Arte Los sueños de Frida Kahlo
La parte más íntima de la pintora mexicana sale a la luz a través de sus bocetos, que recopila un libro monumental de Artika.
Célebre por sus más de 140 autorretratos al óleo, Frida Kahlo también pintó en papel. Los sueños de Frida Kahlo, un libro que en el que Artika reúne, además de mucho otro material, algunos de los 130 dibujos –8 bocetos preparatorios de cuadros, entre ellos– de la pintora mexicana que han llegado a nuestros días. Son, en buena medida, una especie de trastienda íntima en la que la artista que se retrató sin cesar para aliviar su trágica vida marcada por la soledad y el sufrimiento, reconocible por su poblado entrecejo y los atavíos inspirados en las mujeres zapotecas del istmo de Tehuantepec, se nos revela en una nueva intimidad.
Solo 130 dibujos de la pintora mexicana han llegado a nuestros días. Ocho de ellos son bocetos de cuadros
Los dibujos de Kahlo son una nueva vía de acceso a su mundo interior, ese reino de soledad y sufrimiento que fue mostrando en su obra a modo de crónica de su corta pero intensa biografía (murió una semana después de cumplir 47 años). Por eso, estos trazos en carboncillo representan una nueva ventana a la contemplación de su vida, un tesoro imprescindible para comprender el calvario de su accidente de autobús en 1925, las operaciones que le siguieron, su enfermedad congénita (espina bífida), diagnosticada cuando tenia siete años, la amputación de una pierna, dos matrimonios con Diego Rivera (se casó con él a los 22 años), un aborto, infidelidades… Es decir, su obra, asociada como con ningún otro artista a su vida. «Pinto mi propia realidad –explicó ella–. Pinto porque necesito hacerlo; pinto todo lo que pasa por mi cabeza, sin más consideración».
Pintar fue, precisamente, una especie de terapia para ella, un modo particular de exorcismo que convirtió en su profesión con apenas 18 años, tras mirarle de cerca a la muerte aquel 17 de septiembre de 1925 en que el ‘camión’ (bus urbano en México) en que regresaba a su casa fue arrollado por un tranvía. Después de aquello, Frida empezó a pintar en serio y a reflejar en sus cuadros –y en sus dibujos– su dolorosa realidad. Tras sufrir fracturas en varios huesos y lesiones en la espina dorsal, pasó un mes en el hospital y otros nueve meses en casa con un corsé ortopédico. Momentos que aprovechó para plasmar en un dibujo la terrible experiencia del accidente. A partir de entonces, el dolor físico la perseguiría durante toda su vida, pero sin él, quizá la tercera hija del fotógrafo Guillermo Kahlo, inmigrante alemán nacionalizado mexicano, y de Matilde Calderón, no se hubiera convertido en uno de los grandes iconos del arte universal, y en un gran orgullo mexicano.
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