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Viaje al fin de La Noche de los Libros
Málaga 451 ·
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Málaga 451 ·
La cita cultural se sobrepone a las adversidades de la mano de la entusiasta respuesta del público y del satisfactorio balance generalizado de los librerosEs más difícil renunciar al amor que a la vida. El paso del tiempo y la distancia con su origen han edulcorado la frase hasta bordear el aforismo pasteurizado en una imagen para compartir en redes sociales y, sin embargo, la sentencia cae a plomo en un pasaje de 'Viaje al fin de la noche', aquella novela terrible y hermosa de Louis-Ferdinand Céline sobre un paria golpeado por la crueldad del primer tramo del siglo pasado.
Porque Ferninand Baramadu, su protagonista, si tiene que elegir entre el amor y la vida, elige el amor. Un amor que nada tiene que ver con el romanticismo, sino con una manera de estar en el mundo a contrapelo. Y lo tenía casi todo en contra La Noche de los Libros este año, desde la pandemia hasta la meteorología, pero sus promotores siguieron adelante y el viaje al fin de La Noche de los Libros dejaba un balance que debería mover a la satisfacción de sus promotores y, por qué no escribirlo, a cierto orgullo gregario al comprobar cómo una cita cultural recibe una respuesta tan entusiasta por parte del público.
Porque al filo de las once de la noche los libreros mantenían un balance comercial generalizado más que satisfactorio de la velada, iba cuajando una nueva cola a las puertas del escenario principal para escuchar a la novelista Tatiana Tibuleac junto a la artista y novelista Paula Bonet y la terraza exterior era una fiesta. Y si todo esto tiene un nombre que evoca a la temperatura a la que arde el papel, lo visto aquí esta noche desmonta a los cenizos del todo-mal-siempre.
Porque Málaga 451. La Noche de los Libros ha sabido sobreponerse a las adversidades para revalidar en su sexta edición su extraordinario poder de convocatoria. Además, el control de aforos dejaba atrás la concurrencia de años anteriores, por momentos digna del Desembarco de la Legión, para ofrecer una experiencia más amable y accesible, desde los puntos de venta hasta los coloquios, pasando por los conciertos y los recitales poéticos y los pases teatrales. Todo más ajustado por exigencias del guión pandémico, pero también más relajado y abarcable.
«Estamos muy contentas de cómo está saliendo todo. Creo que las librerías hemos encontrado cada una nuestro propio perfil y tengo la impresión de que apenas nos 'pisamos' los títulos entre nosotros», brindaba Noelia Clavero, de Rayuela.
Tránsito, Dos Bigotes o Bartleby eran algunas de las pequeñas editoriales independientes por las que apostaba la histórica librería malagueña que acaba de cumplir 40 años en la brecha y la jugada le ha salido más que bien. «Era una decisión un poco arriesgada, pero estamos muy contentos con el resultado. Se está vendiendo sobre todo libros de estas editoriales más pequeñas y poesía. Mucha poesía», compartía Clavero.
Coincidía con el diagnóstico José Manuel Illanes, de la Casa del Libro. «Era una intuición que venía de años anteriores y que hemos confirmado esta noche. El perfil del cliente en esta cita es diferente al de la tienda. Aquí no se vende tanto 'best seller' como libros muy específicos de sellos muy concretos», apostillaba.
A pocos metros de la zona de venta de libros comparecía uno de los grandes reclamos de la cita, el escritor irlandés John Banville, que conversaba con el poeta y gestor cultural Enrique Juncosa. El arte, la ciencia y el gusto por el crimen (ficticio) eran algunos de los temas sobre los que iba girando la conversación. «Los seres humanos no somos racionales, pero lo seguimos intentando», sostenía el autor de 'El mar' o 'El libro de las pruebas', que por la mañana visitaba el Museo Picasso Málaga para recordar cómo el artista malagueño mantuvo la creatividad propia de los niños.
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Y un niño esperaba sin rechistar mientras una mujer joven de pelo rubio y rizado, camiseta celeste y mascarilla a juego toma con delicadeza la portada de 'El jardín de vidrio' (Impedimenta) de Tatiana Tibuleac, lo ojea un poco y se va a por otro ejemplar para repetir la misma operación. No hay prisa. Al otro lado de la mesa, Cuqui Bravo atiende al reguero fino pero firme que va desfilando por el puesto de Mapas y Compañía.
«Esta es la gran fiesta de los libros en Málaga y los libreros tenemos que estar», defendía el alma mater de la librería más hermosa de la ciudad mientras la gente seguía llegando a La Térmica.
Estaba también completa la sala para escuchar el primer encuentro en el escenario principal, en este caso entre el filósofo Fernando Savater y el poeta, narrador y profesor universitario malagueño Alejandro Simón Partal. A modo de presentación, el coordinador de La Noche de los Libros, Txema Martín, daba la bienvenida: «Estamos muy felices de que por fin podamos celebrar esta fiesta, después de tres intentos fallidos en 2020».
Reiteraba Martín que el público «es el que ha hecho grande esta fiesta» y justo el público hacía fuerte una cita que se ha ganado por derecho un lugar protagonista entre los grandes eventos literarios del país. Una propuesta capaz de aunar la querencia popular con la exquisitez intelectual, la vocación noctámbula con el público familiar y el tirón canallita musical con la profundidad metafísica.
Y así tampoco quedaba un asiento libre para escuchar a Simón Partal y Savater, que arrancaba las primeras risas de complicidad cuando admitía: «Más que profesor o filósofo, me considero un jubilado». Cioran, Wittgenstein y Arendt iban pasando por la charla mientras el autor de 'Invitación a la ética' desgranaba: «Un intelectual es alguien que trata a los otros como si fueran intelectuales».
Simón Partal interrogaba a Savater sobre el paso del tiempo y el pensador, al quite: «En la vejez el asombro se repite, por eso creo que la filosofía es una cosa de jóvenes que se asombran por primera vez». Al fin y al cabo, para Savater «la búsqueda es más importante que el hallazgo». Y en el viaje al fin de La Noche (de los Libros), uno encuentra un buen puñado de lectores y libreros, de melómanos y disfrutones que no están dispuestos a renunciar al amor. Ni a la vida. Que dure.
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