por su escenario pasaron más técnicos que estrellas, más currantes ahogados por la crisis que caras conocidas con la hipoteca pagada. Los ganadores de los Premios Max desprendían una emoción sincera: temblaban, lloraban o sudaban, a veces todo a la vez, conscientes de que el galardón les aporta visibilidad, un pequeño empujón para sacar la cabeza a flote tras muchos meses bajo el agua empozada de la incertidumbre y las salas cerradas. «Que investiguen», pedía Pedro Yagüe, premio al mejor diseño de iluminación por 'Play': «No ha habido ni un solo contagio en los teatros. Es un tiempo difícil, pero podemos seguir adelante si el trabajo se hace con rigor». También las felices integrantes de la compañía Las niñas de Cádiz, ganadoras del Max al mejor espectáculo revelación por 'El viento es salvaje', reivindicaban años de esfuerzo, con el riesgo de perderlo todo en el cogote: «Fundamos este proyecto hace poco, pero llevamos mucho tiempo de carrera. No nos creemos que estemos aquí».
La gala osciló entre el homenaje de la SGAE a Antonio Banderas, que mediante un vídeo animó a «buscar las grietas por donde colarse para poder seguir trabajando» en plena pandemia, y el Premio Max al mejor proyecto aficionado, concedido a la escuela municipal de teatro Ricardo Iniesta de Úbeda. Su responsable, Nati Villar, reclamó mayor atención a los colectivos desfavorecidos, «que han sido apartados de la cultura porque se nos olvida que el arte también es diversidad». Pero la principal petición del sector giró en torno a la necesidad de unificar y flexibilizar criterios sobre el aforo permitido en los teatros, competencia de las comunidades autónomas. «El premio es estar aquí con vosotros», resumió la directora del Instituto de las Artes Escénicas, Amaya de Miguel, encargada de recoger el premio entregado a 'Doña Francisquita', producción que arrebató el Max a 'A Chorus Line', del propio Banderas. Luis Miguel Cobo, ganador del premio a la mejor composición musical para espectáculo escénico por 'Play', agradeció «la valentía de la gente que llena los teatros».
Las artes escénicas, uno de los sectores, otro, más arañados por la crisis del coronavirus, atraviesa momentos complicados que se traducen en miles de empleos en el aire y trabajadores en casa. «Son tiempos difíciles, pero ¡viva el teatro!», exclamaba Andrés Lima, actor y director premiado esta vez por su diseño de escena en 'Shock'. Entre tanta protesta también hubo tiempo para el azúcar. «Es un premio que guardaremos en un lugar muy profundo de nuestro corazón», agradecieron los miembros de la compañía Manuel Liñán, ganadores del Max del público por '¡Viva!'. Y para la vanidad derivada en emoción de Nacho Duato, Max de Honor, más relajado en la sala de prensa, donde explicó su peculiar etiqueta: «Llevo sombrero porque mi abuelo lo llevaba siempre. Es muy elegante». Rechazó un 'selfie' («No me he hecho uno en mi vida, pero porque salgo mal») y se curó en salud anticipándose a posibles titulares («Tú seguro que eres de las que luego saca la respuesta de contexto», respondió ante la pregunta de una periodista sobre sus críticas a los 'influencers' por «superficiales»). Había ganas de celebración: «¿No hay alcohol? Un gintonic», pedía mientras tatareaba 'La vie en rose' y 'Somewhere over the rainbow'.
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Porque los premiados desfilaron con puntualidad alemana, o cervantiana para ser justos con la impecable organización, por la sala Rossini para atender a los medios, más concentrados en sus piezas y crónicas de la gala que en hacer preguntas. Hasta que la siempre dispersa Verónica Forqué, ganadora del Max a la mejor actriz por 'Las cosas que sé que son de verdad', irrumpió como un vendaval para acercarse hasta las mesas. «¿Habéis cenado algo? A nosotros no nos han dado ni agua». «¿Conocéis 'La casa de papel'? Durante la pandemia me la he visto entera». Luego confesó por qué estaba especialmente nerviosa: «He hecho mucho teatro y nunca me habían dado un Max. Venía convencida de que me lo iban a dar, porque las otras nominadas son muy jóvenes, pero esta tarde he empezado a ponerme tensa y he pensado: '¿Por qué coño te lo van a dar a ti?' Me hubiera sentado fatal que no me lo dieran, pero aquí está».
Lluís Homar, más discreto, se deshizo en halagos hacia sus personajes en 'La nieta del señor Linh' tras ganar el premio al mejor actor en una categoría donde competía con Ernesto Alterio y Pablo Derqui. El también actor Fran Cantos, encargado de recoger el Max de 'Jauría', cerró las intervenciones con un grito unánime: «La cultura es un bálsamo. Cuidémosla».
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