Escuela de Espectadores
Viernes, 1 de marzo 2024
El miércoles 7 de febrero se estrenó en Málaga la tercera producción de Factoría Echegaray para esta temporada 2023/2024: 'Mal Olor', escrita por Gracia Morales y dirigida por Piñaki Gómez. Esta propuesta de teatro encriptado, distópico y social se ha podido ver en el ... Teatro Echegaray durante dos semanas (entre el 7 y el 17 de febrero) y, en Escuela de Espectadores-Factoría Echegaray, hemos realizado una crítica que aúna su recepción por parte de los 54 espectadores que forman parte de nuestra Escuela analizando el proyecto durante cuatro sesiones de trabajo: análisis de la obra, asistencia al ensayo, ver la función junto con un coloquio posterior con el equipo artístico y hacer un balance final de lo visto junto a su autora.
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Por lo tanto, lo que se recoge aquí, es el análisis crítico de 'Mal Olor' realizado por los participantes de la Escuela.
'Mal Olor', a simple vista, es una gran metáfora que nos muestra desde una perspectiva tan crítica como críptica el mundo que habitamos con su evidente degradación política, económica y social. Es un viaje por la decadencia activa de una mujer y dos hermanos mellizos que se dejan corromper sin ser conscientes de la presencia despótica de un ser enfermo que habita en una de las estancias de su casa y al que cuidan, obedecen, temen y veneran hasta el punto de vivir por y para ser guardianes de su creciente perversión. Cohabitan y se relacionan entre sí y con el mundo exterior, pero siempre, sin excepción, sometidos al poder de esa presencia que los empuja a transitar el mal.
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La función comienza con el escenario desnudo de calles, telones y peine, al descubierto. Y, en esa desnudez, nos sitúa inmediatamente en una casa en la que el hermano menor, intelectual, manipulador, frío y, aparentemente, mano derecha de la presencia que los domina; su mujer, cuidadora, atenta y adepta en un principio a la causa que los ocupa; y el hermano mayor, con una fuerza física que se contrapone con una debilidad mental que lo ha convertido en el rehén de la alienación de los demás, descubren un mal olor que crece de manera proporcional a la enfermedad del ser al que obedecen y unos números, cuyo significado ignoramos, que decrecen de forma proporcionalmente inversa al mal olor.
Con ese punto de partida el dominio del ser X comienza a oprimir a los tres habitantes de la casa y, conforme pasan los minutos, al principio con una falta de ritmo que está directamente relacionada con la falta de conflicto en el ambiente y, más adelante, de un modo frenético y grandilocuente como el avance del deterioro que los destruye, nos hace testigos de cómo los devora el caos.
La dirección de Piñaki Gómez en esta nueva producción de Factoría Echegaray aporta un poco de luz en el sumidero de incógnitas que nos plantea el texto y, sin duda, le da un sentido, una estética y unas tensiones que favorecen su posible interpretación. Resaltan su propuesta escénica, teñida por completo de amarillo y en la que el espacio pasa de la pulcritud al absoluto desorden conforme el estado interior de los personajes se deteriora, y su minuciosa dirección de intérpretes, que deriva en una elegante y bien contenida Elisabeth Domínguez que nos permite atisbar la liberación frente a la pérdida del criterio; la debilidad domesticada de Jose A. Taracido, que enternece, angustia y nos hace comprender su truncada rebelión; y, como eje central de este triángulo sectario, la intencionada contención de Antonio Arcos, que consigue engañarnos con una vulnerabilidad que abandona arrolladoramente conforme toma el control de la obra en su segunda mitad.
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Aplaudimos el trabajo de los tres, que se baten en escena contra la gran ausencia de X, el personaje desconocido que nos desconcierta. Y, como envoltorio del conjunto escénico, valoramos también la ambientación luminotécnica de Gari Laritz. No así el espacio sonoro de la obra que, estando bien elegido, se reproduce descompensado y eclipsa, en momentos clave, información esencial para el espectador.
Dicho todo lo anterior sólo nos queda concluir con la sensación de que, en 'Mal Olor', el texto no rema a favor de la intensidad de la puesta en escena y, aunque consideramos que la propuesta de Piñaki Gómez es muy atractiva, queda reducida de un modo agridulce por la ambigüedad de las palabras de la autora que, dejando en su texto tantos frentes abiertos como espectadores hay, complica la recepción de la obra y hace que su visualización nos resulte agobiante o agotadora por momentos.
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Estamos ante una función para amigos de la intensidad y lo «no dicho». Si te gusta sufrir para pasar el rato 'Mal olor' te promete un itinerario metafórico kafkiano a la distopía, el thriller y la imaginación sobre el poder de lo invisible.
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