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Oscar Tusquets: «Dalí estaría horrorizado con Puigdemont»

Entrevista al gran amigo del genio

Oscar Tusquets: «Dalí estaría horrorizado con Puigdemont»

Se cumplen 120 años del nacimiento de Salvador Dalí. Con ese motivo visitamos en Barcelona a su gran amigo el arquitecto y diseñador Oscar Tusquets. Conversamos con él en busca de la semblanza más íntima del genio.

Viernes, 16 de Febrero 2024

Tiempo de lectura: 9 min

Su amistad con Dalí duró 15 años. «Soy un superviviente», afirma el arquitecto y diseñador Oscar Tusquets, al ser el único amigo y patrono de la Fundación Gala Salvador Dalí nombrado por el artista que aún está vivo.

Dalí lo llamaba 'Tusquets' y se conocieron un 18 de julio en Cadaqués, en la fiesta de otro arquitecto. «Al día siguiente me invitó a su casa de Portlligat. Y volví al día siguiente y al otro», prosigue. «Ha marcado mi vida. Sigo viendo las cosas a través de los ojos de Dalí», resalta. Una amistad «incómoda», pues «todos mis amigos progresistas lo encontraban mal». Y el mismo Tusquets no era una excepción. Era «un convencido antidaliniano, pero me divertía muchísimo. Era la persona más creativa e inteligente que he conocido», sentencia. Con motivo del 120.º aniversario del nacimiento de uno de los grandes iconos de la historia del arte de nuestro país, hablamos con su amigo, su colaborador, el testigo de una época apasionante.

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Una amistad que marcó mi vida. El arquitecto Oscar Tusquets es el único patrono vivo de la Fundación Gala Dalí nombrado por el propio artista. «Mi amistad con él ha marcado mi vida –dice Tusquets–. Sigo viendo las cosas a través de los ojos de Dalí».

Oscar Tusquets (Barcelona, 1941) tenía por entonces 25 años, corría el 1966 y estaba empezando una prominente carrera como arquitecto, trayectoria que evolucionó también en diseñador de objetos y muebles –algunos auténticos best sellers–, en pintor 'por vocación' y más tarde en escritor «por deseo de ganar amigos». «Estoy incapacitado para la especialización», recalca en el sofá del salón de su casa en el barrio residencial de Barcelona, Pedralbes. Juntos, Tusquets y Dalí hicieron proyectos como el montaje de exposiciones, libros y su obra cumbre: la sala Mae West del Museo Dalí, que reproduce el famoso cuadro del retrato de la actriz americana. Fue a partir de ese proyecto, en 1975, cuando los dos empezaron una amistad más íntima. «Se fiaba mucho de mí. Me decía: 'Lo que tú digas'», describe Tusquets.

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La única casa del arquitecto. «Una de las cosas que aprendí de Dalí es que no hay que tener nunca segunda residencia. Esta es la única casa que tengo, no se me ocurre tener otra en el Ampurdán». Con Dalí viajaba siempre de hotel en hotel. «¡Es mucho más económico que tener tu propia casa!».

Lo cierto es que a Dalí le gustaba rodearse de gente joven y hermosa –«a los 20 años yo era bien guapo»– y, además, le «encantaba la arquitectura». «Gente con la que pudiera hablar de las falsas perspectivas de Borromini no tenía. Estaba rodeado de marchantes de arte, de oportunistas…», así relata la atracción que Dalí sintió por el joven arquitecto. A pesar de su «compleja relación con el sexo, conmigo nunca intentó nada, y eso que también le gustaban los hombres», añade Tusquets. La huella que Dalí dejó en él está presente en la vivienda del arquitecto. Una escultura en pequeño del 'saliva-sofá' rojo que hicieron juntos firmado por el artista preside una de sus estanterías, donde no faltan los múltiples catálogos de las exposiciones dedicadas a Dalí y otras biografías. En una de las paredes del comedor reposa el legado del artista a su amigo. Bocetos y dibujos. «Yo nunca le pedía nada; quizá por eso éramos tan amigos», aclara Tusquets.


XLSemanal. Supongo que, a su fama de arquitecto y diseñador, también se le sumó la de ser amigo de Salvador Dalí.

Oscar Tusquets. Por eso escribí en 2003 el libro Dalí y otros amigos. Quería explicar mi relación con él porque tenía una información bastante privilegiada. Lo primero que siempre me preguntaban era si Dalí era tan franquista.

XL. ¿Lo era?

O.T. No lo era tanto. En aquel momento, todos los artistas eran de izquierdas. ¿Qué podía hacer él para indignar a André Breton (padre del surrealismo)? Realmente él era monárquico. Me decía que la monarquía era una cúpula eterna como el Partenón de Roma, mientras que la política le parecía un cielo raso que cada vez que había una tormenta había que volver a enyesar.

XL. ¿Qué siente al ser el único patrono vivo de la Fundación Gala Dalí nombrado por él mismo?

O.T. Me enorgullece. Estoy en la fundación por el compromiso que adquirí con Dalí. Siempre pienso en lo que a él le gustaría, no lo que le conviene a la fundación, que está llena de presiones. Todo es político.

XL. En esta era de la cultura de la cancelación, donde a Picasso se lo acaba de revisar desde la perspectiva de género, ¿cree que Dalí también pasará ese filtro? ¿El de los enfoques del #MeToo y el LGBTQ?

O.T. Es que ahora pasa factura lo que antes ni se consideraba. Lo único que sé es que la evolución de Cataluña le dolería mucho a Dalí. Seguro. Estaría muy triste y horrorizado con Puigdemont y demás. Él estaba enamorado de España.

«Pujol odiaba a Dalí. Prueba de ello es que no tiene ni una sola calle en Cataluña. Incluso intentaron quitar su nombre a la plaza de enfrente del museo Figueras»

XL. ¿Con usted hablaba en catalán?

O.T. Sí, en privado, me hablaba en catalán, menos cuando estaba Gala, que lo hacía en francés porque ella presumía de no hablar una palabra de español o catalán. Pero jamás se le ocurrió esta persecución del castellano, no se le pasaría por la cabeza. No era en absoluto nacionalista.

XL. En un primer testamento dejó su obra a la Generalitat de Cataluña, pero lo cambió antes de morir.

O.T. Cuando ya estaba enfermo de párkinson, recluido en el castillo de Púbol, después de haber muerto Gala, estuvo con él el consejero de Cultura Max Cahner, que lo odiaba, al igual que lo odiaba Jordi Pujol. Cuando se fue, Dalí pidió que le trajeran un notario. Al año, cuando murió, había dejado todo su legado al Estado español y nada a Cataluña. Por suerte, el ministro de entonces era Jorge Semprún y logró repartir parte de su obra para que se quedase en Cataluña.

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Unidos por Mae West. Tusquets y Dalí hicieron proyectos juntos como el montaje de exposiciones, libros y su obra cumbre: la sala Mae West del Museo Dalí, que reproduce el famoso retrato de la actriz.

XL. La prueba de esa animadversión hacia él es que Dalí no tiene una sola calle o plaza con su nombre en Cataluña.

O.T. Así es. Incluso intentaron quitar su nombre de la plaza de enfrente del Museo de Figueras. Pero no se atrevieron porque el 80 por ciento de los ingresos de la ciudad provienen del museo. Fue mucho más listo Tierno Galván, quien vio clarísimo que había que absorberlo. Salvador decía que en Madrid lo querían más.

XL. Como arquitecto hizo obras con Dalí, también el montaje de exposiciones. ¿Cómo era de difícil o fácil trabajar con él?

O.T. Yo era la Bauhaus y él era el surrealismo [risas]. Las dificultades siempre se convertían en sugerencias. Esto lo aprendí con él.

XL. ¿Qué más aprendió con él?

O.T. Es la persona con la que más aprendí y con la que más me divertí. Una de ellas es que no hay que tener nunca segunda residencia. Esta es la única casa que tengo, no se me ocurre tener otra en el Ampurdán. Dalí me lo reafirmó. Tenía una barraca dignificada en Portlligat, iba al hotel Meurice en París, al St. Regis de Nueva York y al Ritz de Barcelona. ¡Mucho más económico que tener tu propia casa!

XL. Sus viajes juntos a París o Nueva York fueron toda una experiencia.

O.T. Fue un privilegio tremendo conocerlo cuando lo hice porque estaba perfecto de salud. Los progres del momento no lo tragaban.

«Dalí no era afectivo, los besos siempre los daba al aire. No tocaba a la gente. Era un 'voyeur'»

XL. ¿Cómo era de incómodo para usted defender la amistad con él?

O.T. Un poco. Había gente que encontraba mal que fuese su amigo, pero a mí nunca me ha importado. Es como ser hoy en día constitucionalista en Cataluña. Lo digo abiertamente, aunque me caen chuzos de punta. Como mínimo somos la mitad de Cataluña los que pensamos así. ¿No contamos para nada? Por favor, que no nos abandonen.

XL. ¿Aprendió de pintura con él?

O.T. Solía coincidir con él en las opiniones sobre artistas, aunque a veces se pasaba. Decía lo malísimo que era Cézanne porque ¡pintaba manzanas cóncavas en vez de convexas! De Sargent comentaba que era un pintor burgués que solo pintaba señoras de la aristocracia; y de Rodin, que ¡cómo me podía gustar un tío que ponía a un pensador sentado en un váter! Comparaba las diferentes maneras de cocinar los caracoles con la obra del Greco. ¡Cómo no me iba a divertir!

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Bocetos de Dalí regalados a Tusquets.

XL. ¿Pero usted opinaba que pintaba bien?

O.T. Recuerdo ir al Museo de Figueras con mi amigo Antonio López y delante del cuadro La muchacha de Figueras defendía que ante todo era un pintor buenísimo y que era una pena que perdiese el tiempo haciendo dinero y public relations. En esto no podían ser más diferentes…

XL. Era una máquina del marketing.

O.T. Del espectáculo. Le encantaba escandalizar. Todo lo convertía en oportunidad. Lo llamaban 'payaso' y recibía a la prensa disfrazado de payaso 'elegante'. Tenía una habilidad tremenda para el marketing y para hacer dinero.

XL. Y era culto, además...

O.T. Muy culto. Había leído muchísimo y de ciencia sabía mucho. Compraba las revistas científicas americanas y las entendía: realmente le importaba. Y también era un bon vivant.

XL. Estaba siempre rodeado de la beautiful people. ¿Enamorado de la belleza? ¿Incluida la de Gala?

O.T. Sí. Estaba siempre rodeado de modelos que le traía un hombre de una agencia. Recuerdo tomar un té en la Rambla de Figueras con él y ver pasar a la gente y te lo pasabas pipa. Les sacaba parecidos a todos. «Esa mujer es un Romero de Torres, mira su estructura facial; ese obrero es un Brueghel…».

«Dalí decía que el único buen polvo lo tenía con Gala. Pero yo lo vi muchas más veces con Amanda, una transexual, que a él le encantaba»

XL. ¿Con las modelos se recreaba la vista o tenía sexo con ellas?

O.T. Se recreaba la vista porque, si yo estaba delante, hablaba conmigo, no con ellas, pero le gustaba verlas.

XL. Su relación con el sexo era compleja. ¿Qué le enamoró de Gala?

O.T. Dalí lo explicaba muy bien. Decía que el único buen polvo era con ella y que de no ser por ella estaría loco. Pero yo lo vi muchas más veces con Amanda que con Gala. Amanda era transexual. A él le encantaba.

XL. Cuenta que montaba orgías.

O.T. Era un voyeur. Lo sabe muy bien Fernando Arrabal, que participaba en esas orgías. Lo que le gustaba era mirar y masturbarse, más que el acto en sí. En cambio, a Gala le gustaba estar con los chicos guapos y jóvenes y follar.

«La última vez que lo vi, ya estaba muy enfermo de párkinson, entubado. No quería que nadie lo viera. Cantó una canción popular catalana... con temblores»

XL. Eran los años sesenta, la aparición de las drogas, el amor libre… ¿Dalí coqueteaba con las drogas?

O.T. Decía que, si las tomaba, tendría aún más imaginación de la que ya tenía. Tampoco bebía alcohol. No era afectivo. Los besos siempre los daba al aire. No tocaba a la gente; solamente lo vi una vez hacer manitas con Gala mientras veíamos una película.

XL. A Dalí no se lo cuestiona como artista y se han hecho múltiples antológicas. ¿Qué cree que se podría aportar en este 120.º aniversario de su nacimiento?

O.T. Me encantaría comisariar Dalí e Italia. Enfrentar su obra con todos los que le gustaban: Canova, Leonardo, Miguel Ángel, la pintura puntillista italiana…

XL. Pasados 35 años de su muerte, ¿cuál es el poso que le queda de su amistad?

O.T. Es la persona que me ha marcado más en mi vida junto con el arquitecto Federico Correa. Y muchas veces veo las cosas a través de los ojos de Dalí. Me pregunto: «¿Qué diría Dalí de esto?». Lo sigo teniendo presente. Era como su discípulo, aunque a él no le gustaría tener discípulos.

XL. ¿Cuándo lo vio por última vez?

O.T. Me llamó para que fuera a verlo cuando ya estaba muy enfermo de párkinson, entubado con oxígeno. No quería que lo vieran así; los últimos cinco años fueron tristes. Cuando llegué, empezó a cantar una canción popular catalana... con temblores en las manos. Y otro día en la torre Galatea, donde murió, con la tele encendida, acababa de ver la explosión del cohete americano de la NASA. Me dijo: «Parece un cisne».

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