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El bloc del cartero

Soledades

Lorenzo Silva

Jueves, 31 de Octubre 2024, 13:02h

Tiempo de lectura: 4 min

Rinde un lector homenaje a Machado, el poeta de Soledades, uno de cuyos poemas le sirve como condensación de una vida. Agradece de paso a Joan Manuel Serrat, galardonado en estos días, su labor para acercar la obra del autor sevillano a la multitud. Mucho es lo que deben agradecerle los españoles al músico –y también poeta–del Poble Sec, no solo por su labor para difundir la poesía de otros y por la suya propia, hecha canción, sino por su contribución a la concordia natural de la diversidad cultural y lingüística de un país que otros tratan con ahínco de encrespar y dividir. El éxito de quienes nos reducen a la incomprensión del otro se traduce en una creciente soledad de todos. Acaso sea esa soledad, como apunta otro lector, el demonio principal de estos tiempos, al que nos urge combatir.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Machado y Serrat

Desde mi adolescencia retumban en mí los versos de Antonio Machado y las notas musicales que con hondo sentimiento musita Serrat. Me emborraché de esas letras y notas y a veces lo hago, y me evado, me transporto. Memoricé y saboreé Cantares, La saeta, Del pasado efímero, A un olmo seco y otros tantos. Aprendí a discernir, a armonizar y a convivir con el azul y los nubarrones, con la lluvia y la sequía y, al final, a ponerme el traje del optimista y disfrutar. Las palabras de Machado son intemporales y las notas de Serrat las prolongan. Cada vez que las leo y oigo me acarician el alma y desencadenan emociones que forman parte de la memoria, seguro, de muchas generaciones. Hacen que me sienta no abanderado de ninguna causa política, sino de la libertad, aunque, lo admito, soy cómplice. Machado: te enseñé lo mejor que pude a mis alumnos con el fondo de Serrat. Y el marco narrativo de un poema tuyo –Recuerdo infantil, con los versos «Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales»– me sirvió para despedirme de ellos a través de una carta. Constituyó el telón de fondo y me miré como un profesor apesadumbrado que deja la profesión sintiendo cómo mi ser se desgarraba en el aula. Gracias, Antonio, gracias, Joan Manuel.

Mariano Aguas Jáuregui. Zaragoza


La impronta catalana en El Retiro

Amo Madrid, sus rincones y parajes y, en especial, el parque de El Retiro, tan hermoso y bello, tan nuestro y de todo el que llega a la ciudad. Muchos desconocen que ese oasis de naturaleza, arte y placidez lo es en gran parte gracias a artistas catalanes, pues 18 de ellos tienen esculturas y obras por todo el recinto. El monumento más representativo, el de Alfonso XII, junto al estanque, es, por ejemplo, del barcelonés Grases Riera, fallecido en Madrid en 1919. Además, 15 de los 22 escultores que participaron en la magna obra nacieron en Catalunya. Madrid-Catalunya, muchas veces tan lejos y, sin embargo, tan cerca.

Francisco José Eguibar Padrón. Madrid


La amargura de vivir y morir en soledad

Veinte horas pasó en el suelo Mayra Gómez Kemp. Sola, con frío, hambre, dolorida y sin manera de pedir ayuda. Al cabo de los días murió. ¡Veinte horas en el suelo! Veinte minutos ya me parecería una eternidad. El 28 por ciento de los hogares de España son de alguien que vive en soledad y más del 40 por ciento de estos es de una persona de 65 años o más. La población española envejece en soledad, muere en soledad, en un mundo donde la inteligencia artificial y las tecnologías avanzan a pasos de gigante y la humanidad retrocede a igual velocidad. Miremos a los ojos a las personas, cuidemos de ellas, acompañémoslas a vivir, y a morir, nunca en soledad.

Rafael A. Caparrós González. Algeciras


LA CARTA DE LA SEMANA

A otra velocidad

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+ ¿Por qué la he premiado?

Por abrirnos la mirilla a esa humanidad que vive, y continúa, a otra velocidad.

Tres y cuarenta de la madrugada. Hospital do Barbanza, Galicia. Primer mundo. Afuera llueve. Adentro Manuela duerme y evoluciona bien del líquido en los pulmones, derivado de unos riñones que después de 83 años, seis hijos y solo cuatro nietos (de momento) no quieren funcionar al cien por cien. Curioso que parió los tres primeros hijos en casa y ahora por precaución lleve aquí varios días. Duerme confiando en que el análisis de mañana salga perfecto y pueda regresar a casa. Lo peor es lo de su vecina Pacucha; ¡tan joven!, dice (dos años menos que ella), y tan malita de su ictus, y de esa puñetera bacteria que le hace quejarse cuando los calmantes pierden eficacia. Por suerte, ambas cuentan con el equipo de enfermería de la planta 3, tan amable, cariñoso, entregado, jovial, atento y profesional que parecen los hijos más amorosos que una madre pueda tener. Afuera el mundo va a otra velocidad; los problemas ya no importan tanto. Esta noche la luna y las estrellas no se ven, pero con saber que están detrás de las nubes es suficiente.

J. G. M. Correo electrónico

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