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El manto de la noche cubrió de oscuridad las sombras serpenteantes que iluminaban un lugar idílico. Los móviles son hoy luces que recogen momentos inigualables, como los vividos el sábado en Starlite con un C. Tangana que retrasó durante 45 minutos su esperada actuación en busca de la penumbra idónea que magnificara su puesta en escena. Los chiflidos de protesta por la larga espera tornaron en vítores cuando el telón desnudó el decorado que dejó boquiabiertos a los más de tres mil espectadores que no sabía donde dirigir su mirada por los más de 30 músicos que acaparaban el proscenio. Ni se imaginaban el fiestón que les esperaba.
Era un espectáculo acorde al marco incomparable de la cantera de Nagüeles, que está de celebración por los diez años que cumple un festival convertido en seña de identidad de Marbella. Echando la vista atrás se entiende la razón de su magnitud. De 30 días a tres meses de duración; de un solo escenario con artistas españoles a dos (en 2016 nació el Espacio Sessions) con estrellas del panorama internacional; de un festival con déficit al principio a un evento distinguido con la Marca España; de una idea primigenia con el único objetivo de proporcionar a la ciudad entretenimiento para las noches de verano a acaparar todos los premios empresariales por un proyecto que traspasa fronteras y es conocido a nivel mundial.
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Starlite dio el banderazo de salida a la undécima edición con la intención de batir todos los récords diez años después de comenzar su andadura en la cantera de Nagüeles, un auditorio natural por el que quieren desfilar todos aquellos que figuren en la lista de éxitos y al que anhelan acudir espectadores de todas las clases sociales, desde los que atracan su yate en Puerto Banús hasta los más curiosos que presumen de pasar por su 'photocall' y de toparse con famosos que hacen notar su presencia. La mayor propuesta musical de la Costa del Sol es una cita ineludible que convierte a Málaga en el mejor escaparate del universo del ocio y entretenimiento, con un impacto económico que rondará los 227 millones de euros y una previsión de asistencia de más de 350.000 visitantes.
Todo eso está recogido en el documental 'Starlite 1 década', que se proyectará el viernes 24 de junio en la cantera de Marbella, un recorrido entre luces y sombras de los 10 años del festival boutique más importante de Europa. Dirigido por Paola García-Sanjuán Machado, «muestra la trayectoria de Starlite Catalana Occidente de la mano de la empresaria canaria Sandra García-Sanjuán, fundadora del festival y productora ejecutiva de este documental. Una historia de lucha y de pasión», reza la nota de prensa.
Para determinados estratos de la sociedad, hoy Starlite representa lo que durante varias décadas fue Tívoli, con la salvedad del paso del tiempo y de la ubicación, en una Marbella donde dicen que el dinero da la felicidad y la riqueza proporciona placenteros sueños porque el lujo se asocia al glamur, que no tiene precio si no tienes la fortuna de poseerlo, aunque ayuda sobremanera, claro está.
En este contexto, no es de extrañar que Starlite quisiera darle la bienvenida al verano con un artista de renombre que acudirá tres veces a una cantera donde hace algunos años trabajó a pico y pala para llegar a ser lo que es hoy, un hacedor de ilusiones que se sube constantemente a esa escalera con la que quiere alcanzar la gloria. Tras lo visto, C. Tangana se baña en ella. Y, desde luego, los que acudieron el sábado a verle sintieron tocar el cielo. «El mejor espectáculo en directo que he visto en mi vida», espetó Dani mientras bailaba con sus tres amigos que venían de trabajar en el bar de Torremolinos. Paula se levantó de su asiento estupefacta por lo vivido, pero con sentimientos contrapuestos al pensar lo que le esperaba al llegar a casa: «Cómo le puedo decir a mi hijo Jaime lo que hubiera disfrutado si hubiese venido. Ha sido inenarrable». Su marido, Ignacio, corroboraba sus palabras. No hay nada peor que decepcionar a un hijo, así que seguramente se ahorrarían muchos detalles, mejor no dar mucho encarte que solo desembocaría en frustración.
Marcelo y Noelia representan la magia del lugar, sus cámaras exportan al mundo entero las imágenes de la satisfacción más intensa. Son la pareja perfecta a la hora de describir todo tipo de sensaciones que despierta el festival: él vio nacer esta propuesta hace diez años y es testigo de su recorrido, expansión y 'boom'; ella vive su estreno como fotógrafa profesional con el primer contrato de su vida. Y es que Starlite crea mil puestos de trabajo directos con una duración media de cuatro meses.
C. Tangana, que llegó a Nagüeles sobre las nueve de la noche acompañado de su séquito -La Húngara, El Niño de Elche, Lucía, Juan Carmona hijo, Fernanda Carmona, Marina Carmona, Noemí Humanes, Yerai Cortés, Pablo Drexler... y una veintena de músicos- y que tras el concierto desistió de hacer el 'booking' programado, hizo sentir al público más cerca del firmamento donde las estrellas brillan a la altura de su talento. Hay conciertos esperados, citas anheladas y fechas marcadas en el calendario, pero en ocasiones el diccionario no encuentra los adjetivos con los que honrar la memoria, indeleble para momentos que la historia abraza a recuerdos placenteros, como el 'show' del barman que da vida al menú degustado por los presentes, que contó con deliciosos entrantes (compuesto por las canciones 'El milagro', 'Te olvidaste', 'Cambia!', 'Ateo', interpretada con Lucía, y tras la entrada de una monja que fuma, beba y se besa con un comensal, 'Comerte entera', 'Párteme la cara' y 'Demasiadas mujeres').
Los primeros se componían de 'Me maten', 'No estamos locos, mala malita', 'Ingobernable', 'Noches de bohemia' y 'Corazón partío', 'Los tontos' y 'Tranquilisimo'; los segundos platos comenzaron con 'Lujón', 'Llorando en la limo' y 'Muriendo de envidia' y terminaron con 'Nunca estoy'.
Los ricos postres contenían 'Tú me dejaste', con La Húngara, 'Antes de morirme', con Marina Carmona, un 'skit' flamenco y 'Un veneno' para concluir con 'Al di lá'. Así, El Madrileño dejó saciados a unos espectadores cuya glotonería no tenía fin, la palabra que proyectaba la pantalla gigante cuando las luces se apagaron. Se terminó la fiesta, pero quedó el sueño más bonito jamás vivido. La felicidad es un estado de ánimo que sólo se alcanza en el clímax de lo irrepetible. Esa fue la sensación que trasmitió la noche del sábado en Starlite.
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Ignacio Lillo | Málaga
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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