Revolución en el quirófano
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Revolución en el quirófano
Me encuentro en un laboratorio próximo a Múnich, en un entorno que combina lo clínico —impolutos equipos de laboratorio— con lo campestre en una antigua granja. Y contemplo lo que bien podría ser el futuro de la medicina de trasplantes. Erguido tras un vallado de metal, ese futuro me observa a su vez. Y creo que tiene ganas de comerse mis zapatos. Se trata de una hembra. Le acaricio la cabeza y me fijo en la placa que lleva en la oreja: 12428, se llama. Y no es de descartar que 12428, u otro cerdo por el estilo, un día salve la vida de un ser humano. Clonados en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich a partir de embriones llegados de Nueva Zelanda, hay aquí 350 ejemplares como el que en la imagen superior sostiene en sus brazos la veterinaria Barbara Kessler.
Los empleados de este centro se valen de estos animales para explorar el mundo de los xenotrasplantes. Este campo científico pionero implica, entre otras cosas, abrir en canal a los cerdos genéticamente modificados (GM) –como 12428–para la extracción del corazón (o los riñones, los pulmones o el hígado) y su entrega a un ser humano enfermo de extrema gravedad.
Los xenotrasplantes son una investigación científica prometedora. Hoy por hoy, en Estados Unidos, unos 106.000 individuos están aguardando un trasplante, y 17 personas mueren cada día antes de que aparezca el órgano que necesitan. Los cerdos de este tipo pueden ser la solución al problema.
«Es lo que esperamos, por lo menos», indica el doctor Eckhard Wolf mientras rasca la oreja a 12428. Y es que Wolf quiere ser prudente. El 7 de enero pasado, en el curso de una intervención de las que hacen época, cirujanos de la Universidad de Maryland en Baltimore reemplazaron el debilitado corazón de David Bennett, un hombre de 57 años, por el corazón modificado de un cerdo. Todo parecía ir bien, hasta que dos meses después de la intervención el paciente murió. Su cirujano, Bartley Griffith, aseguró en un comunicado que su equipo seguiría perfeccionando esta técnica. «Como cualquier otro trasplante pionero en el mundo, este nos ha aportado un valioso conocimiento que, ojalá, servirá para que los trasplantes puedan salvar la vida de futuros pacientes», declaró.
Lo cierto es que los cerdos, cuyo tamaño y fisiología son muy parecidos a los nuestros, resultan ser los donantes de órganos más indicados del reino animal. Wolf, de 58 años, lleva trabajando con cerdos GM desde 2002, tan solo seis años después del nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado. «No imaginábamos que las técnicas pudieran desarrollarse del modo en que lo han hecho», comenta.
Según explica Wolf, todos los laboratorios 'xeno' compiten entre sí, pero a la vez colaboran, comparten datos y luchan por alcanzar el objetivo común. Aunque no llegó a involucrarse de forma directa en la fallida operación estadounidense, el equipo de Wolf en 2016 ya donó un corazón de cerdo para su trasplante a un babuino y el órgano siguió funcionando durante más de 900 días. Otro estudio, más avanzado, consistió en el trasplante de corazones de cochinos a 14 babuinos, dos de los cuales sobrevivieron seis meses.
Los babuinos son los primates de mayor tamaño con los que pueden experimentar, y ello por razones éticas. «Estaríamos encantados de trabajar con chimpancés, pero como son tan similares a los seres humanos nunca nos lo van a permitir».
Los cerdos están alojados en unos edificios adyacentes al laboratorio principal. Todos los profesionales están obligados a desvestirse y desinfectarse de la cabeza a los pies, a ducharse y lavarse el pelo, a ponerse prendas de laboratorio y sandalias Crocs antes de acercarse a los animales.
«¿Cómo se llaman los cerdos?», pregunto a la veterinaria Barbara Kessler. «La verdad es que no les damos nombres. Cuando un animal tiene nombre, estableces una relación personal con él. Y yo un día voy a tener que matar a estos pobrecitos. Es mucho más fácil matar a… 10250, por ejemplo, que a uno con un nombre de verdad. Lo hago para protegerme a mí misma».
Wolf acaricia la cabeza de una de las cochinas. «Aquí viven bien. La mayoría de los cerdos que van al matadero apenas vive unos meses. Aquí pueden estar 20 años». Kessler se encoge de hombros y bromea: «Hasta que se encuentran conmigo».
Desde que el primer hombre abrió una oveja en canal y se dijo que el interior le sonaba de algo, los seres humanos han tenido curiosidad por saber si era posible llevar órganos animales a personas enfermas. Los primeros episodios de xenotrasplantes se remontan al siglo XVII, cuando Jean-Baptiste Denys –médico de Luis XIV– decidió que la sangre animal tenía «menores impurezas que la de los hombres, porque el desenfreno y la irregularidad a la hora de comer y beber no es tan frecuente entre los animales». Una posterior transfusión de sangre de cordero a un ser humano no acabó bien.
A principios del siglo XX empezaron a implantarse porciones testiculares de otros primates con intención de reforzar la virilidad. Un legendario charlatán estadounidense llamado John Brinkley recomendaba a sus pacientes trasplantes de testículos de cabra para mejorar su vigor sexual. Brinkley se hizo famoso, pero no tenía titulación médica, y, según se cree, terminó por firmar los certificados de defunción de 42 de sus pacientes.
Llegada la década de 1950, momento en que se iniciaron los trasplantes de órganos de un ser humano a otro, la posibilidad de los xenotrasplantes volvió a plantearse seriamente. En los sesenta se efectuaron injertos de riñón y corazón procedentes de chimpancés, pero sin resultados positivos. Sin embargo, en 1984, Baby Fae –un bebé estadounidense de 12 días– recibió un corazón de babuino, al que los especialistas recurrieron por falta de corazones infantiles. La pequeña sobrevivió 21 días. Hubo quien dijo que la ética médica había sido llevada al límite y se generó un debate global.
En este centro, el equipo de Wolf se ha propuesto utilizar cerdos para toda suerte de trasplantes. El corazón es el órgano más prometedor. Pero los más solicitados son los riñones, y una compañía tiene previsto poner en marcha ensayos clínicos de trasplantes de riñones de cerdos genéticamente modificados a seres humanos este mismo año. Los pulmones son mucho más complejos y requieren investigación adicional.
En todos estos trasplantes hay muchas cuestiones de orden ético que considerar. Los científicos que trabajan en ellos son conscientes del llamado 'factor ¡puaj!': el tiempo que la opinión pública necesita para aceptar algo que en principio resulta desagradable o alarmante. En su día sucedió con los trasplantes entre seres humanos, la fertilización in vitro, la cirugía oftalmológica con láser… Pero, hoy, ni siquiera los dirigentes religiosos cristianos, judaicos o islámicos ponen reparos a la idea de xenotrasplantes procedentes de cerdos.
Los activistas animalistas no están tan conformes. Es verdad que las modificaciones genéticas efectuadas con vistas a los xenotrasplantes no los perjudican, y la extracción de los órganos se realiza bajo fuerte anestesia, de forma que la muerte resulta indolora. No está tan claro si el animal sufre en el plano psicológico.
Las porquerizas son mucho más espaciosas que las de las granjas industriales. En este centro, las marranas pueden tener numerosas camadas durante dos o tres años, hasta que se las sacrifica. Y en último término, la cosa está clara: si comes carne de cerdo, no es de recibo que te escandalices demasiado.
«Hay animalistas que están en contra. Y yo también estoy en contra de los experimentos con animales cuando son inútiles –argumenta Wolf–. Pero en este caso los beneficios son evidentes».
Wolf señala que, «antes de hacer xenotrasplantes a seres humanos, estás obligado a efectuarlos con babuinos, para dominar la técnica». Y se explaya sobre un experimento concreto: el trasplante de un corazón porcino a un babuino. Todo fue bien... Hasta que los científicos cayeron en la cuenta de que la implantación del corazón de un puerco destinado a pesar 285 kilos en el cuerpo de un primate de 30 resultaba problemática, pues el corazón seguía creciendo. Con el tiempo fue espachurrando otros órganos internos y pronto cesó de funcionar. Los investigadores del centro hoy tienen buen cuidado de modificar un poco los embriones, lo justo para reducir el crecimiento del cerdo hasta un límite determinado.
La implantación de un nuevo corazón no pasa de ser «un simple trabajo de fontanería», en palabras de un cirujano. Pero en todo trasplante –'xeno' o no 'xeno'– el mayor de los riesgos es que el sistema inmunológico rechace el nuevo órgano. Los laboratorios han recurrido a modificaciones destinadas a combatir esta posibilidad. El nuevo corazón de David Bennett tenía diez de sus 30.000 genes alterados. Los corazones suministrados por el equipo de Wolf tienen cinco, pues se considera que a menos manipulación, menor es el riesgo de que algo salga mal.
El organismo regulador estadounidense dio luz verde a la operación quirúrgica de Bennett el último día de 2021. Era la primera vez que autorizaba el trasplante del corazón de un cerdo a una persona. Por razones médicas, a Bennett no se le podía hacer un trasplante del tipo normal, por lo que las alternativas eran dos: experimentar con su organismo o dejarlo morir.
«Un buen corazón humano siempre será la mejor opción, pero hay muchos pacientes que no consiguen obtenerlos... por la simple razón de que no hay los suficientes». Y concluye: «El xenotrasplante quizá podría salvarles la vida».