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El reloj marcaba la 1.25 horas del sábado. Justo en ese momento, dos mineros que excavaban la roca con la ayuda de un integrante del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (EREIM) de la Guardia Civil abrieron un agujero que comunicaba la galería con el pozo al que había caído el pequeño. Y allí, como pensaban los investigadores, estaba el pequeño Julen.
La apuesta fue un auténtico órdago de los responsables del operativo de búsqueda, que apostaron todo el arsenal de maquinaria, efectivos y herramientas que tenían a la perforación de un pozo paralelo al del pequeño para comunicarlo mediante una galería en la cota -71, que es donde se había detectado el tapón de tierra. La hipótesis de trabajo estaba clara: Julen se encontraba justo debajo.
El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, confirmó ayer lo que para los responsables del operativo era una convicción que defendieron con «vehemencia»: el pozo de prospección no tenía ya la profundidad de 114 metros (ha habido un baile de cifras, pero esta es la real), sino que había sido rellenado –indicó Gómez de Celis– y el fondo había quedado a -73 metros.
La convicción de los mandos del dispositivo hizo que el equipo técnico, capitaneado por los ingenieros de caminos, planeara la perforación a 60 metros sobre una plataforma excavada de 23 (en total, 83 metros, de los que había que restar 10 de caldera para los escombros). Es decir, que los mineros tenían que excavar a mano, con sus herramientas, en la cota -73 para conectar un pozo con el otro sin saber a ciencia cierta que Julen estaba justo al otro lado. Y lo estaba.
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Cuando llegaron a esa última pared, y se abrió el hueco en el que estaba el niño, los mineros dejaron paso al agente del EREIM de Málaga, que hizo las labores de Policía Judicial y fue los ojos de la comisión judicial a 71 metros bajo tierra. Provisto de una cámara, grabó y fotografió el escenario y la posición en la que se encontraba el menor, que encajaría con la que había descrito el padre cuando declaró que lo vio caer en vertical y con los brazos hacia arriba.
Desde la plataforma de trabajo creada para el operativo, dos médicos forenses indicaron al guardia civil qué mediciones debía hacer y qué pasos tenía que dar para llevar a cabo el acto judicial del levantamiento del cuerpo, que se completó cuando el pequeño Julen fue transportado hasta la superficie en la cápsula fabricada precisamente para rescatarlo.
El delegado del Gobierno describió ayer ese momento: «Las 50 o 60 personas que estábamos allí –todos los ingenieros que habían participado en la obra fueron por iniciativa propia para estar presentes cuando se produjera el desenlace– nos quedamos callados, guardando un profundo y respetuoso silencio. Desde aquí, queremos mandar nuestro más sentido pésame a los padres». Gómez de Celis aprovechó ese momento para agradecer a todas las instituciones, empresas y profesionales voluntarios -37 en total, a los que trató de enumerar- que se volcaron con la búsqueda: «España es un gran país, y los españoles somos un gran pueblo». El delegado destacó a tres personas: el coronel de la Guardia Civil y jefe del operativo, Jesús Esteban; la subdelegada del Gobierno en Málaga, María Gámez; y el delegado en la provincia del Colegio de Ingenieros de Caminos, Ángel García Vidal, que coordinó los trabajos técnicos, y al que se refirió, en alusión a su nombre y a su carácter, como el «ángel al que recurrimos, esa persona a la que nos encomendábamos» mientras libraban una «auténtica carrera de obstáculos» contra la montaña.
A las cuatro de la madrugada, el cuerpo del pequeño Julen salió por fin de esa montaña que se negaba a devolverlo y fue trasladado al Hospital Clínico Universitario, donde se le hicieron pruebas radiológicas y escáneres a fin de comprobar si presentaba fracturas o lesiones internas. Después, el furgón de la funeraria judicial lo condujo hasta el Instituto de Medicina Legal (IML).
El examen forense comenzó solo unas horas después, sobre las 8.30. No fue una autopsia convencional. Además de los dos médicos que exige la ley cuando se trata de este tipo de muertes, se incorporaron otros tres compañeros más para que fuese lo más exhaustiva posible. La mitad del Servicio de Patología del IML participó en el estudio.
El resultado preliminar de la autopsia sitúa la fecha de la muerte en el 13 de enero, es decir, el mismo día en que el pequeño Julen cayó por el pozo de 25 centímetros de diámetro. No obstante, el estudio de la data en niños es más complejo que en adultos, por lo que, para mayor exactitud, tendrá que ser determinado mediante pruebas complementarias.
Los galenos observaron que el menor presentaba traumatismos en la cabeza que podrían ser la causa del óbito, aunque, como en el caso de la data, esta hipótesis está a expensas de los resultados del laboratorio. Las fuentes consultadas resaltaron que esos golpes serían compatibles con la caída y con el propio tapón que se formó sobre él.
Precisamente, el delegado del Gobierno confirmó que ese tapón –o mejor, el material que lo compone– se está investigando. Gómez de Celis reconoció que hay «distintas hipótesis» sobre el mismo, aunque afirmó que lo más probable es que el propio niño fuese recabando arena de las paredes en su caída y que todo ese material cayera sobre él. Al tiempo que precisó: «Eso lo tendrá que determinar la Justicia».
El representante del Ejecutivo en la región estableció, apoyándose en los indicios recabados a este momento, la que sería la principal hipótesis de la investigación: Julen se precipitó «en caída libre» por el agujero de 25 centímetros y se encontró con un suelo de tierra a los 71 metros, ya que «el pozo estaba relleno de tierra» en sus últimos 43 metros.
Respecto a otras circunstancias a investigar, como la clausura del pozo, Gómez de Celis se remitió a la investigación abierta en el Juzgado de Instrucción 9 de la capital. Lo que sí hizo fue lanzar un aviso a navegantes: «A todo aquel que haya hecho un pozo ilegal, un aviso: todavía está a tiempo de sellarlo».
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