Garriga Vela llegó a Málaga siendo un adolescente y en la provincia ha permanecido desde entonces, haciendo en ocasiones del territorio geográfico su territorio literario, como ahora en 'Horas muertas'.
–Hemos hecho muchas entrevistas, pero nunca le he preguntado cómo llegó hasta Málaga.
–Te lo cuento. Mi padre se 'autodespide' en la fábrica textil donde trabajaba en Barcelona. Dejó el trabajo a los cincuenta y tantos años y con tres hijos, pero al poco tiempo lo llamaron de Intelhorce y vino de Jefe de Confección. Nada más llegar aquí le llamaron desde Barcelona, este señor que sale en la novela, para ofrecerle tres veces más de lo que cobraba aquí, pero dijo que no, que se quedaba. Y aquí vi a mis padres más felices que nunca. Mi padre, que era catalán-catalán... Y para mí, de verdad, creo que lo mejor que me ha pasado en la vida fue el cambio de Barcelona a Málaga. En aquel momento lo viví fatal, porque tenía 14 años y tenía allí mis amigos, mi vida... Para mí fue un cambio radical en todo. La luz, el ambiente... Todo. Aquí volví a jugar. Mis amigos de Barcelona, con 15 años parecía que teníamos 25.
–¿Cree que habría sido escritor sin aquella mudanza?
–¡Hombre, es que ya era escritor! (Ríe) Con nueve años vendía una historia que se llamaba 'Siete condenados'. Los pasaba por 30 céntimos, que era lo que me valía el sobre de cromos de Rin Tin Tin. Cada semana escribía una serie de páginas sobre esos siete condenados y quien la quería leer, tenía que pagar 30 céntimos. ¡Y me los pagaban en la clase! Así que ya me creía que era bueno escribiendo. He tenido mucha suerte en los cambios, porque siempre he tenido la fortuna de coger el mejor.
–¿Ha sido intuición o reflexión?
–El azar. Luego ya elijo... Pero es que no hay color. Ni loco me iría a vivir a Barcelona, o si me fuera, lo haría, a Sitges o a Castelldefels... Lejos. Pero es distinto. Málaga es una ciudad perfecta para un escritor. Bueno, también lo fue para mis padres y mis hermanas.
–Y pasado el tiempo, ¿cree que la ciudad está mejor que antes?
–Sí, sí...
–¿Y echa algo en falta?
–Más que en falta, quizá hay cosas de más.
–¿Alguna que quiera compartir?
–(Piensa unos segundos) Bueno, veo muy bien que una ciudad viva del turismo. Viene muy bien para muchísima gente y me encanta que a la gente le vaya bien; pero, como paseante, prefiero pasear por la playa que por el centro. Pero bueno, en general lo veo todo bien. Al fin y al cabo, cuando viajo formo parte de aquello que aquí me sobra.
–Y en esos paseos donde surgen las historias, ¿va asomando alguna nueva?
–No lo sé. Quizá sí, pero es algo muy lejano.
–Le veo poco preocupado con la inspiración.
–Nada. Ahora mismo lo que quiero es viajar, irme a otro continente. Tengo ganas de salir, porque me da vida.
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