Garriga Vela: «Pasan cosas mucho más raras en la vida real que en las novelas»
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El escritor afincado en Málaga estrena este miércoles 'Horas muertas', una historia de suspense a modo de juego de espejos entre la realidad y la ficciónLiteratura ·
El escritor afincado en Málaga estrena este miércoles 'Horas muertas', una historia de suspense a modo de juego de espejos entre la realidad y la ficciónHay una calma en la mirada y en las palabras de José Antonio Garriga Vela (Barcelona, 1954) que parece emparentada con la certidumbre de que no existen las certezas, salvo quizá las de algunas costumbres y unos pocos afectos. Con esa mansedumbre aparente se sienta ... cada día delante del ordenador a componer historias, ajeno a la prisa y el ruido de la calle. La última, por ahora, es 'Horas muertas' (Galaxia Gutenberg), que este miércoles llega a las librerías como un sugerente juego de espejos entre la realidad y la ficción.
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–¿Cómo nace 'Horas muertas'?
–Surge a partir de un cuento que publico a raíz de la candidatura de Málaga para ser Capital Europea de la Cultura en 2016, en un libro con varios escritores de la ciudad. Hice lo que también suelo hacer con mis artículos en SUR: un proyecto de novela. Escribo lo que sea y en ocasiones surge de ahí una novela. 'Los que no están', 'El vendedor de rosas'... surgieron de cuentos previos, como aquí surge la historia de la teleseries que se confunden con la realidad y en la que los apellidos son todos extranjeros.
–Ya que lo menciona, en su novela aparecen personajes como Krauel, Strachan, Bryan... Se trata de apellidos muy populares en Málaga, pero de origen foráneo. ¿Qué le llevó a esa elección?
–Por nada en especial. Me gusta como suenan. Como por ejemplo, que todos los nombres de hoteles y de mujeres son de ciudades, países y otros lugares... No sé... Es un juego conmigo mismo.
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–¿Se lo pasa bien escribiendo?
–Muchísimo.
–¿No es de los que sufren con la página en blanco?
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–Nooo... Yo sufro con la página escrita.
–¿Por qué?
–Pues porque cuando ya está publicado, ¡a ver lo que dicen! (Ríe) No, no... Yo disfruto mucho escribiendo. Escribo mucho, aunque luego sea muy corto lo que elijo.
–¿Me explica eso?
–Claro. Yo escribo mucho, pero para escribir una frase, me puedo tirar una semana, por eso tardo ocho años entre un libro y otro... (Ríe). Bueno, por eso y por otros motivos. Pero tengo que estar súper convencido de una frase. A veces sale como sale, pero bueno. Algunas páginas que me salen de corrido, pero normalmente soy muy lento escribiendo. Estoy mucho tiempo delante del ordenador, pero también le doy prioridad a otras historias en la vida, además de escribir. Por eso tardo tanto. De 'Muntaner' a 'El vendedor de rosas' y a 'Los que no están' hay poca distancia, pero luego, de golpe, tardo, siete años o así. Y son novelas cortas.
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–¿Se ha dado cuenta de que la vida está ahí afuera?
–¡Yo vivo muchísimo! Entre 'El cuarto de las estrellas' y 'Horas muertas' he estado en La India, Nepal, Vietnam, Israel, Petra... Para mí hay muchas cosas que son tan importantes como la literatura. En la vida que llevo, me dedico a escribir, pero a otras muchas cosas más, afortunadamente. El cine, la casa... Cocino todos los días. Soy un amo de casa y me gusta. No, no... Yo no soy de los que se encierran y se tiran un día escribiendo.
José antonio garriga vela
Escritor
–¿Tiene alguna pauta a la hora de escribir?
–Sobre todo, escribo por la mañana. Me acuerdo que con 'Muntaner' escribía mañana, tarde y noche. La escribí en cuatro meses. Y ahora me tiro diez años... Pasan cosas que te impiden ponerte a escribir o que te retrasan. Y a mí me han pasado muchas cosas estos años...
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–¿Y esas cosas se acaban filtrando en las novelas?
–No lo sé... De alguna manera supongo que sí. Algo se puede vislumbrar, sobre todo entre las personas que me conocen. Pero, por ejemplo, he estado once años de mi vida trabajando en bares de copas por la noche y de ahí no he escrito nada.
–Y no será porque no se haya encontrado historias ahí...
–Por eso te digo.
–¿Qué tiene que saltar para que algo se transforme en un relato o una novela?
–No es algo automático, sino más bien retardado. A veces hay situaciones fortuitas que te resuelven una cuestión concreta de una novela. En esta, por ejemplo, hay cosas que son reales. Por ejemplo, que mi padre, en toda su vida, sólo habló mal de una persona. A todos los demás los salvaba de alguna manera, pero a esta persona, no. Yo empiezo las novelas y no sé muy bien qué va a pasar. Voy viviendo con la novela y voy creciendo con ella. Entonces, de pronto, un día, no sé por qué me viene a la cabeza, a mitad de la novela, eso de que mi padre sólo hablaba mal de una persona, que era el hijo del jefe que él tenía en la empresa textil de Barcelona donde trabajaba. Esta persona, en la vida real, era el que más había pagado a Hacienda en su momento por evasión de impuestos y otras cuestiones y de pronto me da un montón de ideas y surge una nueva novela, porque yo no tengo nada planificado.
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–¿No trabaja con un esquema previo?
–No. Nada. Nunca. Jamás lo he hecho. Va surgiendo. Todo es mucho más espontáneo. Quito muchas cosas... Bueno, no. A ver. Las pienso mucho y las quito de la cabeza. Cuando las escribo, ya las tengo claras. Me pego mucho tiempo delante del ordenador, pero sin escribir, dándole vueltas a la cabeza. Vivo con la novela. Paseo por aquí y la estoy pensando. La sitúo aquí (señala la avenida junto al Cementerio Inglés donde se desarrolla la conservación), porque durante un tiempo viví en uno de estos edificios... Voy improvisando.
–Habla de la realidad y la ficción, pero en 'Horas muertas' surge una cuestión que parecía sobrevolar sus anteriores libros y que aquí resulta crucial: la noción de identidad.
–Claro, porque en este caso en la vida real he adoptado la identidad de otra persona durante años. Me pasa a mí. En casi todas mis novelas, las cosas más raras me han pasado en la vida real, porque me pasan cosas raras...
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–¿No las busca?
–No. Pero lo cierto es que me siguen pasando cosas para las que no tengo que tener mucha imaginación si luego las uso en las novelas. Pasan cosas mucho más raras en la vida real que en las novelas, quizá por eso creo que el escritor tiene que tender, de alguna manera, a rebajar las tensiones, porque la vida real es tremenda. Y cada vez más. Te pongo un ejemplo, la próxima novela pensaba empezarla así: 'Aquel verano llovió ceniza'. Lo tengo escrito desde hace más de un año, pero si ahora empiezo así una novela el lector puede pensar en el volcán, en Sierra Bermeja... Y yo no pensaba en nada de eso, pensaba en gente que había muerto. Igual escribo esa novela. No sé.
–Y en ese rebajar tensiones del escritor, ¿cómo se lleva con la idea solemne de la escritura?
–No me llevo. Yo vivo la literatura de una manera muy natural, muy cotidiana. Es una forma de vida y me ha permitido vivir de la literatura, que me sigue pareciendo alucinante... pero la idea de solemnidad, no sé, no me gusta en nada y para nada. Yo es que en el mundo de la ficción me lo paso en grande y la gente que me conoce sabe que vivo en otro mundo. Eso es así... (Sonríe).
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–En ese mundo de la ficción, ¿cuánto hay de ajuste de cuentas en 'Horas muertas'?
–¿En qué sentido?
–En el sentido de resolver en una novela cuestiones que no haya podido resolver en la vida real.
–¡Ah, por supuestísimo! Cuando me quito fantasmas de la cabeza o cuando resuelvo historias, es en la literatura. Soy una persona muy pacífica, pero claro... Esta novela es la historia de una venganza. Yo vengo a mi padre. De alguna manera lo he hecho siempre. He ido vengando a mi familia, real y ficticia, pero también a mí mismo. Vivo más la vida fantástica que la real. Salgo muy poco. Tengo amigos, pero no los veo demasiado. Mi vida transcurre en casa y en muchas vueltas que me doy por la playa. Mi vida transcurre con mi pareja y mis historias. La política ha sido fundamental en mi vida, durante un tiempo, pero ahora la detesto.
–¿Fundamental por qué?
–Soy del 54. Viví el franquismo, la muerte de Franco en la carrera... Soy ácrata, pero estaba muy metido en movidas. La llegada del PSOE la viví en Barcelona y a partir de ese momento, me dejó de interesar. Lo siento mucho, pero la política me quita imaginación. Lo siento, de verdad, pero es una profesión que hoy por hoy detesto. Ya tengo una edad y, aunque sea muy cómodo, prefiero vivir las cosas buenas y las cosas buenas no se encuentran, salvo excepciones, en la vida política.
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