El escritor, cronista y diplomático malagueño Esteban Salazar Chapela.
Esteban Salazar Chapela, el cronista malagueño del exilio
Literatura ·
La publicación de varios libros y diversas investigaciones académicas empiezan a rescatar del olvido la obra de un autor crucial para entender el éxodo provocado por la Guerra Civil
La anarquía encuentra una de sus manifestaciones más logradas en las normas de circulación vigentes en un polígono industrial. Hasta allí hay que irse, cerca del río Guadalhorce, para encontrar en único rastro en la ciudad que recuerda a Esteban Salazar Chapela (Málaga, 1900 – Londres, 1965), periodista, escritor, diplomático, agitador cultural y voz imprescindible para conocer el drama del exilio español provocado por la Guerra Civil. «Pocos escritores tan activamente implicados en la vida literaria y cultural española de las primeras décadas del siglo XX han sido víctimas de un olvido semejante al que se cierne, todavía hoy, sobre la figura y la obra de Esteban Salazar Chapela», sostiene la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Francisca Montiel Rayo, la mayor especialista sobre la vida y la obra del malagueño.
El trabajo académico desarrollado desde hace años por Montiel Rayo capitanea la labor de recuperación y reivindicación de la figura de Salazar Chapela, que se ha visto acompañada por la reciente publicación de algunos de los libros del cronista por parte de la editorial sevillana Renacimiento, que ha dado a la imprenta la obra inédita 'En aquella Valencia' y ha devuelto a los lectores 'Perico en Londres', un texto novelado sobre la experiencia de los exiliados españoles en la capital británica. «La principal causa de esta injusta preterición, aunque no sea la única, hay que atribuirla a su condición de exiliado republicano», recuerda la profesora.
Porque los avatares de la Historia y el azar casi nunca repartieron buenas cartas a Salazar Chapela, nacido el 24 de octubre de 1900 en la calle Ollerías, curiosamente, a pocos metros del Centro Cultural de la Generación del 27, el grupo donde cabría incluirlo por derecho, cronología y sensibilidad artística. En aquella segunda década del siglo comienza su trayectoria profesional como crítico y gacetillero. «Salazar Chapela vivió aquella época de exaltación de lo nuevo, de militancia estética y de aparente desatención a la realidad circundante con sincero entusiasmo, a pesar de las concesiones y de las renuncias a las que se vio lógicamente sometido. (…) El joven crítico no pudo imaginar entonces que el gregarismo y el dogmatismo estéticos a los que se plegó circunstancialmente no sólo le harían sentir el íntimo desasosiego del que dio fe en algunas de sus colaboraciones, sino que llegarían a condicionar de forma decisiva su futuro. En apenas dos años, desde bien entrado aquel ya mítico 1927 hasta finales del año siguiente, quedó estigmatizado para siempre», escribe Montiel Rayo en 'Esteban Salazar Chapela. Reseñas, artículos y narraciones', el ensayo editado por la Fundación Santander Central Hispano.
Un estigma estético que, al correr el tiempo, encontraría otro aún mayor por la filiación política del autor malagueño, primero en el Partido Radical Socialista, luego en aquella Acción Republicana liderada por Manuel Azaña y más adelante en Izquierda Republicana. Se había mudado el cronista a Madrid en 1925 y allí iban apareciendo sus textos en cabeceras como 'Revista de Occidente', 'La Gaceta Literaria' y el periódico 'El Sol'. Llegarían sus primeros libros con 'La burladora de Londres' y 'Pero sin hijos', mientras pasaba a colaborar con el diario vespertino 'La Voz', donde levantó una columna diaria desde 1934 hasta el estallido de la Guerra Civil. Pasa primero a Valencia para trabajar en el Servicio Español de Información del Ministerio de Propaganda. Poco después recibe el nombramiento como cónsul de la República en Glasgow, donde permanece hasta febrero de 1939 para después poner rumbo a Londres para vivir allí la mayor parte de su exilio.
Cónsul en Glasgow
El paso de Salazar Chapela por la legación diplomática en la ciudad escocesa ha sido objeto de estudio por el economista e investigador malagueño Enrique Benítez. «Escocia y Glasgow fueron, desde el primer momento, una plaza importante para la diplomacia del gobierno republicano, debido a la temprana movilización de medios efectivos en su auxilio», sostiene Benítez. «La ausencia de noticias y el desconocimiento sobre las actividades concretas en favor de la República de Esteban Salazar Chapela invitan a seguir investigando sobre sus actuaciones diplomáticas durante su estancia en Glasgow», lanza Benítez sobre la labor de recuperación que aún queda pendiente en torno al escritor malagueño.
Recuerda Montiel Rayo la idea inicial del malagueño de marchar hacia Latinoamérica, «donde le había de resultar más fácil abrirse camino», si bien sería en Londres donde permaneció en su exilio. La profesora de la UAB aclara que Salazar Chapela «pudo vivir modestamente de los artículos que remitió todas las semanas a las redacciones de México, Caracas, La Habana o Santiago de Chile, donde mantuvo una sección propia denominada 'Carta de Londres'». Y remacha: «Aunque publicó cientos de reseñas a lo largo de su vida, actualmente apenas se recuerdan unas pocas, las que fueron exhumadas en su día por quienes deseaban arrojar algo de luz sobre algunas tendencias y ciertos autores de la literatura de preguerra».
Y pese al trance que marcó su biografía, aquella desazón no avinagró de manera decisiva su escritura. «El rasgo más personal de su obra lo hallamos en su visión esencialmente distante, humorística, de la vida, una perspectiva singular tanto en la tradición literaria de nuestro país como en la literatura española del último exilio», brinda la especialista en la obra del malagueño, antes de parafrasear al propio Salazar Chapela cuando sostuvo: «Cada artista es una isla o un espíritu aislado, aislotado, un alma rodeada de luz propia por todas partes, menos por una, perceptible a distancia, que le une a su generación».
Una isla que reclama puentes para llegar hasta ella, más allá de una reseña olvidada en el callejero de un polígono industrial de las afueras.
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