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Antonio Soler cumple este martes tres décadas como articulista de SUR. Ñito Salas
Antonio Soler, treinta años al sur

Antonio Soler, treinta años al sur

El escritor malagueño cumple este martes tres décadas como articulista de este diario con más de tres mil columnas publicadas

Lunes, 25 de enero 2021, 00:34

Aquel sábado una concejala de Torremolinos había sido condenada por votar dos veces en las últimas elecciones generales, el Ayuntamiento de Málaga revisaba el PGOU «en un intento de que la ciudad pueda funcionar mejor» y millones de barriles de petróleo enturbiaban las aguas del Golfo Pérsico en la amenaza cumplida de Saddam Hussein. Y justo ese nombre, 'Saddam', coronaba la columna de salida de la página 9 de este diario. Llevaba un epígrafe, 'El Astillero', y la firma de Antonio Soler. El entonces escritor en ciernes se estrenaba aquel sábado 26 de enero de 1991 como columnista en SUR, donde mañana cumplirá tres décadas como articulista de opinión.

Antes había firmado piezas en el suplemento cultural y un puñado de crónicas de sus viajes por el corazón de Europa al volante de un Seat Panda. «Luego mejoró un poco la cosa y fui con un Wolkswagen Polo...», bromea el escritor malagueño sobre aquellos primeros escarceos periodísticos. «Joaquín Marín siempre me decía en broma que nadie iba a quitarle el orgullo de haber sido el autor de la primera entrevista que me habían hecho. Fue en 1981, cuando recibí el Premio Ignacio Aldecoa. Le llegó la noticia y me dijo que me pasase por el periódico. Unos años después, me dieron el Ateneo de Valladolid y recuerdo que durante una conversación surgió la idea de empezar a colaborar con el periódico», brinda Soler sobre la propuesta lanzada por el director de SUR en aquellos años.

Recuerda Soler que el diario quería renovar el plantel de colaboradores y que en esa remesa dio el salto desde las publicaciones esporádicas hasta la periodicidad concreta. Una disciplina a la que Soler se ha mantenido fiel durante tres décadas hasta dar a la rotativa más de tres mil columnas: «Tuve etapas con hasta cuatro artículos a la semana. Entonces trabajaba como guionista, así que me dividía el día en artículo, primero, guión, después y por la noche, novela«. Y con esa constancia, al libro de relatos 'Extranjeros en la noche' (1992) le seguiría 'Modelo de pasión' (1993), Premio Andalucía de Novela.

Tres años después llegarían 'Las bailarinas muertas' y con ellas su consagración en la escena literaria nacional, de la mano del Premio Herralde y del Nacional de la Crítica. Un vuelo ascendente que siempre ha combinado con la gimnasia casi cotidiana del artículo periodístico. «Nunca he sentido que haya filtraciones entre mi trabajo como novelista y los artículos –ofrece Soler–, porque siempre he intentado tener en cuenta lo que para mí supone escribir en un periódico, la idea de que lo que escribo tiene que estar pegado de un modo u otro a la actualidad o a sensaciones que están en el aire«.

«Tanto en un ámbito como en otro –reflexiona el escritor– siempre he intentado cuidar el manejo del lenguaje. En el caso del periódico, sin que sea estrictamente literario o de búsqueda y experimentación, el cuidado por la expresión siempre está ahí, porque ha pasado a formar parte de mi ADN a la hora de teclear. Buscas que las frases tengan un mínimo de ritmo, pero siempre teniendo muy presente el medio para el que estoy escribiendo, sobre todo por respeto al periodismo, porque es una de las profesiones que, si no hubiera sido escritor, más me hubiera gustado ejercer«.

Y aunque sostiene Soler que los compartimentos entre el articulismo y la literatura de ficción están «cada vez más y mejor sellados», también admite que el día que le toca entregar el artículo es «diferente» en su rutina creativa: «Esos días dedico la mañana al artículo. A veces viene el runrún desde días atrás, porque hay algo que te interesa y vas siguiendo el hilo... pero hay veces que ese hilo se rompe y surgen otros. Claro que también hay días que amaneces en blanco y entonces viene la búsqueda».

La tensión de la escritura

Un vértigo inicial que a menudo desemboca en los puntos finales más gratos como escritor de columnas. «Algunos de los artículos que recuerdo que más me han gustado han aparecido esos días en blanco en los que va llegando la hora y no hay nada preestablecido. Te instalas en una especie de estado de alerta permanente«, admite Soler, que en ese rondar las palabras encuentra más »un bagaje medianamente inconsciente« que una nómina de referencias claras, aunque traiga a colación a Umbral, Vicent o Proust.

«Con el que me encuentro es conmigo mismo y con mis herramientas y temores, con la tensión que siempre se produce a la hora de escribir entre lo que circula por tu cabeza y tu modo de expresarlo», aboga el autor de 'El nombre que ahora digo' (Premio Primavera de Novela) y 'El camino de los ingleses' (Premio Nadal). «Cuando estás en una novela, te vuelves más avaro del tiempo, pero también eso se ha ido atenuando. Poco a poco me he ido volviendo más organizado«, confiesa el autor sobre la custodia compartida entre su labor narrativa y su quehacer como articulista.

Y sobre esta segunda vertiente reflexiona Soler: «El mundo ha cambiado mucho en este tiempo y el periodismo es la punta de lanza en ese cambio. He tenido conciencia de que estoy en un medio en plena transformación. Es un hecho anecdótico, pero ilustra el modo en el que ha cambiado todo. Cuando escribía los primeros artículos, me iba andando desde mi casa con el folio metido en un sobre y lo entregaba en la Redacción. Después vino el fax, algunos incluso los he dictado por teléfono estando de viaje y ahora te puedes conectar desde cualquier parte para enviarlo por correo electrónico al instante. Eso ha tenido beneficios y algún que otro lastre, porque todo parece mucho más etéreo«.

En medio de ese tráfago diario Soler reivindica para el columnista el papel de la «reflexión», el «remanso» para el lector entre los fogonazos de la última hora. «Además, como articulista el grado de responsabilidad cívica es mayor. Como escritor de novelas de ficción me puedo meter en los berenjenales que quiera y al final doy la cara. Con lo que escribo en el periódico también, pero en la mayoría de los casos estás analizando conductas, pensamientos, los estás juzgando... y lo que no quiero olvidar nunca es el deber de no hacer de eso un acto de frivolidad».

El tono y la crítica

Porque ha querido Soler mantenerse siempre lejos de aquella fórmula de «Mañana le doy un palo a fulanito en el artículo». Y se explica: «Como novelista sé lo que es que un crítico haga una reflexión superficial sobre tu trabajo, así que intento aplicarme el parche y no soltar calificativos alegremente. Hay tonos, lenguajes despectivos.... intento huir de eso, no de la crítica, pero creo que mi deber es medir muy bien el tono, porque las palabras no siempre se las lleva el viento».

Un viento que en el caso de Soler arrecia sobre el teclado de forma a menudo intempestiva. «El hecho de escribir tiene una parte muy intuitiva», defiende el autor de 'Apóstoles y asesinos' y 'Sur' antes de acotar: «En mi caso el texto va surgiendo muy rápido y muy sobre la marcha. Ese es el acto de la verdadera escritura. Soy lento buscando el tema, rondándolo, planeándolo, pero en la ejecución suelo ser bastante rápido. Un buen amigo editor solía preguntarme '¿Estás escribiendo?', yo le respondía 'No, estoy pensando' y él reponía 'Pues no te canses mucho...'. Era broma, porque sabía que después el tiempo de escritura era bastante rápido. Con los artículos me pasa lo mismo, es más el tiempo de meditarlo que el de escribirlo».

Un tiempo que mañana cubre tres décadas con la firma de Soler en estas páginas, con sus columnas apuntalando el sur.

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