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El timo de las esculturas clásicas Museos y casas de subastas, de la mano La falsificación ‘consentida’ del Maestro Español

Un falsificador conocido como ‘El Maestro Español’ se la ha jugado a los expertos en antigüedades. Los análisis químicos confirman que numerosos museos y colecciones privadas albergan bronces falsos; dioses, emperadores, sacerdotisas... salidos de sus manos. Sin embargo, nadie tiene mucho interés en atraparlo. Descubre por qué.

Miércoles, 31 de Mayo 2023, 14:19h

Tiempo de lectura: 7 min

Un joven palestino de 26 años que vive en Deir al-Balah, en la Franja de Gaza, se adentró en las aguas para pescar, como cada día. De repente, a unos cuatro metros de profundidad, vio aparecer una mano; luego, un torso gigante de color verdoso. «Al principio pensé que era un robot, algo del espacio», aseguró el joven Jouda Ghurab. En realidad se trataba de una estatua: un Apolo de 45 kilos cubierto de una pátina oscura. En los últimos meses, el pescador no ha dejado de repetir en la prensa mundial la historia de su sensacional hallazgo: cómo llevó el objeto a tierra con ayuda de sus compañeros, cómo el agua escurría del coloso, cómo todos se quedaron maravillados…

Parece un cuento de hadas: un hombre se va a pescar y encuentra la estatua de un dios. Un dios muy valioso: los expertos en arte se apresuraron a tasar la estatua entre los 20 y los 40 millones de dólares.

Sin embargo, no todos los especialistas interpretan el asunto del mismo modo. Algunos ven en la peripecia una maniobra fraudulenta, hábilmente escenificada por los islamistas radicales de Hamás, organización que estaría pasando problemas financieros. En su opinión, los islamistas pretendían hacer dinero con esta operación.

«La estatua no es auténtica en absoluto», cree Stefan Lehmann, profesor de Arqueología Clásica en la Universidad de Halle-Wittenberg (Alemania). Es imposible que haya podido estar dos mil años sumergida en agua salada, «no presenta balánidos adosados». Además, la estatua tiene un «curioso peinado» para la época, «con mechones de pelo dispuestos hacia delante».

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Dudas razonables 1 | Emperador Decio. Esta cabeza, supuestamente del III d. C., se presentó en la feria Tefaf, de Maastricht (Holanda). Traiano Decio fue emperador romano entre 249 y 251. Antes había sido gobernador de la Hispania Tarraconense. Al llegar la peste, con 5000 muertes diarias en Roma, persiguió a los cristianos, a los que usó de chivo expiatorio.

De momento, nadie ha podido comprobar su autenticidad. Apenas la habían sacado del agua los pescadores cuando aparecieron unos miembros de las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, el brazo armado de Hamás, y se la llevaron al Ministerio de Turismo y Antigüedades. En abril, un portavoz comunicó que el Apolo se encontraba guardado a buen recaudo y que la intención era conseguir el «máximo beneficio» por él.

La falta de transparencia del proceso ha reforzado la inquietud y desconfianza entre historiadores y arqueólogos. Los guardianes de la Antigüedad clásica se sienten rodeados por estatuas de origen dudoso y falsificaciones.

Solo han llegado hasta nosotros 240 retratos en metal de personajes históricos romanos. Valen millones de dólares

«Al menos el cinco por ciento de las antigüedades que se mueven en el mercado podrían no ser auténticas», estima el experto en arte Christoph Leon. Recientemente, los Carabineros desarticularon en Sicilia un grupo de falsificadores de monedas que reproducían piezas antiguas. El instituto numismático italiano afirma que el mercado está lleno de monedas falsas, sobre todo de denarios.

Peor aún está el panorama de los bronces. Solo han llegado hasta nosotros unos 240 retratos en metal de personalidades históricas de las épocas romanas. Muchas de ellas sobrevivieron por haber estado en el fondo del mar (tras algún naufragio) o por haber quedado sepultadas por las cenizas (tras erupciones volcánicas como las de Pompeya y Herculano).

Estas obras de arte en bronce alcanzan cifras muy elevadas en las subastas, por encima de los veinte millones de dólares. Y estas sumas tan altas atraen a los tramposos. Un falsificador destaca por encima de todos los demás: se lo conoce como el Maestro Español. Josef Florenz, autor de un manual sobre arte griego antiguo, le reconoce un «don especial». Ya en 2011, Lehmann creyó poder atribuirle un total de nueve esculturas. Se sospecha que tiene conexiones con la mafia y que su taller se encuentra en la zona de Nápoles, aunque nadie sabe exactamente dónde.

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Dudas razonables 2 | Emperador Balbino. Esta cabeza fue datada como de finales del siglo III por la casa de subastas londinense Bonhams, que fijó su precio entre 200.000 y 300.000 libras. Decimus Caelius Calvinus Balbinus fue coemperador de Roma junto con Pupieno durante apenas 99 días, al cabo de los cuales, en julio del año 238, fue asesinado por sus pretorianos.

Aunque este artista anónimo lleva años siendo una maldición para el mundo de las antigüedades clásicas, casi nadie se ha tomado la molestia de intentar desenmascarar su obra. Al revés: lo que se ha hecho hasta ahora ha sido ignorar el asunto.

Las casas de subastas guardan silencio porque temen por su negocio. Los museos, porque tienen miedo de perder sus piezas más preciadas tras una prueba de autenticidad. Y los grandes expertos en el retrato clásico, los que determinan la autenticidad de bustos antiguos a partir de la energía de la nariz o la exuberancia de los rizos, guardan también silencio, temerosos de la vergüenza de quedar desacreditados.

No es habitual que un coleccionista estafado reconozca que lo ha sido. Pero el suizo Hans Humbel, quien fundó la prestigiosa galería Arete en 1966 y que amasó una fortuna con los ordenadores, ha reconocido recientemente haber sufrido un timo. La pieza falsa: una cabeza de bronce de 30 centímetros que representa al emperador Augusto. «El Augusto lo he tenido guardado en un armario de casa durante veinte años –dice–. Me estafaron».

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Dudas razonables 3 | Geta, hijo imperial. Esta cabeza, supuestamente del siglo III, fue ofrecida al mercado por Gorny & Mosch por 50.000 euros. Publius Septimius Geta fue el segundo hijo del emperador romano Septimio Severo y vivió solo 22 años. En febrero del 211, tras la muerte de su padre, cogobernó Roma con su hermano Caracalla, que acabó matándolo en el palacio imperial.

La estafa a Hans Humbel ocurrió de la siguiente manera: en el invierno de 1992, el coleccionista suizo viajó a Nueva York para buscar antigüedades. En una galería cerca de la Quinta Avenida cuyo propietario abastece a la aristocracia financiera estadounidense le mostraron la cabeza de Augusto.

Humbel quedó fascinado al instante. De los antiguos emperadores que bañaron en sangre media Europa, prácticamente solo tenemos bronces propagandísticos dedicados a exaltar sus figuras. Y por fin aparecía una pieza en la que el primero de los emperadores aparecía representado con exactitud histórica: rostro atrabiliario, comisuras hacia abajo…

Ambos hombres llegaron a un  acuerdo rápidamente. El precio de compra se fijó en 375.000 dólares. Pero las dudas no tardaron en acosar a Humbel. Salió a la luz que la Policía turca había perseguido al marchante de Manhattan por contrabando de un sarcófago en 1987. Peor aún: el mismo día en el que cerró el negocio se encontraba en la galería neoyorquina Bob Hecht, el hombre que movía los hilos de una mafia dedicada al tráfico de antigüedades en todo el mundo y que fue juzgado en 2012.

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Dudas razonables 4 | Princesa africana. Este busto, datado oficialmente como del siglo II, fue ofrecido en Nueva York por 400.000 dólares. En realidad se trata de otra 'obra' del Maestro Español, al que los expertos le reconocen un 'don especial' y cuyo taller, se cree, podría estar en la región de Nápoles, lo que a su vez confirmaría sus vinculaciones con la mafia.

Humbel sospechaba de que había sido víctima de un fraude. Cuando se empezó a hablar de las genialidades del misterioso Maestro Español, le hizo llegar su Augusto a Stefan Lehmann. El experto envió la escultura al Instituto de Ciencia de los Materiales de Wiesbaden para que lo sometieran a análisis, y el peritaje confirmó las sospechas del millonario. Los analistas dudaron sobre todo de la pátina. La corrosión del metal no afectaba a toda la escultura, sino que se habían formado «puentes de corrosión» en los pliegues, muescas y oquedades, como constató el director del instituto, Harald Müller: «El proceso natural de corrosión no permite la formación de ese tipo de puentes».

El cabello del 'Augusto' lo delató. Las puntas no se habían erosionado y en los rizos había trazas de herramientas modernas

También llamaron su atención los cantos y puntas prominentes que presentaba el pelo. Más de dos mil años de exposición a la intemperie tendrían que haberlos erosionado. «Además, en el modelado de los rizos se encontraron señales que apuntan al uso de herramientas modernas».

Pero eso no fue todo. Lehmann  había señalado con anterioridad que dos piezas del Museo Clásico de Basilea (Suiza) eran falsificaciones. Una de ellas, el busto de una diosa romana, está considerada la joya de la colección suiza. Lehmann pidió hacer análisis y... ¡sorpresa!: la diosa romana, oficialmente del siglo II d. C., había sido fundida con el mismo material que el Augusto, pieza supuestamente creada cien años antes. «Comparamos las aleaciones de ambas piezas –explica el perito–, y las dos presentaban elementos y trazas de una similitud sorprendente».

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La mejor pagada... Es auténtica. Por esta Artemisa, subastada en 2007 en Sotheby's, se pagó una cifra récord: 28,6 millones de dólares. Hoy, cuando todo ha pasado a estar bajo sospecha, esta pieza se mantiene fuera de toda duda.

Las firmas isotópicas del plomo resultaban indiferenciables. Eso significaba que ambas piezas procedían del mismo crisol, que el delincuente había llenado con monedas de bronce antiguas y chatarra vieja. Cuando la mezcla se convirtió en una masa incandescente, creó con ella dos falsificaciones diferentes.

Lehmann cree que se ha confirmado que hay un tramposo en el templo de las musas. En su opinión, hay motivo para el recelo. «Es necesario volver a confirmar qué es auténtico y original –afirma–. Una sombra cubre los vestigios de la Antigüedad clásica».


Al falsificador más importante se lo conoce como el Maestro Español, pero nadie sabe a ciencia cierta quién es. Lo que sí se sabe es su manera de actuar.

Prácticamente solo crea bustos y cabezas.

Los cuellos siempre aparecen desgarrados, como si hubiesen sido arrancados a la fuerza.

Emplea metal antiguo para engañar a los laboratorios.

El único apartado en el que no se atiene siempre al estilo original es en los peinados, y sus rostros parecen demasiado vivos y expresivos. Se sospecha que las de las imágenes de este reportaje son algunas de sus obras.


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